Luzinterruptus (I): El espíritu del arte del nuevo milenio

Fotografía: Gustavo Sanabria



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Vas caminando por Madrid una noche, una noche cualquiera, y de repente te encuentras en el suelo con un montón de bolsas de basura que brillan como luces de neón. Son las mismas grandes bolsas de plástico de siempre, puestas en la calle para ser recogidas por el camión de la limpieza, pero esta vez la basura que contienen parece casi palpitar de los destellos que irradia, llena de luces azuladas y resplandores blancos, de emanaciones sobre el ambiente que van del rosado fluorescente, casi radioactivo, hasta un violeta fulgurante. Esa basura rompe al instante la normalidad de nuestra rutina diaria. Parece la basura que hubiera dejado un ovni, pero en plena Calle Carretas de Madrid. A veces basta con salir a la calle para salir de nuestro mundo, aunque pocas veces unas bolsas de basura resultan así de fascinantes y misteriosas. Y sin embargo, de un momento a otro, en menos de lo que alcanzas a pensarlo, llega el camión de la limpieza y se las carga, cómo no, como cualquier otra bolsa. “Nunca hicimos una instalación tan efímera; justo al terminar de fotografiarla vimos cómo el camión de la basura las engulló y trituró”. Apenas cinco minutos dura el ácido incandescente en Calle Carretas; después, la normalidad sigue su curso. Pero la noche de los que logran verla, quizás tocarla, no termina siendo la misma de siempre. La instalación Basura urbana IV se infiltra en medio de la vida cotidiana más ordinaria para abrirnos otros horizontes, aunque sea sólo por un instante. Los directos responsables de la instalación, el colectivo Luzinterruptus, se camufla con la noche para llenar de luz los paisajes urbanos más olvidados de la ciudad. El arte de iluminar la vida diaria a través del arte de las instalaciones urbanas: puro arte del siglo XXI. A través de su labor Luzinterruptus plasma fehacientemente el espíritu del arte del nuevo milenio, ejerciendo en la práctica sus valores más característicos: la autogestión, la acción colectiva, el anonimato, el espacio compartido, el libre acceso, el reciclaje, la experimentación, la fugacidad y la cotidianidad.


Autogestión

Luzinterruptus es un colectivo que realiza intervenciones en el dominio público a partir de instalaciones de luz artificial. Durante varios años han sostenido y autogestionado el intento que comparten: revitalizar los espacios públicos de su ciudad. Mezclando técnicas y conocimiento de ámbitos diversos, como las Artes plásticas, la iluminación y la fotografía, el colectivo ha logrado hacer brotar la poesía en medio de las calles de Madrid. “Hacemos instalaciones en los espacios públicos y usamos la luz como materia prima y la noche como nuestro lienzo”. El urban light art cada vez adquiere más prestigio, gracias al apoyo de las administraciones públicas y la empresa privada, al momento de organizar eventos monumentales, de alto presupuesto, y con las últimas tecnologías disponibles a la mano, como las sofisticadas proyecciones de imágenes en tercera dimensión procesadas gráficamente y en tiempo real sobre las superficies arquitectónicas de los grandes edificios de las ciudades cosmopolitas que Daniel Rossa y Urban Screen llevan a cabo. Las instalaciones de Luzinterruptus constituyen experiencias completamente distintas. “Lo que hace nuestro trabajo diferente es que lo hacemos en la calle, de forma clandestina y espontánea, la mayor parte de las veces sin patrocinadores, usando materiales que encontramos en la misma calle”. El arte de la instalación que practica Luzinterruptus se realiza por fuera de los circuitos del mundo del Arte, aun cuando cada vez son más las invitaciones que reciben por parte de museos, galerías y festivales para participar en sus eventos. La ética del hazlo tú mismo es la que mueve el espíritu del colectivo, la misma que ha sostenido su intento durante años, antes de empezar a ganar visibilidad en los circuitos establecidos del Arte urbano. La autogestión es la estrategia que les permite mantenerse activos todo el tiempo, independientemente de otras eventuales fuentes de subsidios. La autogestión es el aire que posibilita mantener la llama encendida de su intento, la revitalización de los espacios urbanos a partir de la luz artificial. Cuando no haya presupuestos de festivales ni de instituciones del mundo del Arte para patrocinar lo que hacen, la autogestión seguirá proporcionando las condiciones para evitar que ese fuego se apague.

¿Cómo se pueden hacer instalaciones de luz artificial en medio del paisaje urbano, con nuestros propios medios y por nuestra propia iniciativa? Luzinterruptus muestra cómo se puede hacer realidad un intento así. “Hacemos un esfuerzo por usar el material menos costoso y menos valioso para las instalaciones, reciclándolo de la calle”. La autogestión implica ver lo propio más allá de la propiedad: el reciclaje de los elementos encontrados es la fuente básica de recursos al momento de emprender iniciativas de intervención en el paisaje urbano. Lo que alguien más dejó de usar puede arreglarse para que ahora nosotros lo usemos. Esa es la dinámica básica del arte de la instalación callejera: hacer de los medios restantes de la sociedad la materia prima para las nuevas intervenciones; con esa base ya es posible llevar a cabo instalaciones autogestionadas. De ahí en adelante, el dinero que se pueda invertir para la compra de materiales servirá para el diseño de instalaciones de mayor envergadura. “No todo el material de iluminación es barato, lo cual nos previene de hacer instalaciones a gran escala”. La decisión de usar luz artificial implica necesariamente, a diferencia de otro tipo de instalaciones urbanas más sencillas, la adquisición de cierto presupuesto para financiar sus acciones. Sin embargo, la sana austeridad desplegada a través de las instalaciones gestionadas a partir del reciclaje se complementa plenamente con la voracidad de su voluntad creativa, realizando instalaciones más grandes usando los recursos económicos obtenidos de otras fuentes. “Nos gusta ir a festivales con un presupuesto fijo, porque nos permite realizar trabajos en escalas mayores, y nos provee de recursos para las próximas instalaciones nocturnas en la calle”. Aquí radica la flexibilidad, y a la vez, la consistencia de su intento: se hace uso del presupuesto de los festivales de Arte para la realización de las acciones que necesitan más recursos, y además se completa dinero para continuar haciendo instalaciones por fuera de los circuitos convencionales de Arte. Es un ejemplo de cómo convertir el dinero de las instituciones en recursos para seguir autogestionando nuestro intento.

