Más allá del negocio del Arte


El capitalismo es el más interesado en que se produzcan obras de arte: que se produzcan objetos visibles y tangibles que se puedan comerciar, que se puedan vender. Y si se encuentra con experiencias artísticas efímeras trata de registrarlas, de fotografiarlas, filmarlas, transmitirlas o comentarlas pasándolas por los circuitos del sistema del Arte. El mundo del Arte en el siglo XXI aprovecha los registros que espontáneamente la gente del común efectúa para integrarlos al mundo del Arte y sus proyectos, sus exposiciones, sus curadurías, sus críticas, sus reportajes, sus teorizaciones, sus bienales, sus convocatorias, sus concursos, sus subastas, sus cocteles de inauguración, sus ferias y sus lanzamientos, y así preparan el terreno para la entrada del capital buscando hacer negocio a partir de ellos. Las modos de vida que intentan fugarse del sistema capitalista comparten y hacen circular lo que hacen a partir de los circuitos de sus propias redes locales y glocales, en los sitios donde viven y conviven, en la ropa que visten, en las paredes de las calles por las que pasan, en los sitios web que visitan, en las redes sociales por las que navegan y los correos electrónicos que consultan, en las rutas y los caminos que andan en su vida de todos los días, y a veces no se trata más que de compartir afectos sin la necesidad de vender lo que hacen o de buscar hacer negocios a partir de ello. Más allá del Arte como un negocio, aquí y ahora, una minoría cada vez más gigantesca en el siglo XXI usa el arte para construirse su propia vida.





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