El arte de la instalación consiste en hacer sentir natural la presencia del artificio que se inserta en un paisaje. Como Bernard Murigneux hace sentir vivas sus esculturas luminosas de plástico, que parecen desplazarse por los rincones de las ciudades, cayendo de los techos, doblando las esquinas, subiendo las paredes, como organismos unicelulares de dimensiones gigantescas. Los Symbionts son unos seres de la noche que se retroalimentan de la ciudad para resplandecer en la oscuridad, de cuerpos informes, siluetas irregulares y movimientos inciertos. Llenos de aire y cargados de luz, hechos de plástico y no de materia orgánica, pero más vivos que la mayoría de los transeúntes de la calle, los Symbionts de Murigneux son instalaciones que vibran con el paisaje. La instalación es una forma de intervención basada en el uso de las cosas. Es una forma de actuar sobre lo que nos rodea haciendo vibrar el territorio a través de artefactos. Por supuesto, el arte de la instalación suele implicar la puesta en práctica simultánea del arte de pasar a la acción. Intervenciones como las de Luzinterruptus, en las que se aborda la calle, con todo su azar y todos sus riesgos, siempre a altas horas de la noche, en el borde de lo legal y de lo ilegal implican, consciente o inconscientemente, tener que aprender a conjurar sus peligros cultivando el arte de pasar a la acción. Sin embargo, las acciones de Luzinterruptus se canalizan por medio de cosas, artefactos diseñados, instalaciones construidas. Lo que muchos aún llaman objetos. Como afirma Andy Abbott, del colectivo de intervención urbana Black Dogs de la ciudad de Leeds, “Los objetos son difíciles por su potencial conversión en artículos de mercancía, pero eso no quiere decir que no puedan ser usados responsablemente”. Quizás la clave radica en la desobjetivación de las cosas: en dejar de determinar lo que nos encontramos. El arte emergente del siglo XXI no piensa ni actúa en términos de sujetos ni objetos. Ni los artistas ni las obras de Arte son lo que definen el arte del nuevo milenio sino las prácticas cultivadas en medio de la vida cotidiana y las experiencias que a partir de allí se generan. Las cosas reutilizadas o los artificios creados por Luzinterruptus no valen como objetos por sí mismos, pues de hecho, están para ser desmontados y reutilizados por otras manos al poco tiempo de haber nacido. Los materiales, los soportes, las cosas que componen formalmente las instalaciones de Luzinterruptus tienen valor, sobre todo, por las experiencias detonadas. Michel Foucault habla de las experiencias como una cuestión de entrelazamientos: la correlación entre saberes, relaciones de poder y procesos de subjetividad. Son esos entrelazamientos lo que realmente importa en el arte emergente de hoy.
Las experiencias generadas a partir de instalaciones callejeras ofrecen formas abiertas, insertadas en medio de los paisajes urbanos, compuestas de materiales, soportes y cosas, que llegan a diseñarse y construirse a partir de la confluencia de diversos saberes y oficios. Pero las formas sólo llegan a sentirse por la gente gracias a los afectos, los perceptos, las emociones, las fuerzas involucradas, por los bloques de sensaciones plasmados en las materias formadas, y por el diagrama de fuerzas del medio ambiente en el que la instalación se inserta, las relaciones de poder en juego en aquellas circunstancias. A diferencia de las experiencias del mundo del Arte, encerradas en la seguridad de los espacios convencionales, las formas de la instalación callejera se entrelazan con las de un paisaje urbano vivo. Pero además, las formas de las instalaciones se imbrican y se entrelazan con diagramas de afectos y de fuerzas mucho más enriquecedores, los del azar en la calle y los espacios compartidos de la vida cotidiana, a diferencia de los espacios del mundo del Arte, siempre bajo control, siempre limitados, siempre regulados por las normas y los valores de los poderes dominantes que los financian. Sin embargo, según Foucault, algo más hace falta para vivir una experiencia además de percibir unas formas y de afectar y afectarnos por unas relaciones de poder en cuyo juego entramos. Hace falta la subjetividad de una vida para que se pueda generar una experiencia. En el caso de las instalaciones callejeras fugaces lo que se pone en juego es la subjetividad de los transeúntes que pasan por allí en ese momento, o para ser más exactos debido a la fugacidad de las instalaciones, sus procesos de subjetivación, es decir, sus relaciones consigo mismo. A veces las relaciones consigo mismo generadas por el arte de la instalación callejera pueden llegar a hacer que los que experimenten la intervención se piensen a sí mismos, piensen cuál es el uso de su libertad, cuál es su ética al habitar la ciudad y usar sus espacios. Otras veces la relación consigo mismo se efectúa no como pensamiento sino como pura sensación. En el vértigo de los ritmos de las rutinas urbanas arrancar una sensación a un transeúnte una noche cualquiera ya es suficiente. Es suficiente, pero también necesario: si no se despiertan sensaciones en alguien, no se generan experiencias. El arte de la instalación es una forma de acoplar sensaciones, de generar resonancia con lo que nos rodea. Al menos cinco principios pueden pensarse con respecto al arte de la instalación, cinco principios a partir de los cuales se puede cultivar libre pero consistentemente el arte de instalar: romper la normalidad, fundirse con el paisaje, reutilizar lo que se encuentra, cuidar lo que nos rodea y anticiparse a las consecuencias.