Los miembros de Luzinterruptus usualmente salen a la calle para hacer sus instalaciones una vez por semana. Mantener semejante ritmo de trabajo los ha llevado a contar en pocos años con una prolífica trayectoria, pero además, les ha permitido mantener sostenido su intento. “Hace falta combatir nuestras rutinas diarias”, dicen. La instalación urbana no es su profesión: cada uno de ellos ejerce su propio oficio, cada cual cuenta con sus fuentes de ingresos para subsistir. Pero la instalación urbana tampoco es su hobby: es algo mucho más vital y urgente. Es la fuerza de la pasión que los atraviesa conjuntamente, lo suficientemente fuerte como para llevarlos a trabajar con rigor y constancia a lo largo de todo el año, ni siquiera por un ánimo de lucro ni por orden de ningún jefe, sino por la satisfacción de hacer algo por su ciudad, únicamente por la voluntad de poder de su propia iniciativa. El corazón es siempre el motor central de la autogestión. Nada los obliga a hacer lo que hacen, nadie los lleva a incurrir en tales esfuerzos. Lo que los impulsa es el intento que comparten. La autogestión de Luzinterruptus, su decisión de no depender del dinero de patrocinadores para mantener vivo su intento, es su respuesta al sistema de vida capitalista y el modo en que se explota la urbe contemporánea, en beneficio de unos pocos, en detrimento de las multitudes. Los carteles publicitarios de las empresas privadas invadiendo el espacio público, los alumbrados excesivos de las administraciones públicas sólo en los sitios que más le interesa proteger, mientras, a su vez, la pobreza en la luz y el ambiente de las noches en los lugares más olvidados se mantiene, igual que el descuido de la gente común, de nosotros mismos, hacia los espacios compartidos, arrastrados por la ética individualista que caracteriza las sociedades más globalizadas. La autogestión de iniciativas de construcción de otros modos de habitar la ciudad, como las de Luzinterruptus, emerge como la respuesta más efectiva a nuestras limitaciones. La lucha contra los poderes dominantes a veces se hace explícita en las acciones de Luzinterruptus y en su estilo, como la plaga de mosquitos que desatan sobre los carteles publicitarios, “con sus cantos de sirena que hablan de lujo, consumo, marca y belleza irreal e inalcanzable”, doscientos insectos hechos a mano, estrellados contra los cristales de decenas de marquesinas publicitarias sobreiluminadas. Ni siquiera Eva Longoria pudo salvarse de aquella plaga, y como tantos otros modelos congelados en cajas de luz para vender productos terminaron bombardeados de bichos estrellados contra sus caras, una masacre en plena cara de la belleza mercantilizada, publicidad privada manchada de sangre, con pedazos de patas y alas de mosquitos aplastados contra sus pantallas. La instalación Trampa para mosquitos de junio de 2010, más que una crítica, es una acción directa contra los poderes dominantes de las sociedades globalizadas. A través de la luz artificial Luzinterruptus responde ante las penumbras de nuestro sistema social. Luzinterruptus lucha contra los poderes que limitan nuestras vidas. “Este estresante ir y venir de coches patrulla ha causado en nosotros un preocupante principio de manía persecutoria policial (…) Es por eso que, tratando de representar la paranoia que nos está consumiendo, hemos llevado a cabo la instalación Tanta policía, para tan poca gente… añadiendo a todos los coches aparcados en las cercanías de la Plaza del Dos de Mayo nuestras rudimentarias luces policiales, construidas con vasos de plástico, papel de celofán azul y luces intermitentes”. Según han declarado para el blog Urbanartcore, Tanta policía, para tan poca gente… es una de sus instalaciones favoritas. “Allí hemos logrado resumir lo que nos gusta que siempre sea la esencia de nuestro trabajo: mínimos recursos, máxima efectividad”. Para fugarse del Sistema la autogestión resulta estratégica.


