El arte en tiempos de adversidades sociales y medioambientales


En tiempos de adversidades sociales y medioambientales como las de nuestro tiempo resultan inútiles tanto las perspectivas idealistas como las perspectivas institucionales acerca del arte. Pero nada más inútil que seguir jugando el juego del mundo del Arte, el de pagar sumas de dinero exorbitantes por cosas que no valen la pena excepto por el prestigio social que aseguran. Equiparar el arte con el mundo del Arte cada vez es más inútil, porque sus experiencias cada vez son menos placenteras para el conjunto de la sociedad y más especulativo, concentradas en la generación de prestigio y riqueza, tanto por el que lo hace como por el que compra sus entradas y sus obras. El ego es lo único que tiene ya por ofrecernos el Arte del mundo del Arte, y eso es lo que menos necesitamos en tiempos de conflictos y escasez de recursos como los nuestros. Lo que hace falta es sintonizar nuestros afectos y nuestras concepciones de vida con las urgencias sociales y terrestres más actuales. Una nueva concepción del arte emerge en el siglo XXI, heterogénea frente a la del mundo del Arte. La concepción emergente no es institucional, pero tampoco es idealista; es absolutamente práctica. Es por pragmatismo que las vidas se lanzan cada vez más a cultivar artes, para generar otras fuentes de subsistencia, y sobre todo, para generar fuentes de vida directa: generar experiencias, generar sensaciones, generar soplos de vida para los que nos rodean y para nosotros mismos, invocar fuerzas para seguir en el camino.




El arte no equivale al mundo del Arte


El arte no equivale al mundo del Arte, a pesar de que todas las instituciones del mundo del Arte se esfuerzan en seguir manteniendo esa ilusión. El despliegue y la producción real de arte en la vida social no se reduce a las consideraciones de lo que puede o no puede llegar a ser arte según las instituciones. El arte no le pertenece al mundo del Arte, de la misma forma que la política no le pertenece a las instituciones de gobierno, la espiritualidad no es propiedad de las instituciones religiosas, ni la economía se reduce al libre mercado. Y aún así, todos los agentes del mundo del Arte hablan del arte como si fuera su feudo, su dominio, su posesión, cuando en realidad nunca se ha dejado de hacer arte por fuera y más allá de los alcances de ese mundo del Arte que nace con la vida moderna. El arte jamás le llegó a pertenecer al mundo del Arte pero en el siglo XXI le pertenece menos que nunca: ahora se hace arte más que en cualquier otra época. El mundo del Arte reacciona ante esta evidencia apelando al valor de la calidad, del cuál sería detentor, pero las experiencias de Arte contemporáneo comprueban una y otra vez que igual hay tanto talento (o mediocridad) dentro de los circuitos del mundo artístico oficial como fuera de él. Aún así, el mundo del Arte monopoliza los espacios de macro visibilidad que se le ofrecen al arte hoy. Al macro-visibilizarse sólo el arte del mundo del Arte se margina en recursos y en difusión lo que hace el resto de la sociedad, contribuyendo a volverla prácticamente invisible. Las fuerzas del capital son el motor que anima el mantenimiento de esa ilusión: el arte es lo que el mundo del Arte ofrezca. Detrás de la ilusión de que el arte equivale al mundo del Arte está el capitalismo y la voluntad de poner el arte al servicio de la generación de riqueza como prioridad última.