El arte de la instalación consiste en romper la normalidad: en hacer sentir los lugares como habitualmente no somos capaces de sentirlos. En transmutar la normalidad de las rutinas diarias en poder de asombro. En hacer ver lo que te rodea de otra forma, crear espacio-tiempos singulares, experimentar la cotidianidad de otro modo. En hacer lucir los gruesos tubos rojos que conducen el tendido eléctrico bajo el asfalto como gusanos mecánicos gigantes, por ejemplo, a partir de un simple gesto; una vez encontrados manojos de esos tubos al aire libre, en medio de las obras de mantenimiento de Chueca, bastó con introducirles una bombilla redonda para darles vida, casi como colocándoles ojos a unos seres de la noche que pasan desapercibidos para la mayoría. Museo de esculturas urbanas al aire libre muestra cuáles son los tipos de obras que se exploran a partir de las intervenciones de Luzinterruptus. No son las obras que las autoridades de las instituciones del mundo del Arte integran a sus circuitos y sancionan como obras de Arte. Son las obras cotidianas a partir de las cuales se construyen los procesos de la vida urbana las que se usan como fuentes de potencias sensoriales, como las obras de mantenimiento. Aunque normalmente las obras públicas suelen implementarse agresiva y acomodadamente según los intereses en juego, Luzinterruptus, al igual que muchos otros colectivos hoy, consiguen darle vuelta a las situaciones por un momento, transmutando sus procesos y sublimando los afectos y las fuerzas establecidas al generar experiencias impredecibles para los transeúntes de turno. El arte sirve para sublimar la energía más densa y oscura, para hacer de las experiencias negativas o agotantes de la vida diaria instancias de enriquecimiento y empoderamiento. El arte es una vía para fugarnos de la normalidad desde nuestra misma vida cotidiana. Por eso Deleuze y Guattari afirman que el arte nos libera de las emociones comunes, las que se forman a partir de la rutina y la normalidad de las opiniones de la vida diaria. El arte “desterritorializa el sistema de opinión que reunía las percepciones y las afecciones dominantes en un medio natural, histórico y social”, rompe la normalidad que vuelve rutina la cotidianidad. El arte de la instalación urbana no es la excepción: la capacidad de despertar sensaciones insertando artificios en los paisajes urbanos consiste en hacer brotar lo extraordinario de los territorios ordinarios de la ciudad. Exactamente lo contrario a las exposiciones de Arte, que vuelven ordinario lo extraordinario al exhibir cosas o presentar experiencias potencialmente enriquecedoras en formatos, espacios, horarios, normas y ambientes predecibles y predeterminados. Nada más normal en la vida urbana globalizada que una exposición de Arte. La instalación no equivale a la exhibición de objetos o información que caracteriza las sobreexplotadas exposiciones, la saturada forma de mantener en movimiento los circuitos del mundo del Arte. La instalación urbana funciona como una sorpresa inesperada que acontece en medio de las rutinas ordinarias, no como una obra o un evento pertenecientes a un entramado institucional reconocido como mundo del Arte, pues no se integra a sus horarios ni a sus lugares, ni se somete a sus reglas, ni a sus valores, ni a sus límites.