Acción colectiva

Las destrezas individuales de cada miembro de Luzinterruptus confluyen por medio de la acción colectiva. Más que la expresión de la personalidad de unos integrantes, lo que se plasma a través de su labor es la subjetividad compartida en torno a afectos e inquietudes acerca de los entornos urbanos y las maneras de habitarlos. “Queremos usar nuestra creatividad en la acción común”, declaran. Las instalaciones que realizan no encajan en los parámetros establecidos por ninguna disciplina, sino en la libre mezcla de prácticas diversas. Su cometido es estético, pero a la vez político, y por lo tanto, ético. Luzinterruptus no hace obras de Arte. Sus instalaciones son la apertura a otro tipo de experiencias. En su intervención de abril de 2010, Publicidad herida de muerte, las paredes de las calles sangran justo en las zonas saturadas de anuncios publicitarios, no por casualidad sino calculadamente, conforme a un previo plan a partir del cual se intenta que los transeúntes cobren conciencia del exceso de publicidad invasiva en nuestras ciudades. La instalación Servicios públicos, casi año y medio más tarde, no sólo constituye una crítica mordaz al deterioro de los espacios urbanos que viene con el uso de la vía pública como urinario, sino que también constituye una idea útil y práctica para implementar urinarios de emergencia de bajo costo, pues de hecho, “nos consta que algunos fueron usados…y otros… estarán en la casa de alguien… cumpliendo no sabemos bien qué función”. El sentido de las intervenciones urbanas de Luzinterruptus frecuentemente se conecta con algún tipo de pragmatismo. “Rezamos para que al rehabilitar las plazas de Madrid, no las conviertan en grandes losas grises, sin un atisbo de verde en su superficie, pero hasta ahora nuestras plegarias no han surtido efecto, ya que siempre acaban convertidas en grandes losas monocroma, poco adecuadas para que los niños jueguen, pero ideales para situar en ellas mercadillos, que convierten el espacio público en descaradas zonas para el comercio”. Por eso deciden intervenir dichas bancas de losas grises monocromas del Parque Cabestreros y convertirlas en grandes y pesados ataúdes, acompañadas de flores y de coronas mortuarias, retratos ovales de fallecidos y obligados R.I.P. en letras doradas. Plaza un poco muerta, es el título de la intervención. Las críticas de Luzinterruptus no se quedan en la crítica: son intentos de intervención directa sobre el tejido social. El enorme potencial estético de sus intervenciones convive con un pertinente cúmulo de inquietudes políticas, particularmente centradas en los usos y las posibilidades de los espacios públicos. Luzinterruptus no hace obras de Arte: genera experiencias insospechadas. Sus intervenciones urbanas no son exposiciones de obras: son instalaciones que se infiltran en medio de los flujos de la vida social.


Anonimato

Más importante que las intenciones personales de alguno de sus miembros es el intento que conjuntamente comparten. Por eso Luzinterruptus se presenta a sí mismo como un colectivo anónimo. La identidad de sus integrantes se mantiene bajo reserva, no sólo para evitar cualquier problema con la ley, sino también para reforzarse como grupo. Las artes urbanas callejeras son acciones emprendidas entre las fronteras de lo legal y lo ilegal, que implican siempre, además de una gran responsabilidad, una mezcla entre prudencia y astucia. Por eso el anonimato, más que una opción de moda, constituye una condición necesaria para poder pasar a la acción. Aun así, el anonimato posibilita mucho más. En el caso de las acciones colectivas, el anonimato hace que el sentido de grupo prevalezca sobre la importancia personal. El anonimato ayuda a diluir el ego, y en el caso de los colectivos, fortalece la acción común. Al mismo tiempo que Luzinterruptus se mueve en Madrid, muchos otros colectivos alrededor del planeta hacen lo suyo, compartiendo su ética de hazlo tú mismo, de forma anónima y clandestina, la mayoría de las veces desapercibida por parte de los demás. Casi nunca nadie les reconoce nada de lo que hacen, y eso es lo mejor que les puede pasar: una terapia contra el ego mientras se hace lo que más les gusta. El arte de las instalaciones urbanas hechas a partir de luz artificial se despliega en los primeros años del siglo XXI, gracias a las nuevas tecnologías que hacen más accesible sus equipamientos en esa época. Aprovechando las condiciones del aire de los tiempos de la globalización, y los elementos a la mano en las calles, nacen colectivos como Graffiti Research Lab que se atreven a realizar intervenciones callejeras utilizando luces artificiales, como por ejemplo bombardear las fachadas de los edificios con granadas de mano hechas de luces LED. Graffiti Research Lab se inventa la táctica de arte de guerrilla conocida como Led Throwie, cada vez más vista en diversas ciudades del planeta, que consiste en armar pequeñas bombas de luz a partir de LED´s difusos de 10 mm
conectados a una baterías de litio (como las de los relojes) y un imán, o plastilina, o velcro, y así conseguir que una vez lanzadas, como granadas, puedan mantenerse sujetadas a distintos tipos de superficies de vallas, esculturas o edificios. Una táctica desarrollada en el Eyebeam OpenLab de Nueva York, que promueve el uso de las nuevas tecnologías en las artes urbanas, como las instalaciones de luz artificial. Su bajo costo y la facilidad con que pueden ser construidos hacen que los Led Throwie´s cada vez más puedan llevarse a cabo. Manotadas de gente por las calles, bombardeando fachadas con granadas de luces multicolores: atentados de poesía anónima.



