Luzinterruptus:

El arte fugado de las exposiciones de Arte




Abstract

El arte de la instalación consiste en hacer sentir natural la presencia del artificio que se inserta en un paisaje. El cubo blanco que sirve de modelo de los espacios del mundo del Arte, la neutralización sistemática del paisaje, sólo permite colocar y ubicar, pero no realmente instalar, porque para ello hacen falta las formas de algún paisaje exterior y los ambientes de fuerzas de algún afuera. Por eso, el arte de instalar sólo se puede desarrollar en medio de los espacios de la vida cotidiana. El mundo del Arte contemporáneo se limita a llevar las obras de Arte a la calle a través de exposiciones móviles organizadas por fuera de sus espacios más convencionales. El arte emergente del siglo XXI ya no concibe las creaciones y las composiciones como obras de Arte, ni se limita al formato de la exposición al momento de compartir lo que se hace. El arte de la instalación urbana callejera es el cultivo de una práctica que desborda la obra y la exposición de Arte. En lugar de erigir monumentos, las instalaciones callejeras infiltran elementos en los paisajes urbanos para abrirnos las puertas a experiencias inesperadas: emplazamientos a través de los cuales se distribuye poder para la gente por medio de sensaciones. El colectivo anónimo Luzinterruptus muestra cómo las instalaciones urbanas callejeras logran infiltrarse en medio de los flujos de la vida social para generar experiencias inesperadas. En vez de crear obras para ser conservadas o de exhibirlas a través de exposiciones, generan experiencias fugaces abiertas al azar de la vida urbana. Luzinterruptus revitaliza los espacios urbanos a partir de la luz artificial. A través de su labor Luzinterruptus plasma fehacientemente el espíritu del arte del nuevo milenio, ejerciendo en la práctica sus valores más característicos: la autogestión, la acción colectiva, el anonimato, el espacio compartido, el libre acceso, el reciclaje, la experimentación, la fugacidad y la cotidianidad. Además, en lo que respecta a la práctica de la instalación urbana, plasma de un modo consistente los cinco principios a partir de los cuales se puede cultivar libremente el arte de la instalación: romper la normalidad, fundirse con el paisaje, reutilizar lo que se encuentra, cuidar lo que nos rodea y anticiparse a las consecuencias.


Keywords

Instalación urbana, exposición, experiencia, sensación, autogestión, acción colectiva, anonimato, espacio público, libre acceso, reciclaje, experimentación, fugacidad, cotidianidad, urban light art, Luzinterruptus.



* * *


EL ESPÍRITU DEL ARTE DEL NUEVO MILENIO

Vas caminando por Madrid una noche, una noche cualquiera, y de repente te encuentras en el suelo con un montón de bolsas de basura que brillan como luces de neón. Son las mismas grandes bolsas de plástico de siempre, puestas en la calle para ser recogidas por el camión de la limpieza, pero esta vez la basura que contienen parece casi palpitar de los destellos que irradia, llena de luces azuladas y resplandores blancos, de emanaciones sobre el ambiente que van del rosado fluorescente, casi radioactivo, hasta un violeta fulgurante. Esa basura rompe al instante la normalidad de nuestra rutina diaria. Parece la basura que hubiera dejado un ovni, pero en plena Calle Carretas de Madrid. A veces basta con salir a la calle para salir de nuestro mundo, aunque pocas veces unas bolsas de basura resultan así de fascinantes y misteriosas. Y sin embargo, de un momento a otro, en menos de lo que alcanzas a pensarlo, llega el camión de la limpieza y se las carga, cómo no, como cualquier otra bolsa. “Nunca hicimos una instalación tan efímera; justo al terminar de fotografiarla vimos cómo el camión de la basura las engulló y trituró”. Apenas cinco minutos dura el ácido incandescente en Calle Carretas; después, la normalidad sigue su curso. Pero la noche de los que logran verla, quizás tocarla, no termina siendo la misma de siempre. La instalación Basura urbana IV se infiltra en medio de la vida cotidiana más ordinaria para abrirnos otros horizontes, aunque sea sólo por un instante. Los directos responsables de la instalación, el colectivo Luzinterruptus, se camufla con la noche para llenar de luz los paisajes urbanos más olvidados de la ciudad. El arte de iluminar la vida diaria a través del arte de las instalaciones urbanas: puro arte del siglo XXI. A través de su labor Luzinterruptus plasma fehacientemente el espíritu del arte del nuevo milenio, ejerciendo en la práctica sus valores más característicos: la autogestión, la acción colectiva, el anonimato, el espacio compartido, el libre acceso, el reciclaje, la experimentación, la fugacidad y la cotidianidad.