La gracia del arte de instalar radica en fundirse con el paisaje: en hacer sentir natural la presencia del artificio. No basta con inventarse “exposiciones móviles” y llevarlas a los espacios públicos. La exposición es la forma legitimada mediante la cual se transfiguran las cosas y los gestos en obras de Arte. El intento de revitalizar el espacio público implica algo más que llevar las obras de Arte a la calle, porque así lo único que se consigue es llevar la galería y el museo al exterior, mantener las relaciones de dominio que se ejercen a través del mundo del Arte, reforzar la separación entre arte y vida cotidiana. Se trata de dejar de exponer y empezar a intervenir los acontecimientos. Intervenir las realidades sociales de las cuales hacemos parte, ese es el intento que atraviesa una multiplicidad ilimitada de artes urbanas y callejeras desplegadas alrededor del planeta, ese es el espíritu compartido por el arte emergente del siglo XXI. La instalación es una forma de intervenir la sociedad. Es mucho más que un gesto formal, sus poderes van más allá de lo estético. La instalación puede devenir una fuente de revitalización de los espacio-tiempos compartidos socialmente. Las instalaciones realizadas por fuera de los espacios y los tiempos convencionales del mundo del Arte pueden convertirse en poderosas fuentes sensoriales sólo si se logra insertar la instalación impecablemente en el paisaje abordado. No se trata de apropiarse del espacio, ni de invadirlo: así no se logra resonar con el ambiente. Tampoco se trata de llegar a integrarse: así las sensaciones se pierden. Se trata de fundirse. De fundirse con el ambiente que rodea lo instalado. Para fundirse con el paisaje hace falta, primero, ensamblarse formalmente. Pero fundirse sólo se consigue cuando se genera un acoplamiento sensorial con el ambiente. El cultivo del arte de instalar se concentra en ganar experiencia al momento de aprender a acoplar sensorialmente la instalación con el paisaje intervenido, es decir, aprender a hacer resonar las cosas con lo que las rodea. En cuanto a esto hay mucho que aprender de las instalaciones que realiza Luzinterruptus. Los artificios que instala constituyen intervenciones electrizantes que, a pesar de lo fugaces o pasajeras que resultan, consiguen fundirse plenamente con los paisajes urbanos que se encaran. Como el Otoño casi efímero que se inventaron en medio de un parque del barrio Moratalaz a final del año 2009, levantando levemente del suelo con alambres las hojas secas caídas de los árboles, y acompañándolas de minúsculas lucecitas blancas en las puntas, confundiendo los límites entre la naturaleza y el artificio, exprimiendo la ficción oculta de la noche “hasta que nos pareció que de verdad una ligera ráfaga de luz había hecho elevarse las hojas caídas por el otoño”, invocando la magia, haciendo lucir increíblemente natural el artilugio. La poesía urbana de Luzinterruptus detona con fuerza por el modo en que sus instalaciones se acoplan con los ambientes de los espacios de la ciudad escogidos, injerencias mimetizadas con los paisajes intervenidos, artefactos en resonancia con las fuerzas que las atraviesan.