Fotografía: Gustavo Sanabria


Espacio compartido

Las acciones colectivas anónimas y autogestionadas de Luzinterruptus intentan incidir sobre la realidad del espacio público vivido en Madrid. La pregunta por la actualidad de lo público se encuentra implícita en todas sus instalaciones, como respuesta a la creciente privatización de las relaciones sociales en las sociedades globalizadas. “Apreciamos los artistas que sobre todo trabajan en el dominio público. Consideramos lo que hacen esencial para el desarrollo urbano y la difusión del arte hecho por los ciudadanos, por su propia iniciativa y sin ningún costo”. El arte de la instalación desplegado por Luzinterruptus no se hace para los museos, las galerías, ni los espacios privados; se hace para cualquiera en la calle, en los espacios compartidos socialmente. Es arte para la gente que transita las calles hecha por la propia gente que habita esas calles, sin necesidad de invitaciones formales, ni eventos de inauguración, ni venta de entradas, ni ningún otro tipo de protocolo. Luzinterruptus no ofrece exposiciones de obras de Arte a los ciudadanos, le regala momentos únicos e irrepetibles. A diferencia de las exposiciones de Arte, no hay ningún tipo de distancia crítica entre sus instalaciones y la gente. “Siempre dejamos la instalación para que los peatones interactúen con ella como quieran”. No basta con llevar obras de Arte a la calle para hacer arte urbano. Hace falta despojarse de la costumbre y del mismo concepto de Arte si se intenta intervenir el espacio público. El Arte relacional, el Arte contextual y las apropiaciones del street art gestionadas por el mundo del Arte se han preocupado, desde final del siglo XX, por llevar las exposiciones de Arte por fuera de los museos y las galerías, con el interés de acercarle el Arte a la gente. Sin embargo, desde este tipo de experiencias, lo único que se consigue es la intromisión de los circuitos del mundo del Arte en todos los ámbitos de la vida social, pero en el fondo, la separación entre Arte y vida, entre el Arte y la gente común, se sigue manteniendo más que intacta, fortalecida. Quizás no hace falta acercarle el Arte a los otros sino mejor directamente practicar todo tipo de artes en plena vida cotidiana. Pero lejos de cualquier utopía vanguardista, las instalaciones de Luzinterruptus cumplen ese cometido en medio de la inmanencia de la calle y la vida urbana, al infiltrar elementos poéticos en medio de la espontaneidad de los flujos de la vida social. Luzinterruptus no prepara eventos: propicia acontecimientos. No hay horarios, fechas ni lugares determinados para experimentar el “Arte”: sólo hay acciones intempestivas, mezcladas con los mismos flujos y los mismos ritmos de la ciudad. Incluso cuando participan en festivales, las instalaciones de Luzinterruptus no constituyen exposiciones de obras de Arte como tal, sino experiencias de inmersión en medio de los espacios compartidos de la vida diaria.


Libre acceso

Las experiencias de luz artificial compartidas por Luzinterruptus no sólo se realizan en la calle, en medio del espacio público, sino que además son de libre acceso para cualquiera que en su momento las encuentre. No son obras de Arte a la venta ni son eventos por los que se cobran entradas. Son experiencias fugaces que acontecen en medio del flujo de la vida social. No hace falta asistir a un espacio especializado de Arte para poder vivirlas. Y no hace falta tener un cierto poder adquisitivo o un cierto conocimiento previo para poder acceder a ellas. Luzinterruptus está pendiente también de los que tienen menos oportunidades. Sus instalaciones se riegan por todos los barrios de la ciudad, y más allá de hecho, penetran hasta aquellos rincones olvidados o poco apreciados por sus habitantes. Lecturas privadas en lugares públicos, “12 ubicaciones repartidas por los barrios de Noviciado, Malasaña y Alonso Martínez, lugares, que en condiciones normales nos pasarían desapercibidos o en los que no querríamos permanecer mucho tiempo de nuestro deambular nocturno” es una acción de Luzinterruptus en la que “se colocaron unas pequeñas y tradicionales lámparas, de las que pendían libros, clásicos de la novela negra, lo que bastó para a crear la atmósfera íntima tan necesaria en lecturas nocturnas”. El arte de intervenir el espacio urbano puede llevarnos a volver habitables los territorios más recónditos: “el espacio escondido entre los andamios de una obra… el refugio a la intemperie de un indigente… la taquilla de un mítico cine cerrado hace años… la salida de emergencia de un teatro en obras… el interior de un pequeño contenedor de hormigón… la marquesina de autobús solitaria de una calle comercial en horas nocturnas… una máquina de preservativos después de ser saqueada… la entrada de un local tapiado… una parada en la que nunca se han detenido los autobuses… un fotomatón fuera de servicio… los bolardos innecesarios de una calle intransitada… el lecho de cartón vacío de un sin techo…”. Los lugares más subestimados, igual que las acciones más triviales pueden devenir fuentes de luz, como el tendal repleto de ropa blanca eléctrica, iluminada de tanta blancura, una intervención conocida como Prueba de ropa tendida en la ciudad habitada, del mismo modo que los lugares más visitados, como las fuentes, pueden experimentarse de otra manera: “No nos gustan las fuentes sin uso, esas que sólo sirven para adornar la ciudad, pero que no dejan ninguna opción para que los ciudadanos interactúen con ellas, y las disfruten en todas sus posibilidades”. Por eso en Fuente animada usan 400 guantes blancos llenos de luz emergiendo del agua de la fuente de la Calle Uncibai de Madrid, y cincuenta cojines igualmente iluminados para rodear sus bordes. La gente habitó el espacio durante ocho horas, cómodamente tendidos sobre los cojines, jugando con las manos que salen del agua, generando un environment de los que habla Allan Kaprow, con la presencia activa de la gente común, participando de la creación compartida.