Autogestión

Luzinterruptus es un colectivo que realiza intervenciones en el dominio público a partir de instalaciones de luz artificial. Durante varios años han sostenido y autogestionado el intento que comparten: revitalizar los espacios públicos de su ciudad. Mezclando técnicas y conocimiento de ámbitos diversos, como las Artes plásticas, la iluminación y la fotografía, el colectivo ha logrado hacer brotar la poesía en medio de las calles de Madrid. “Hacemos instalaciones en los espacios públicos y usamos la luz como materia prima y la noche como nuestro lienzo”. El urban light art cada vez adquiere más prestigio, gracias al apoyo de las administraciones públicas y la empresa privada, al momento de organizar eventos monumentales, de alto presupuesto, y con las últimas tecnologías disponibles a la mano, como las sofisticadas proyecciones de imágenes en tercera dimensión procesadas gráficamente y en tiempo real sobre las superficies arquitectónicas de los grandes edificios de las ciudades cosmopolitas que Daniel Rossa y Urban Screen llevan a cabo. Las instalaciones de Luzinterruptus constituyen experiencias completamente distintas. “Lo que hace nuestro trabajo diferente es que lo hacemos en la calle, de forma clandestina y espontánea, la mayor parte de las veces sin patrocinadores, usando materiales que encontramos en la misma calle”. El arte de la instalación que practica Luzinterruptus se realiza por fuera de los circuitos del mundo del Arte, aun cuando cada vez son más las invitaciones que reciben por parte de museos, galerías y festivales para participar en sus eventos. La ética del hazlo tú mismo es la que mueve el espíritu del colectivo, la misma que ha sostenido su intento durante años, antes de empezar a ganar visibilidad en los circuitos establecidos del Arte urbano. La autogestión es la estrategia que les permite mantenerse activos todo el tiempo, independientemente de otras eventuales fuentes de subsidios. La autogestión es el aire que posibilita mantener la llama encendida de su intento, la revitalización de los espacios urbanos a partir de la luz artificial. Cuando no haya presupuestos de festivales ni de instituciones del mundo del Arte para patrocinar lo que hacen, la autogestión seguirá proporcionando las condiciones para evitar que ese fuego se apague.

¿Cómo se pueden hacer instalaciones de luz artificial en medio del paisaje urbano, con nuestros propios medios y por nuestra propia iniciativa? Luzinterruptus muestra cómo se puede hacer realidad un intento así. “Hacemos un esfuerzo por usar el material menos costoso y menos valioso para las instalaciones, reciclándolo de la calle”. La autogestión implica ver lo propio más allá de la propiedad: el reciclaje de los elementos encontrados es la fuente básica de recursos al momento de emprender iniciativas de intervención en el paisaje urbano. Lo que alguien más dejó de usar puede arreglarse para que ahora nosotros lo usemos. Esa es la dinámica básica del arte de la instalación callejera: hacer de los medios restantes de la sociedad la materia prima para las nuevas intervenciones; con esa base ya es posible llevar a cabo instalaciones autogestionadas. De ahí en adelante, el dinero que se pueda invertir para la compra de materiales servirá para el diseño de instalaciones de mayor envergadura. “No todo el material de iluminación es barato, lo cual nos previene de hacer instalaciones a gran escala”. La decisión de usar luz artificial implica necesariamente, a diferencia de otro tipo de instalaciones urbanas más sencillas, la adquisición de cierto presupuesto para financiar sus acciones. Sin embargo, la sana austeridad desplegada a través de las instalaciones gestionadas a partir del reciclaje se complementa plenamente con la voracidad de su voluntad creativa, realizando instalaciones más grandes usando los recursos económicos obtenidos de otras fuentes. “Nos gusta ir a festivales con un presupuesto fijo, porque nos permite realizar trabajos en escalas mayores, y nos provee de recursos para las próximas instalaciones nocturnas en la calle”. Aquí radica la flexibilidad, y a la vez, la consistencia de su intento: se hace uso del presupuesto de los festivales de Arte para la realización de las acciones que necesitan más recursos, y además se completa dinero para continuar haciendo instalaciones por fuera de los circuitos convencionales de Arte. Es un ejemplo de cómo convertir el dinero de las instituciones en recursos para seguir autogestionando nuestro intento.