La realidad del arte vivido en el siglo XXI desborda al mundo del Arte, a pesar de que la concepción hegemónica consiste en equiparar el arte con el mundo del Arte. La hegemonía está más allá de ser una pretensión del sector artístico: esa visión constituye una consigna sistémica, no sólo del sistema del Arte, sino del sistema de vida global. Los mundos de la economía y de la política son los primeros en legitimar hoy el monopolio del uso de la fuerza artística por parte del mundo del Arte, la red institucional encargada de regular las relaciones artísticas. El gobierno del uso de la fuerza artística se ejerce a través de las instituciones del mundo del Arte en su relación con las instituciones políticas y económicas globalizadas de las democracias capitalistas, de tal modo que el discurso oficial del sistema de vida global es aquél que el mundo del Arte establece. La repetición sistémica de los enunciados y las visibilidades del mundo del Arte en los medios de comunicación de más envergadura y en las redes sociales mayoritarias, las más integradas a los valores y las prácticas del sistema de vida, moldea las imágenes de pensamiento y los puntos de vista de las multitudes de tal manera que la concepción hegemónica del arte se encarna en las vidas reales de manera espontánea y regenerativa. Hay que distinguir la concepción del arte de las perspectivas acerca del arte y de las definiciones acerca del arte. Las perspectivas acerca del arte nunca dejan de cambiar, dependiendo de las vidas que las encarnan y de las circunstancias. En un aire de los tiempos tan exaltado como el de la modernidad las perspectivas acerca del arte se multiplicaron y se sucedieron desbocadamente; las vanguardias artísticas redefinían cada una a su manera la relación del arte con la vida, y desde entonces, el arte con voluntad de definir la propia naturaleza del arte abunda por todas partes. En tiempos de globalización coexisten todas las perspectivas y todas las definiciones del arte, en medio de la realidad multicultural promovida por el Sistema. No hay una única perspectiva ni una única definición acerca del arte, siempre hay muchas. Pero no hay muchas concepciones en tiempos de sociedades tan interdependientes y tan interconectadas. La concepción depende de cada cultura, y hoy en día el planeta vive bajo un único régimen multicultural globalizado, lo cual hace que la concepción acerca del arte sea en realidad algo ya tan compartido transnacionalmente como la concepción acerca de la economía (el libre mercado) y de la política (los sistemas democráticos).

El mundo del Arte se enorgullece de su amplio pluralismo, desde el cual las perspectivas más disímiles y las definiciones más discutidas se hacen convivir juntas. Lo que permanece en la sombra, ocultado en las penumbras del suelo del pensamiento de nuestra cultura, es que todas esas perspectivas y todas esas visiones que son aceptadas por el mundo del Arte hacen parte de una misma concepción acerca de la naturaleza intrínseca del arte. Las galerías, los museos, las bienales y las subastas exhiben una pluralidad ilimitada de perspectivas y definiciones acerca del arte, pero todas tienen algo en común: han sido legitimadas como Arte por las instituciones del mundo del Arte. La concepción del arte como un dominio del mundo del Arte atraviesa todas las perspectivas, incluso las que lo enfrentan. Es la concepción del arte que se ha naturalizado, normalizado y generalizado en las sociedades contemporáneas. Es la hegemonía del mundo del Arte la que instala en las mentes la concepción del arte como un dominio del mundo del Arte. Sin embargo, esa hegemonía que se despliega arrancando el siglo apenas constituye el presente del nuevo milenio que ahora comienza. La actualidad del siglo XXI nace entre el estado de cosas del mundo del Arte completamente desbordado por la voluntad artística sin precedentes que hoy se vive en cada rincón de las sociedades en cualquier parte del planeta. La concepción hegemónica del arte como Arte, como feudo del mundo del Arte, es sin duda la concepción del presente. Pero por debajo, a través, alrededor, incluso desde adentro, desde las propias entrañas del mundo del Arte emerge con potencia una concepción del arte muy distinta a la oficial. Esa otra concepción del arte constituye nuestra actualidad, la actualidad del nuevo aire de los tiempos. No se trata de una idea de alguien, no se trata de una propuesta, un proyecto o un programa de un movimiento artístico o social. No se trata de una proyección ideal ni de una pretensión reivindicativa. Esa otra concepción del arte ya puede constatarse empíricamente en cualquier parte, basta con salir a la calle o ver la vida de quienes nos rodean para poder comprobar que es una realidad emergente.