Reciclaje

Autogestionar instalaciones de luz artificial, de libre acceso en el espacio público, como un aporte desinteresado hacia su ciudad, es una labor admirable, que sólo llega a ser posible y hacerse realidad a partir de una estrategia económica basada en la reutilización de materiales. El reciclaje es la condición básica para sostener un intento autogestionado de este tipo. “Hacemos un esfuerzo por usar materiales a la mano, por reciclar, y por evitar ser invasivo con el espacio intervenido”. Si no se reciclan elementos continuamente los costos de las instalaciones se harían impagables y el intento se volvería insostenible. No obstante, el reciclaje es mucho más que una condición formal; constituye por sí mismo una fuente de valores en resonancia con el espíritu del hazlo tú mismo. No se trata sólo del reciclaje de materiales, sino también del reciclaje de ideas, de conceptos, de estilos, de técnicas, tácticas y estrategias. El reciclaje es una manera entera de entender la vida, una fuente de enseñanza para los intentos de autogestión. Luzinterruptus está consciente de la importancia y la pertinencia del reciclaje en la vida urbana contemporánea, por eso algunas veces hace explícita su problematización en medio de la experiencia con la gente en la calle. “Rogamos reciclen todos los elementos de esta instalación”, decía el aviso que podía leerse en cada una de las ochentas bolsas recicladas de la compra iluminadas flotando al viento clavadas por Luzinterruptus frente al Museo del Prado. Nube de bolsas visitando el Prado recoge ideas de otras intervenciones, utiliza bolsas reciclables, e invita a la gente a reutilizar los mismos elementos a través de los cuales se ven abordados. El reciclaje es ya tan intrínseco al aire de los tiempos de las artes del siglo XXI, que hasta las instituciones del mundo del Arte deciden hacer explícita su problematización. En junio de 2011 la Galería Starter invitó a Luzinterruptus a hacer parte de sus “jornadas de reciclaje” en Varsovia, en las que se trata de “familiarizar a los vecinos con los colores que internacionalmente se utilizan para separar la basura”. Cuando las galerías de Arte hacen trabajo social es porque la separación entre Arte y sociedad ya no es sostenible; pero más allá de los proyectos activistas, las artes de la intervención urbana intentan generar experiencias imprevistas o impredecibles. La contribución de Luzinterruptus en las jornadas de reciclaje en Polonia, en donde hasta el momento los contenedores de basura no estaban hechos para la separación de las materias, no consistió en la divulgación de información tanto como en la generación de sensaciones, en la posibilitación de experiencias. “Utilizamos 1000 bolsas de basura de colores verde, amarillo y azul y sus luces correspondientes y llenamos la plaza con ellas, algunas formando un cielo azul al alcance de la mano, el resto, flotando misteriosamente esparcidas por la ciudad”. Efectivamente, ayudaron a crear conciencia como el evento demanda: “Esperamos que todos los que se las llevaron, además de reciclar los componentes, aprendieran que en sitios públicos las bolsas azules se utilizan para reciclar el papel, las amarillas para los envases y las verdes para el vidrio”. Pero Domingo de reciclaje fue algo más que un proyecto de divulgación: se convirtió en una singular experiencia, llena de sensaciones inesperadas para la gente que habita el centro de Varsovia. “Muchos vecinos se acercaron a visitar la instalación y la interacción fue sorprendente. Los niños jugaban con las bolsas como si de los más atractivos globos se tratara y los mayores se las llevaban como un precioso regalo. Al final de la noche la mayoría de las bolsas flotantes, dejaron la plaza para invadir la ciudad con su extraña presencia. Así pues, la instalación se acabó reciclando de manera espontánea”. Luzinterruptus recicla hasta sus mismos intentos. Aquellas Lecturas privadas en lugares públicos se reelaboran en Ljubljana, Eslovenia, para el festival Lighting Guerrilla del año 2010, un encuentro de increíbles creaciones de urban light art, patrocinadas por instituciones públicas y privadas. La oportunidad de llevar sus gestos hasta ciudades de otros países y poder desplegarlas con más envergadura gracias a los presupuestos proporcionados, es suficiente para arriesgarse a reciclar sus propias ideas.


Experimentación

Cada una de las instalaciones realizadas por Luzinteruptus porta un sentido, tal como se aprecia en las reseñas con las que registran sus experiencias en su sitio web. Sin embargo, el poder de sus acciones radica en la manera en que intervienen la ciudad e intervienen la vida de la gente, aunque sea por un instante, sin depender de sentidos predeterminados. Como ellos lo explican, las instalaciones se hacen para experimentarse “en el mismo momento, sin necesidad de instrucciones”. La experimentación de Luzinteruptus, igual que su aproximación al reciclaje, más que formal, es sobre todo afectiva. No sólo se experimenta técnicamente con dispositivos, diodos, circuitos, fusibles, LED´s, OLED´s, luces fluorescentes, pantallas y bombillas, probando una y otra vez lo qué puede llegar a funcionar. Se experimenta, sobre todo, con las sensaciones que en la gente se pueden despertar. La experimentación, más que nada, es sensorial. En medio del exceso de sentido de las sociedades de la información emergen iniciativas colectivas como Luzinterruptus, la cual devuelve el poder de lo sensorial en medio de la experiencia de la ciudad: la experimentación de sensaciones inesperadas en las rutas a través de las cuales transitamos diariamente, en las calles a través de las cuales tejemos nuestra vida cotidiana. Luzinterruptus resuena con lo que los rodea, tanto física como micro físicamente, eso es, afectivamente, sin la necesidad de discursos. Una gran cantidad de iniciativas autogestionadas de urban light art a lo largo y ancho del planeta se desarrollan consciente y explícitamente como una crítica al modelo globalizado de iluminación de los espacios públicos en las ciudades contemporáneas, tal como Guerrilla Lighting rigurosa y consistentemente lo hace: “es una guerra contra la mala iluminación, es una protesta contra el despilfarro de luz pero, por encima de todo, Guerrilla Lighting consiste en pasarlo bien y en sensibilizar sobre el poder de la luz. (…).Guerrilla Lighting crea momentos mágicos y efímeros mediante una iluminación de calidad, que son capturados y enviados a los medios y a los políticos para estimular las acciones contra la mala iluminación”. A partir del término iluminación de guerrilla se despliegan en muchas ciudades distintas proyectos, talleres, prácticas colaborativas y actividades sociales, a través de los cuales se usa el arte para construir la vida diaria: “Trabajamos en la oscuridad, hacemos lo que podemos, damos lo que tenemos”. Entre tantas iniciativas, deslumbra cómo lo que hace Luzinterruptus en las calles no requiere ni muchos menos depende de un sentido para llegar a hacer sentir. No hay nada que interpretar en sus instalaciones, a pesar de lo mucho que pueden ayudar a hacernos pensar, como en aquél fin de año del 2009 en el que celebran en el barrio Lavapies la llegada del año 1984, justamente en un lugar en el que ya se había logrado implementar cuarenta y ocho cámaras de videovigilancia. “Con la intención de evidenciar que las hipótesis distópicas de George Orwell cada vez son más reales, hemos llevado a cabo la acción Feliz 1984 eligiendo cuidadosamente 3 ubicaciones de máxima vigilancia en el barrio (…) Hemos querido unirnos a las acciones y las movilizaciones reivindicativas, iniciadas por artistas, diseñadores y vecinos contra la videovigilancia, en un barrio en el que la tolerancia y el mestizaje ahora parecen estar bajo sospecha”.

