El excluyente mundo del Arte


El reconocimiento de la institución Arte ayuda a mantener las relaciones de dominio de ciertos grupos sobre otros, ejercidas a través de jerarquizaciones en los accesos al conocimiento y las experiencias. Una vez disueltas las fronteras entre la alta cultura y la cultura popular el capitalismo global ha logrado mantener una alta rentabilidad a través de la institución Arte y el valor de exclusividad que el acceso a sus experiencias genera. El mundo del Arte se vende a sí mismo como un mundo exclusivo, como algo que no está hecho para cualquiera, ocultándose en la excusa de que no cualquiera podría entenderlo para justificar lo excluyente que resulta el acceso a sus experiencias. Pero es en esa exclusividad que radican las ganancias millonarias que el capital genera: mientras que en el discurso público se continúa vendiendo el Arte como un valor universal, en la realidad de la vida cotidiana de las mayorías el arte brilla por su ausencia. Así, los museos y las grandes instituciones del arte mantienen limpia su imagen ofreciendo un día a la semana el acceso gratis a sus exposiciones y, de resto, siguen manejando todas sus relaciones a partir de altas concentraciones de capital, concentradas en pocas manos. El mundo del Arte en tiempos de globalización se vende como un mundo exclusivo al que muy pocos pueden acceder, aún cuando sus productos y servicios tengan como base creativa las experiencias de las culturas populares. El mundo del Arte domina el mezquino arte de convertir lo popular en exclusivo, lo normal en interesante, lo más barato en lo más costoso, lo más callejero en lo más chic, lo más público en lo más privado.





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