En La arqueología del saber Michel Foucault nos muestra la diferencia entre el presente y la actualidad. El ahora que vivimos es la mezcla de dos flujos, el presente y la actualidad. Tal como lo explica Gilles Deleuze en ¿Qué es un dispositivo? El presente es lo que somos, por ello mismo lo que estamos dejando de ser. Lo actual es lo que devenimos, aquello en lo que estamos deviniendo. Incluso sin ontología alguna, desde la perspectiva más funcional posible, así puede verse la diferencia entre el presente y la actualidad del arte en el siglo XXI: el presente es lo que pasa, lo que está pasando con el arte; la actualidad es lo que el arte se está volviendo. De este modo, hacerse la pregunta ¿en qué consiste el arte en el siglo XXI? es preguntarse, al mismo tiempo, lo que está pasando con el arte tanto como aquello en lo que el arte se está convirtiendo. Lo que pasa con el arte está en directa relación con la forma en que la gente concibe lo que es el arte. De hecho, las posibilidades de ver para qué puede servir el arte dependen de la concepción que se tiene del arte, una realidad siempre cambiante, siempre histórica. Lo que viene pasando con el arte desde final del siglo XX es que el mundo del Arte eclipsa toda la visión de lo que está pasando en el conjunto social y captura cada vez con más rapidez todas las experiencias que se generan por fuera de él para integrarlas dentro del Sistema. Esa es la “realidad oficial”: la que se registra por parte de las instituciones del mundo del Arte. Sin embargo, la realidad del ahora que vivimos también llega con otras fuerzas. Algo está aconteciendo, en las entrañas del mundo del Arte y en el mismo seno de la vida social, en la vida cotidiana. El arte está empezando a devenir algo distinto al Arte que vende como mercancía de lujo el mundo del Arte y el mercado capitalista global. Pero el acontecimiento al que asistimos resuena más allá del alcance de las fuerzas del arte. Otra concepción del arte viene emergiendo porque de manera integral otros modos de vida en el nuevo milenio están emergiendo, modos de vida que prefieren dejar el lujo de concebir el arte como un lujo, y muchos otros que no pueden darse el lujo de seguir manteniendo el arte así. Las nuevas sensibilidades sociales y sus prácticas actuales son las responsables de que hoy ya puede verse una reconceptualización del arte emergiendo desde las cotidianidades glocales.

La mezcla de un presente del arte regido por el mundo del Arte con la actualidad del arte que despliegan los nuevos modos de vida conforma nuestro ahora. Una visión de aquello en lo que consiste el arte en el siglo XXI necesita encabalgar las realidades de nuestro presente con el acontecimiento que se vive en la actualidad. No sólo la inmediatez del ahora, sino de hecho, todo el absoluto de lo contemporáneo funciona como el acoplamiento de ambos: la contemporaneidad es nuestro presente preñado de actualidad. Como explica Deleuze, el acontecimiento encuentra sus condiciones de posibilidad en los estados de cosas, es decir, en el presente vivido. Vivimos un macro proceso de estetización generalizada posibilitado por unas nuevas tecnologías de la información y la preeminencia de la imagen en la producción de subjetividad contemporánea que ha terminado por extrapolar la preponderancia de lo estético en todas las dimensiones sociales. La estetización generalizada arrastra consigo un exceso de producciones artísticas en un océano insondable de obras y proyectos en medio del cual se ubica el mundo del Arte para seleccionar lo que puede pescarse filtrando las propuestas que consideran pertinentes para incluir dentro de sus circuitos. El arte hoy pareciera ser lo mismo que el mundo del Arte porque pasa que sólo se visibiliza lo que el mundo del Arte selecciona para ser considerado como obra de Arte dentro del océano ilimitado de producciones artísticas flotantes. En medio de esa condición globalizada de las sociedades emerge el acontecimiento: como enseñan Deleuze y Guattari, la sociedad no se explica por sus contradicciones sino por sus líneas de fuga. Las nuevas sensibilidades que ahora brotan en los diversos espectros sociales se generan como fuga a los límites impuestos a la vida a través de los procesos de control de la vida que Foucault llama Biopolítica. Así entonces, una nueva concepción del arte emerge como fuga a la concepción hegemónica del arte administrado por el mundo del Arte. Los conceptos y las concepciones nacen por la necesidad de atender los problemas históricos de nuestro tiempo, también recuerdan Deleuze y Guattari. En una primera dimensión el problema histórico al que atiende la concepción más actual del arte es la del exceso de institucionalización y la creciente corporativización de las fuerzas del arte. Una dimensión más completa las condiciones de posibilidad de la emergencia de otra concepción del arte: los retos y los desafíos que el planeta Tierra plantea para todas las formas de vida al comenzar el milenio. El principal aliento de revitalización del arte proviene de las crisis generadas a partir del cambio en el acceso a los recursos naturales que los nuevos tiempos originan, obligando a volver a usar el arte como una herramienta para mejorar las condiciones de vida.