Uno de los vacíos más grandes que llena Luzinterruptus al comenzar el siglo XXI es el de la intervención urbana a partir de lo puramente sensible. Más allá de la crítica al exceso de luz aséptica y blanquecina de los espacios púbicos madrileños, Luzinterruptus se arriesga, se lanza a experimentar nuevos ambientes jugando con la luz artificial y sus ilimitadas relaciones con los elementos del entorno urbano. Son ambientes de luz que rompen con la homogeneidad de las ciudades modernas y la normalidad de sus costumbres sociales, pero sobre todo, son ambientes de fuerzas, atmósferas afectivas que posibilitan respirar otro aire en medio de las sofocantes rutinas que marcan la vida contemporánea. Es el plano de composición afectiva, como plantean Gilles Deleuze y Félix Guattari, lo que hace sensible el arte a través de la experimentación con las formas. En el caso de Luzinterruptus las ingeniosas instalaciones sirven como vehículos de perceptos y afectos enriquecedores, a través de los cuales transmiten sus deseos, inquietudes y reivindicaciones, impecablemente sublimadas como sensaciones directas sobre los cuerpos. El potencial sensorial de su labor es inmenso. Luzinterruptus mezcla inusualmente una conciencia política libertaria con una sensibilidad poética que a veces parecía en vías de extinción. Como pocos, nos recuerdan la magia de crear ambiente en los espacios compartidos: “el alumbrado público bajó de intensidad, con lo que nuestras amigas las sombras, por una vez, también fueron protagonistas de la fiesta”. Las sombras, los contrastes, los reflejos, las texturas incorpóreas, las frecuencias, las intensidades, las opacidades: los elementos de trabajo de Luzinterruptus son las fuerzas a las que menos prestamos atención a pesar de la fuente de bienestar que pueden llegar a constituir. Una de las intervenciones más bellas del colectivo Luzinterruptus fue, precisamente, una de las más sutiles, sencillas, e incluso austeras que hasta ahora han realizado; en el mes de diciembre del año 2008 veintiséis farolas del alumbrado público situadas a lo largo de la Calle del Pez en Madrid fueron recubiertas de papel y flecos, al estilo de las lámparas antiguas. Un gesto tan simple, a veces, es suficiente para crear diferencias sustanciales. Los ambientes de aquellos rincones alumbrados por las farolas intervenidas en Red sirvieron como fuente de calor afectivo, como un motivo de gusto y de placer, al menos durante siete horas, antes de que las autoridades desmontaran la instalación, gracias a las atmósferas íntimas y acogedoras que la luz tostada de sus farolas irradiaban, al acceso de cualquiera con ganas de habitar por un momento su ciudad. Las instalaciones del colectivo madrileño constituyen enriquecedoras fuentes de sensaciones. El sentido, al menos de vez en cuando, es lo de menos: “Nosotros estuvimos presentes el día que un ejército de 130 platillos volantes aterrizaron en el Templo de Debot, atraídos seguramente por la perspectiva de picnic veraniego con tortilla de patatas… Para la instalación Ejército de platillos volantes desechables utilizamos 260 platos, y 130 tazas de usar y tirar. Con estos básicos elementos más nuestras luces le dimos vida a un ejército de ovnis, verdaderamente poco amenazadores. Y en este céntrico y verde parque de Madrid dejamos nuestras naves voladoras, esperando el momento más adecuado para camuflarse entre meriendas campestres y fiestas infantiles…”.