Reutilizar lo que se encuentra
Las instalaciones urbanas autogestionadas pueden llegar a ser reutilizables: no sólo se suelen componer de materiales reciclados, sino que además se suelen caracterizar por resultar a su vez reciclables. La impecabilidad en el arte de la instalación no es cuestión de limpieza, ni de buen gusto, ni de cumplir la ley, ni de ser correctos. La impecabilidad en el arte de la instalación sólo consiste en desaparecer sin dejar huella. Las instalaciones urbanas callejeras son montadas en los espacios compartidos de la vida cotidiana, y allí se dejan: esa es su naturaleza. Se sabe que la mayoría de las veces las instalaciones urbanas callejeras son recogidas por los servicios públicos o privados de la limpieza, o que la misma gente se las lleva, por partes, o enteras. Sin embargo, el arte de la instalación no puede dar por hecho eso, así que los intentos de instalación autogestionados necesitan pasar por pensar cómo evitar deteriorar los espacios y los ambientes que se intervienen. La clave está en reciclar, pero no sólo lo que encontramos, sino también lo que dejamos. Lo que usamos para componer y lo que lanzamos. El cuidado del medio ambiente no se reduce a un discurso: es algo que se pone en práctica. Luzinterruptus, por ejemplo, recicla para componer una Lluvia de bombas de luz: cincuenta bolsas de plástico ordinarias a las que el colectivo les dio forma y las llenó de luz para regar una nave industrial en las inmediaciones de Salamanca. Pero el reciclaje no se detuvo una vez concretada la composición; continuó hasta desaparecer. Una vez finalizada la intervención todo el plástico es recogido, almacenado y luego re-utilizado por otro colega, que a su vez diseñará una intervención particular distinta en el centro de la ciudad. Las mismas alucinantes bolsas de Basura Urbana IV no eran más que unas bolsas dentro de otras bolsas, un reciclaje de bolsas desechadas por los comerciantes que colectivos de intervención urbana usan hábilmente para darle vida a otro tipo de experiencias, e incluso, del mismo modo que sucede en Salamanca, a veces, bolsas o cualquier otro tipo de elementos, que pasan de colectivo en colectivo, aprovechándose al máximo para volver a crear. “La idea de que otros conviertan nuestro trabajo en el suyo propio nos hace pensar en futuras colaboraciones en esa línea”. Reciclar es una acción básica del arte de la instalación. El reciclaje de materiales, el reciclaje de ideas, el reciclaje de intentos. “Dejamos campo para otros artistas en las calles o para los usuarios de esos espacios públicos, los cuales escasean en las grandes ciudades”. La reutilización de las formas y las fuerzas que se encuentran, más allá de cualquier artista o de un colectivo, pasa sobre todo por las iniciativas de la gente común. “Esperemos que las jaulas sean reutilizadas como lámparas, como maceteros o como lo que a cada uno se le ocurra. Quizás así el barrio se llenará de destellos dorados en los balcones”, declaraba Luzinterruptus después de montar su instalación Recuerdos enjaulados. Los colectivos de acción callejera no son más que la pólvora que detona la explosión de una energía que hace mucho está lista para ser liberada.
Aun tratándose de experimentar sensaciones, se puede cuidar lo que nos rodea: el arte de instalar requiere una conciencia ecológica para llegar a ser ejecutado impecablemente. Una conciencia ecológica social, a la manera de la ecología social de Félix Guattari, mantiene a los individuos que pasan a la acción conectados con la Tierra de los territorios que intervienen, entre ellos también los territorios sociales entrelazados con los espacios afectados. Esa conciencia se manifiesta a través del principio de cuidar lo que nos rodea para poder resonar con él. No sólo se cuidan los recursos, se contemplan y se cuidan todas las vidas involucradas, las humanas y las inhumanas. De lo contrario no hay instalación, sino invasión o apropiación del espacio. Pensar y actuar más allá de los intereses personales: impulsados por el ego no logramos instalar, tan sólo violentar. Incluso con el máximo impacto, instalar, en última instancia, es una acción al servicio del entorno que nos rodea. Luzinterruptus parece sentirlo, y así lo pone en práctica en el registro que hacen a través de su página web de cada una de sus instalaciones llevadas a cabo. En cada registro brindan los datos de un indicador que suele echarse en falta la mayoría de las veces que los artistas intervienen los espacios sociales. El sensible indicador es daños causados, jugando a ser sistemáticos como las máquinas, pero en el fondo mostrando una voluntad de expresión que no se halla ahogada por la frialdad o el egoísmo. El cuidado de lo que nos rodea al momento de realizar instalaciones urbanas implica poner en práctica el arte de pasar a la acción, para adquirir plena conciencia de lo que se hace cuando se lleva a cabo la intervención. Así, el cuidado de lo que nos rodea nace desde el mismo momento en que se concibe la instalación. Incluso, más allá de cada instalación, cuidar lo que nos rodea puede ser el intento mismo de los individuos o los colectivos que pasan a la acción.