Los miembros de Luzinterruptus usualmente salen a la calle para hacer sus instalaciones una vez por semana. Mantener semejante ritmo de trabajo los ha llevado a contar en pocos años con una prolífica trayectoria, pero además, les ha permitido mantener sostenido su intento. “Hace falta combatir nuestras rutinas diarias”, dicen. La instalación urbana no es su profesión: cada uno de ellos ejerce su propio oficio, cada cual cuenta con sus fuentes de ingresos para subsistir. Pero la instalación urbana tampoco es su hobby: es algo mucho más vital y urgente. Es la fuerza de la pasión que los atraviesa conjuntamente, lo suficientemente fuerte como para llevarlos a trabajar con rigor y constancia a lo largo de todo el año, ni siquiera por un ánimo de lucro ni por orden de ningún jefe, sino por la satisfacción de hacer algo por su ciudad, únicamente por la voluntad de poder de su propia iniciativa. El corazón es siempre el motor central de la autogestión. Nada los obliga a hacer lo que hacen, nadie los lleva a incurrir en tales esfuerzos. Lo que los impulsa es el intento que comparten. La autogestión de Luzinterruptus, su decisión de no depender del dinero de patrocinadores para mantener vivo su intento, es su respuesta al sistema de vida capitalista y el modo en que se explota la urbe contemporánea, en beneficio de unos pocos, en detrimento de las multitudes. Los carteles publicitarios de las empresas privadas invadiendo el espacio público, los alumbrados excesivos de las administraciones públicas sólo en los sitios que más le interesa proteger, mientras, a su vez, la pobreza en la luz y el ambiente de las noches en los lugares más olvidados se mantiene, igual que el descuido de la gente común, de nosotros mismos, hacia los espacios compartidos, arrastrados por la ética individualista que caracteriza las sociedades más globalizadas. La autogestión de iniciativas de construcción de otros modos de habitar la ciudad, como las de Luzinterruptus, emerge como la respuesta más efectiva a nuestras limitaciones. La lucha contra los poderes dominantes a veces se hace explícita en las acciones de Luzinterruptus y en su estilo, como la plaga de mosquitos que desatan sobre los carteles publicitarios, “con sus cantos de sirena que hablan de lujo, consumo, marca y belleza irreal e inalcanzable”, doscientos insectos hechos a mano, estrellados contra los cristales de decenas de marquesinas publicitarias sobreiluminadas. Ni siquiera Eva Longoria pudo salvarse de aquella plaga, y como tantos otros modelos congelados en cajas de luz para vender productos terminaron bombardeados de bichos estrellados contra sus caras, una masacre en plena cara de la belleza mercantilizada, publicidad privada manchada de sangre, con pedazos de patas y alas de mosquitos aplastados contra sus pantallas. La instalación Trampa para mosquitos de junio de 2010, más que una crítica, es una acción directa contra los poderes dominantes de las sociedades globalizadas. A través de la luz artificial Luzinterruptus responde ante las penumbras de nuestro sistema social. Luzinterruptus lucha contra los poderes que limitan nuestras vidas. “Este estresante ir y venir de coches patrulla ha causado en nosotros un preocupante principio de manía persecutoria policial (…) Es por eso que, tratando de representar la paranoia que nos está consumiendo, hemos llevado a cabo la instalación Tanta policía, para tan poca gente… añadiendo a todos los coches aparcados en las cercanías de la Plaza del Dos de Mayo nuestras rudimentarias luces policiales, construidas con vasos de plástico, papel de celofán azul y luces intermitentes”. Según han declarado para el blog Urbanartcore, Tanta policía, para tan poca gente… es una de sus instalaciones favoritas. “Allí hemos logrado resumir lo que nos gusta que siempre sea la esencia de nuestro trabajo: mínimos recursos, máxima efectividad”. Para fugarse del Sistema la autogestión resulta estratégica.