La pregunta ¿en qué consiste el arte en el siglo XXI? no es una interrogación por estilos o tendencias del Arte contemporáneo, como tampoco es una cuestión acerca de los soportes y las nuevas tecnologías a través de las cuales se hace arte inédito. Después de todo, siguiendo a Arthur Danto, hoy cualquier cosa puede ser arte. En tiempos de estetización efectivamente todos los estilos, todos los soportes y todas las técnicas son posibles. En qué consiste el arte implica pensar más bien cómo se concibe el arte en nuestro tiempo. El concepto es una consistencia, tal como hacen ver Deleuze y Guattari, pues la pregunta por la concepción de algo es preguntarse por aquello en lo que eso consiste. En qué consiste no es qué siento, qué creo ni qué opino que es el arte en el siglo XXI, todo eso nada más que materia de perspectivas personales. Hay tantas opiniones sobre lo que es el arte para cada cual como hay modos de vida sobre el planeta. Pero la concepción es otro tipo de función vital humana. La concepción es la imagen de pensamiento a partir de la cual pensamos a diario en nuestra vida: es justamente lo que no vemos de nosotros mismos y de cómo vivimos la existencia. Las sensaciones son siempre subjetivas y las opiniones son colectivas, pero las concepciones están más allá de nuestras intenciones, e incluso, más allá de nuestra subjetividad. Las concepciones hacen parte de lo que Michel Foucault llama suelo del pensamiento, condición de hecho para una cultura. Cada nueva concepción implica nada menos que una nueva cultura. Pensar en qué consiste el arte en el siglo XXI, entonces, implica a la vez dos planteamientos: pensar cómo se concibe el arte en el presente y pensar cómo se concibe el arte en la actualidad. La concepción hegemónica del mundo del Arte, primero, y la concepción de la actualidad luego, la concepción emergente del arte en el siglo XXI, es decir, el acontecimiento.


Bibliografía

Acerca de la diferencia entre el presente y la actualidad:

Michel Foucault, La arqueología del saber. Siglo XXI, México, 1996.

Gilles Deleuze, “Qué es un dispositivo”. En Michel Foucault, filósofo. E. Balbier, G. Deleuze, H. L. Dreyfus y otros. Gedisa, Barcelona, 1990.


Acerca de qué es un acontecimiento:

Gilles Deleuze, ¿Qué es un acontecimiento? En El pliegue. Paidos, Barcelona, 2000.


Acerca de pensar la sociedad a partir de sus líneas de fuga:

Gilles Deleuze / Félix Guattari, Micropolítica y segmentaridad. En Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos, Valencia, 1992.


Acerca del aire de los tiempos:

Gilles Deleuze, La isla desierta y otros textos. Pre-Textos. Valencia, 2005.


Acerca del capitalismo en tiempos de globalización:Michael Hardt / Antonio Negri, Imperio. Desde abajo, Bogotá, 2001.


Acerca de la biopolítica:

Michel Foucault, Derecho de muerte y poder sobre la vida. En Historia de la sexualidad volumen I: La voluntad de saber. Siglo XXI, México, 1979.

Michael Hardt / Antonio Negri, Producción biopolítica. En Imperio. Desde abajo, Bogotá, 2001.


Acerca de la autonomía absoluta del mercado del Arte:

Jean Baudrillard, El complot del arte. Amorrortu. Buenos Aires, 2006.


Acerca del suelo de pensamiento:

Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Siglo XXI, México, 1998.








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