El intento sostenido por el colectivo Luzinterruptus, revitalizar los espacios públicos de su ciudad, es una manera de cuidar lo que los rodea. Sus instalaciones son los instrumentos para inyectarle vida a los rincones de la urbe que más lo necesitan. Por ejemplo, clavando doscientas sombrillitas chinas de coctel ligeramente iluminadas en la desierta tierra de una zanja destapada perteneciente a una obra en la calle Libreros consiguen llenar de luz y color, de vida y energía un espacio muerto. Sombrillas en playa de obras muestra cómo se puede llenar de vida un espacio, con un bajo presupuesto, pero con una alta dosis de creatividad. Y a lo lejos, otro sucio espacio bajo construcción parecía una playa llena de luminosas piedras preciosas de todos los colores arrastradas por la marea de la ciudad. Luzinterruptus inyecta vida y calor a través de luz artificial: aprovechando los hoyos en el asfalto de la calle Pizarro producidos por una reparación, hacen germinar luz, como si estuviera sembrada, como cualquier hortaliza. La luz, una cosecha urbana plantada en el asfalto. “La calle Pizarro de Madrid nos sirvió de escenario” dicen en la web, “y el trabajo de las máquinas taladrando el asfalto, de inspiración” para aquella instalación, Cráteres luminosos del más acá. En otras ocasiones siembran, además de luz, directamente hortalizas, como en sus Huertos urbanos cultivados en la calle Andrés Borrego y Jesús del Valle del barrio de Noviciado, en los que plantan diez kilogramos de vegetales en la tierra de los contenedores de una obra en construcción. Los espacios más muertos de la ciudad se revitalizan gracias a los gestos de Luzinterruptus; lo más ordinario se vuelve especial, lo que usualmente se desprecia se torna valioso en sus acciones. Ellos descubren la vida oculta en los rincones más subestimados, como los asombrosos murciélagos de estropajo de alambre y ojos rojos fulgurantes de la Calle del Pez, otros seres de la noche que sólo se encuentran Habitando andamios. O los pájaros que residen en la calle Preciado usando las bolas amarillas que se colocan para evitar accidentes en los anclajes de ese mismo tipo de andamios de los pasajes bajo construcción, que en sus Nidos urbanos develan los hábitats insospechados que pueden llegar a surgir cuando reinventamos nuestra cotidianidad, cuando hacemos y deshacemos la cultura de la que hacemos parte. Igual que la naturaleza inventa nuevos modos de habitar el caos urbano, como las plantas y flores de asfalto que se las ingenian para brotar en medio del cemento, visibilizadas por el colectivo en Luz verde sobre fondo gris, el arte de la instalación inventa nuevas formas de recomponer lo que ya está formado. Cuidar lo que nos rodea es poner a vibrar la vida cuando decidimos abordarla.
Anticiparse a las consecuencias
Hace falta pensar lo que se desencadena: como cualquier arte de la intervención, el arte de la instalación sólo se completa cuando el intento emprendido logra anticiparse a las posibles consecuencias. No hay manera de predecir lo que va ocurrir, la fuerza del azar es incontrolable. Pero cada intento, según las circunstancias en las que se inscribe, ofrece en potencia una serie de posibilidades que pueden anticiparse para conjurar problemas y aprovechar oportunidades. Al momento de concretar la instalación resulta indispensable pensar todo lo que se necesita pensar tal como el arte de pasar a la acción enseña. Sin embargo, el arte de la instalación presenta una diferencia con respecto a la manera de anticiparse a las consecuencias que se pone en práctica con el arte de pasar a la acción: las instalaciones callejeras se mantienen vivas solas, durante un tiempo, sin la presencia ni el control de sus responsables originales. Es lo que Deleuze y Guattari describen como la condición de que “el compuesto se sostenga por sí mismo”. Incluso cuando se trata de instalaciones callejeras fugaces, que no intentan conservarse ni enaltecerse como obras de Arte, las composiciones necesitan sostenerse por sí mismas antes de desaparecer. Para ello hace falta anticipar las posibles consecuencias que pueden desencadenarse ante la presencia de una instalación que rompe la normalidad del espacio-tiempo intervenido. Si no se desarrolla y se practica esa capacidad de anticipación, no sólo puede que la instalación no se logre montar del todo, sino