Fugacidad

Como muchas otras tantas intervenciones urbanas en el siglo XXI, las instalaciones que realiza el colectivo Luzinterruptus se caracterizan por su fugacidad. Sus creaciones tienen, no los días, sino casi siempre las horas contadas antes de morir. Están condenadas a dejar de existir en cualquier momento. De hecho, Luzinterruptus es una palabra en latín que significa interrumpir la luz, o luz interrumpida: “lo que le pasa a nuestras lámparas poco después de haberlas dejado en la calle”. El desapego de los miembros de Luzinterruptus con respecto a sus creaciones es un ejemplo a seguir: siguiendo a Carlos Castaneda, ellos nunca estarán sitiados si continúan así: sin nada que defender. No tienen nada que perder, porque no tienen nada que defender. Todo lo que hacen es dejado libremente en la calle, para que el azar juegue a su acomodo con lo que se han tardado en diseñar y en construir, a veces, durante días. La satisfacción de ver lo que hacen insertado en medio de los paisajes urbanos, sólo por un momento, es suficiente. De este modo, el registro fotográfico de su amigo Gustavo Sanabria constituye el complemento perfecto, para continuar la vida de las instalaciones a través de los medios. El registro hace que la experiencia cobre una vida propia, y que mucha gente de otros lugares del planeta puedan acceder a ellas, pero la naturaleza de la instalación física es absolutamente efímera. “Dejamos nuestros destellos de luz encendidos... para que otros nos los apaguen...”, declara Luzinterruptus, haciendo poesía con la impermanencia de sus artificios. La inevitable fugacidad de las instalaciones del colectivo Luzinterruptus es lo que impide que, formalmente, puedan llegar a ser consideradas como obras de Arte. Como bien explican Deleuze y Guattari, lo que define la obra de Arte es su capacidad de conservar bloques de sensaciones: compuestos de afectos y perceptos. Las obras conservan los perceptos y los afectos independientemente de las percepciones y de las afecciones encarnadas por cada individuo en cada experiencia. La obra de Arte “se conserva en sí, aunque no dure más que su soporte y sus materiales”, dicen Deleuze y Guattari. Las instalaciones de Luzinterruptus tienen la consistencia necesaria para canalizar poderosos bloques de sensaciones, pero siempre terminan deshaciéndose de manera indeterminada. Usualmente son los servicios de limpieza de las administraciones públicas las que, por la mañana, desmontan y recogen las instalaciones que han sido ensambladas clandestinamente a media noche o casi al amanecer. Pero en ese lapso, cualquier cosa puede suceder. Después de montar la instalación y registrarla fotográficamente, los miembros del colectivo la dejan libre: dejan que suceda o acontezca lo que sea, la dejan tan abierta que puede terminar convirtiéndose en otra cosa: en otros bloques de sensaciones. Son muchas las ocasiones en las que la gente toma elementos insertados, o los cambia, o transforma lo que originalmente había sido diseñado. El arte de la instalación de Luzinterruptus no consiste en crear obras que se conservan sino en generar experiencias abiertas al azar. La generación de sensaciones es fugaz, los bloques de sensaciones son pasajeros y mutantes. Su arte, a pesar de usar cosas, se hace como proceso en curso. Sus instalaciones siempre están en movimiento, abiertas al acontecimiento. Su arte callejero es pura acción, es verbo más que sustantivo.


Cotidianidad

“A veces abordamos problemas que nos encontramos en nuestros recorridos diarios por la ciudad, que aun siendo obvios, se suelen pasar por alto. En otras ocasiones nuestro propósito sólo es embellecer, o dar a conocer lugares que parecen especiales, o cosas que sentimos que tienen un gran valor artístico, a pesar de que han sido dejados en la calle por extraños sin ningún tipo de voluntad estética”. Luzinterruptus interviene el tejido urbano de su ciudad, afectando desde sus superficies estéticas hasta sus morales más profundas, los valores éticos y políticos de los transeúntes y los modos de habitarla de los ciudadanos. A partir de creaciones propias e intervenciones directas sobre los gestos anónimos dejados por la gente común o las huellas del azar, el colectivo Luzinterruptus ayuda a hacernos ver la belleza que no vemos: el arte que existe en la ciudad más allá de los artistas y del mundo del Arte. El arte de Luzinterruptus es puro arte por la vida, arte cultivado en medio de la vida cotidiana. No es el arte del mundo del Arte el que se plasma a través de su labor. Es el cultivo de la práctica de la instalación y su experimentación en medio de los flujos de la vida diaria. La cotidianidad no se define por las rutinas ni lo rutinario, sino por lo que fluye en el día a día de nuestras vidas. De hecho, Luzinterruptus consigue romper las rutinas de la vida diaria generando experiencias en medio de los recorridos cotidianos de la gente, haciendo sentir lo extraordinario entre lo ordinario, haciendo brotar la magia a partir de lo trivial. Cazando acontecimientos, como un día de nieve. Árboles en llamas sobre fondo blanco, Parque Roma, enero del 2009: “En el tronco de sus árboles dejamos nuestras cuarenta cálidas llamas rojas, una manera de expresar nuestra alegría por este pequeño milagro, ocurrido en una ciudad en la que nunca nieva”. Otras veces, construyendo lo inexistente, como su Jardín vertical envasado, una serie de envases plásticos de comida rellenos de ramas y hojas, alumbrados con luces verdes, o sus Recuerdos enjaulados, cuatrocientas jaulas doradas de luz colgando “en el cielo de Lavapies”. Y alguna vez más, irradiando luz entre la oscuridad. La serie de instalaciones Basura urbana, realizadas por Luzinterruptus en los primeros meses del 2009, hace uso de luces artificiales para iluminar eso que permanece bajo la sombra en los lugares más sombríos; sacos de escombros, cajas de cartón, bolsas de desechos transmutadas en flujos de intensidades que vidas en tránsito ocasional experimentan por unos minutos o por unas horas. La normalidad de lo ordinario sublimada en sensaciones asombrosas, impensadas: súbitamente las bolsas de basura luminosa en Basura urbana III comienzan a salir ellas solas de los contenedores y se mueven por el suelo. El arte de Luzinterruptus es el arte de reinventarnos la vida cotidiana.