que además se puede terminar contribuyendo a alimentar y reforzar el curso de procesos sociales no deseados. Una vez, por ejemplo, Luzinterruptus decidió llamar la atención acerca de una realidad vivida por todos los barrios periféricos de las ciudades contemporáneas: la incertidumbre acerca de la duración de las obras públicas, pues nunca hacen parte de la lista de las prioridades administrativas. Para ello diseñan y preparan una instalación llamada Obras que se quedan a vivir, pensada para las calles de la Plaza Corazón de María en Bilbao, que para ese momento llevaba más de tres años de trabajo intermitente en unas obras de reconstrucción, manteniendo a los habitantes del barrio en constante zozobra. Aprovechando el presupuesto y la invitación del BLV-Art de Bilbao, diseñan una larga fila de somieres de paso construidos a partir de veinticinco vallas de contención que sirven de cabeceras, acompañadas de almohadas y de sábanas iluminadas recubriendo los soportes hechos con cajas de cartón, e incluso una que otra lamparilla de noche complementaria. Le llevaron al barrio una fila de camas alumbradas en plena plaza y en medio de la noche. De lejos parecían mullidos colchones ofrecidos sobre la aspereza del asfalto y el deterioro del área circundante. Parecía una comodidad que valía la pena regalar. Pero hizo falta anticiparse a las consecuencias: “Tristemente no pudimos concluir la instalación, ni siquiera con la ayuda de varios voluntarios adultos y muchos niños que en ese momento estaban en la plaza. Porque mientras nosotros montábamos por un lado, muchos de los que allí se congregaban, atraídos por el resplandor de nuestras luces, se dedicaron a quitar todo lo que brillaba, para acabar destruyendo por completo, lo que con tanto esfuerzo habíamos construido. Las fuerzas vivas de la ciudad, que también andaban por allí, no pudieron evitar que en menos de dos minutos todo fuera destrozado y no quedara, ni una luz, ni un edredón, ni una almohada, sanos y salvos. Nuestra instalación, claramente, no era la más adecuada para un barrio como el de San Francisco, ahora deprimido y degradado, pero sobre el que se cierne un proceso de gentrificación bastante evidente, al que muy a nuestro pesar, hemos contribuido un poquito”. Luzinterruptus, con la honestidad que registran sus acciones, evidencia su deseo de aprender a cada paso, en medio de la experiencia, junto a la gente a la cual se dirigen sus instalaciones. “Menos mal que algo hemos aprendido de todo esto…”.
Más allá de las intenciones, los intentos
Los golpes de gracia que hacen sentir poesía en medio de la vida diaria no siempre son sólo producto del azar o de actos puramente espontáneos, aunque muchas veces así suceda. A veces la poesía brota sólo después de un esfuerzo sostenido y un plan diseñado con semanas de anticipación, como los poemas colgantes de los árboles de La Casa de América en Madrid, envueltos en sobres blancos iluminados, “1.000 poesías por correo” al acceso de los asistentes al Festival 2010 poetas por km², escritas por los mismos invitados al evento e instaladas por otro tipo de poetas contemporáneos, un colectivo entregado a cultivar el arte de la instalación urbana. “Planeamos los proyectos con semanas de anticipación y repensamos más de una instalación al mismo tiempo, aunque hay días en que vemos algo que nos inspira y actuamos inmediatamente, improvisando”. Entre el cultivo de la práctica de la instalación urbana y la espontaneidad de la improvisación callejera se teje el arte de Luzinterruptus, anticipándose a las intervenciones, pero en sintonía con la contingencia. “Aprovechando nuestra visita de febrero a Nueva York, para asistir a la exposición Contemplating the Void del Museo Guggenheim, en la que exhiben una propuesta ideada para el atrio del Museo, queremos salir a la calle con nuestras luces, que es lo que realmente nos interesa y más nos gusta hacer”, declara el colectivo comenzando el 2010. “Nuestra intención es llevar a cabo una instalación efímera, Literatura versus tráfico, con luz y libros en una de las avenidas más transitadas de Manhattan, cortando uno de sus carriles al tráfico para uso de los peatones”. Unas cuantas semanas más tarde, registran lo que finalmente sucede: “Hemos tenido que modificar un poco nuestro proyecto inicial en el que pretendíamos colocar 2.000 libros en una avenida principal de Manhattan porque no nos fue posible encontrar ayuda para gestionar permisos, ni financiación, así que al final, con 800 libros y sus respectivas luces, conseguimos un resultado más que digno y sobre todo hecho como a nosotros más nos gusta, de manera autogestionada y con la ayuda de amigos”. Cuando las intenciones originales no se cumplen Luzinterruptus encuentra la forma de sostener el intento. Los proyectos diseñados contando con los presupuestos y los permisos de los festivales y las instituciones del mundo del Arte no siempre pueden realizarse. Se aprovechan sus recursos cuando están a la mano y no se condiciona la libertad del intento, pero el arte de la instalación, al igual que cualquier otro arte de intervención urbana no puede depender de patrocinios y apoyos institucionales para poder llegar a ser realizado. Luzinterruptus muestra cómo a través de la autogestión se pueden sostener los intentos. Los proyectos se pueden cambiar, acorde a las circunstancias; habría que sostener el intento. Luzinterruptus no sólo lleva sus planes a cabo, también está preparado para componer mano a mano con el azar. “Las condiciones eran excelentes, no había ni un destello de esa luz amarillenta que dan las farolas madrileñas, la luna estaba llena y no había nadie por las calles. Andábamos subidos a la escalera, cuando la plaza se llenó de luces de policía, de bomberos, del SAMUR y finalmente de las pompas fúnebres. Un suicidio, dos casas más allá, hizo desmontar todo y marcharnos a toda prisa. Aunque no pudimos terminar nuestra pieza, las fotos del montaje nos han parecido tan interesantes, que hemos decidido darla definitivamente por concluida, quedando congelada en imágenes para el recuerdo. La hemos llamado Interruptus (I)”. Hasta las intervenciones fallidas pueden constituir valiosos intentos. La poesía se instala junto a nosotros cuando menos nos hemos dado cuenta.
Enlaces
Luzinterruptus:
www.luzinterruptus.com/?page_id=253
Entrevista a Luzinterruptus en Urbanartcore:
www.urbanartcore.eu/luzinterruptus-we-are-not-light-art-pioneers/
Graffiti Research Lab:
http://graffitiresearchlab.com/
Led Throwies:
http://graffitiresearchlab.com/projects/led-throwies/
http://es.wikipedia.org/wiki/LED_Throwie
http://www.instructables.com/id/LED-Throwies/
Eyebeam OpenLab:
http://eyebeam.org
Black Dogs:
http://andyabbott.co.uk/
Guerrilla Lighting:
http://guerrillalighting.net
www.theprojects.com.au/guerrilla-lighting
Bernard Murigneux:
http://bernard.murigneux.free.fr
Symbionts:
www.svetlobnagverila.net/2010/eng/symbionts.htm
Lighting Guerrilla:
http://www.svetlobnagverila.net
Urban Screen:
www.urbanscreen.com
Galería Starter, Recycling sunday:
http://starter.org.pl/2011/07/recykling-sunday/
Site-Specific Art:
http://en.wikipedia.org/wiki/Site-specific_art
Bibliografía
Acerca de los bloques de sensaciones:
Gilles Deleuze, Francis Bacon. Lógica de la sensación. Arena, Madrid, 2002.
Gilles Deleuze / Félix Guattari, Percepto, afecto, concepto. En ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.
Acerca del plano de composición:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.
Acerca de la obra de Arte como monumento:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, Percepto, afecto, concepto. En ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.
Acerca de qué es una experiencia:
Michel Foucault, Historia de la sexualidad volumen II: El uso de los placeres. Siglo XXI, México, 1986.
Acerca de la ecología mental, social y medioambiental:
Félix Guattari, Las tres ecologías. Pre-Textos. Valencia, 2000.
Acerca del arte del acecho, cómo pasar a la acción:
Carlos Castaneda, La rueda del tiempo. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.
______________, El conocimiento silencioso. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.
______________, El don del águila. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.
Acerca de estar sitiado, tener posesiones personales que defender:
Carlos Castaneda, El don del águila. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.
Acerca del environment:
Allan Kaprow, Essays on the blurring of art and life. University of California Press. Berkeley, 1993.
Acerca de las exposiciones como formato privilegiado del mundo del Arte:
Hubert Glaser (comisario), L’ art de la exposition. Catálogo de exposición.