A través de la trayectoria de Luzinterruptus se puede apreciar la puesta en práctica del arte de la instalación. El arte de la instalación no tiene nada que ver con las instalaciones que se ofrecen en las experiencias del mundo del Arte. Las instalaciones que se montan en los espacios convencionales del mundo del Arte, como las galerías o los museos, e incluso la mayoría de sus festivales y de bienales, anulan, por naturaleza, las posibilidades de desplegar el arte de instalar. Tal vez las obras puedan constituir poderosos bloques de sensaciones, pero si están instaladas en los espacios institucionalizados del Arte se pierde cualquier posibilidad de hacer arte a partir de su instalación. Instalar implica ensamblar formas heterogéneas, pero además, hacer resonar las sensaciones: hacer resonar los perceptos y los afectos contenidos en las formas, hacer vibrar las vidas que en ese preciso instante recorren el espacio intervenido. El cubo blanco del mundo del Arte, de sus museos, sus galerías y sus mercados a la venta es, de hecho, la antítesis de un arte de la instalación. El cubo blanco carece de cualquier potencia del arte de la instalación, ya que la gracia de instalar consiste en insertar, en infiltrar incluso, quizás hasta camuflar lo que se ha diseñado y se ha construido en medio de algún paisaje. El cubo blanco, la neutralización del paisaje, sólo permite colocar y ubicar, pero no realmente instalar, porque para ello hacen falta las formas de algún paisaje exterior y los ambientes de fuerzas de algún afuera. El arte de instalar sólo se puede desarrollar en medio de los espacios de la vida cotidiana. Va mucho más allá del Site-Specific Art y las obras de Arte por comisiones o por encargo en lugares públicos. Las obras de Arte siempre son monumentos, como recuerdan Guattari y Deleuze; por eso el Sistema sigue demandando obras de Arte en el espacio público: para poder seguir erigiendo monumentos que puedan engrandecer sus espacios de dominio. El Arte de esculpir monumentos es distinto al arte de la instalación, incluso cuando las instalaciones puedan llegar a irradiar poderes escultóricos. Las instalaciones de Luzinterruptus, por ejemplo, pueden ser tridimensionales, pueden formarse creando volúmenes, pueden incluso contar con la modelación de materiales. Pero no constituyen monumentos. Los monumentos, por naturaleza, nacen para ser conservados. Más aún, para ser respetados e idealizados solemnemente. No hay solemnidad, ni gravedad, ni protocolo, ni reglas, ni autoridad, ni grandilocuencia en las experiencias que generan las instalaciones urbanas del arte emergente del siglo XXI, como las de Luzinterruptus. En vez de erigir monumentos para la satisfacción de los poderes dominantes, las instalaciones callejeras infiltran elementos en los paisajes urbanos para abrirnos las puertas a experiencias inesperadas: emplazamientos a través de los cuales se distribuye poder para la gente por medio de sensaciones.



Enlaces

Luzinterruptus:
www.luzinterruptus.com/?page_id=253

Entrevista a Luzinterruptus en Urbanartcore:
www.urbanartcore.eu/luzinterruptus-we-are-not-light-art-pioneers/

Graffiti Research Lab:
http://graffitiresearchlab.com/

Led Throwies:
http://graffitiresearchlab.com/projects/led-throwies/
http://es.wikipedia.org/wiki/LED_Throwie
http://www.instructables.com/id/LED-Throwies/

Eyebeam OpenLab:
http://eyebeam.org

Black Dogs:
http://andyabbott.co.uk/

Guerrilla Lighting:
http://guerrillalighting.net
www.theprojects.com.au/guerrilla-lighting

Bernard Murigneux:
http://bernard.murigneux.free.fr

Symbionts:
www.svetlobnagverila.net/2010/eng/symbionts.htm

Lighting Guerrilla:
http://www.svetlobnagverila.net

Urban Screen:
www.urbanscreen.com

Galería Starter, Recycling sunday:
http://starter.org.pl/2011/07/recykling-sunday/

Site-Specific Art:
http://en.wikipedia.org/wiki/Site-specific_art



Bibliografía



Acerca de los bloques de sensaciones:
Gilles Deleuze, Francis Bacon. Lógica de la sensación. Arena, Madrid, 2002.
Gilles Deleuze / Félix Guattari, Percepto, afecto, concepto. En ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.

Acerca del plano de composición:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.

Acerca de la obra de Arte como monumento:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, Percepto, afecto, concepto. En ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.

Acerca de qué es una experiencia:
Michel Foucault, Historia de la sexualidad volumen II: El uso de los placeres. Siglo XXI, México, 1986.

Acerca de la ecología mental, social y medioambiental:
Félix Guattari, Las tres ecologías. Pre-Textos. Valencia, 2000.

Acerca del arte del acecho, cómo pasar a la acción:
Carlos Castaneda, La rueda del tiempo. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.
______________, El conocimiento silencioso. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.
______________, El don del águila. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.

Acerca de estar sitiado, tener posesiones personales que defender:
Carlos Castaneda, El don del águila. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.

Acerca del environment:
Allan Kaprow, Essays on the blurring of art and life. University of California Press. Berkeley, 1993.

Acerca de las exposiciones como formato privilegiado del mundo del Arte:
Hubert Glaser (comisario), L’ art de la exposition. Catálogo de exposición.






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