Acción colectiva

Las destrezas individuales de cada miembro de Luzinterruptus confluyen por medio de la acción colectiva. Más que la expresión de la personalidad de unos integrantes, lo que se plasma a través de su labor es la subjetividad compartida en torno a afectos e inquietudes acerca de los entornos urbanos y las maneras de habitarlos. “Queremos usar nuestra creatividad en la acción común”, declaran. Las instalaciones que realizan no encajan en los parámetros establecidos por ninguna disciplina, sino en la libre mezcla de prácticas diversas. Su cometido es estético, pero a la vez político, y por lo tanto, ético. Luzinterruptus no hace obras de Arte. Sus instalaciones son la apertura a otro tipo de experiencias. En su intervención de abril de 2010, Publicidad herida de muerte, las paredes de las calles sangran justo en las zonas saturadas de anuncios publicitarios, no por casualidad sino calculadamente, conforme a un previo plan a partir del cual se intenta que los transeúntes cobren conciencia del exceso de publicidad invasiva en nuestras ciudades. La instalación Servicios públicos, casi año y medio más tarde, no sólo constituye una crítica mordaz al deterioro de los espacios urbanos que viene con el uso de la vía pública como urinario, sino que también constituye una idea útil y práctica para implementar urinarios de emergencia de bajo costo, pues de hecho, “nos consta que algunos fueron usados…y otros… estarán en la casa de alguien… cumpliendo no sabemos bien qué función”. El sentido de las intervenciones urbanas de Luzinterruptus frecuentemente se conecta con algún tipo de pragmatismo. “Rezamos para que al rehabilitar las plazas de Madrid, no las conviertan en grandes losas grises, sin un atisbo de verde en su superficie, pero hasta ahora nuestras plegarias no han surtido efecto, ya que siempre acaban convertidas en grandes losas monocroma, poco adecuadas para que los niños jueguen, pero ideales para situar en ellas mercadillos, que convierten el espacio público en descaradas zonas para el comercio”. Por eso deciden intervenir dichas bancas de losas grises monocromas del Parque Cabestreros y convertirlas en grandes y pesados ataúdes, acompañadas de flores y de coronas mortuarias, retratos ovales de fallecidos y obligados R.I.P. en letras doradas. Plaza un poco muerta, es el título de la intervención. Las críticas de Luzinterruptus no se quedan en la crítica: son intentos de intervención directa sobre el tejido social. El enorme potencial estético de sus intervenciones convive con un pertinente cúmulo de inquietudes políticas, particularmente centradas en los usos y las posibilidades de los espacios públicos. Luzinterruptus no hace obras de Arte: genera experiencias insospechadas. Sus intervenciones urbanas no son exposiciones de obras: son instalaciones que se infiltran en medio de los flujos de la vida social.


Anonimato

Más importante que las intenciones personales de alguno de sus miembros es el intento que conjuntamente comparten. Por eso Luzinterruptus se presenta a sí mismo como un colectivo anónimo. La identidad de sus integrantes se mantiene bajo reserva, no sólo para evitar cualquier problema con la ley, sino también para reforzarse como grupo. Las artes urbanas callejeras son acciones emprendidas entre las fronteras de lo legal y lo ilegal, que implican siempre, además de una gran responsabilidad, una mezcla entre prudencia y astucia. Por eso el anonimato, más que una opción de moda, constituye una condición necesaria para poder pasar a la acción. Aun así, el anonimato posibilita mucho más. En el caso de las acciones colectivas, el anonimato hace que el sentido de grupo prevalezca sobre la importancia personal. El anonimato ayuda a diluir el ego, y en el caso de los colectivos, fortalece la acción común. Al mismo tiempo que Luzinterruptus se mueve en Madrid, muchos otros colectivos alrededor del planeta hacen lo suyo, compartiendo su ética de hazlo tú mismo, de forma anónima y clandestina, la mayoría de las veces desapercibida por parte de los demás. Casi nunca nadie les reconoce nada de lo que hacen, y eso es lo mejor que les puede pasar: una terapia contra el ego mientras se hace lo que más les gusta. El arte de las instalaciones urbanas hechas a partir de luz artificial se despliega en los primeros años del siglo XXI, gracias a las nuevas tecnologías que hacen más accesible sus equipamientos en esa época. Aprovechando las condiciones del aire de los tiempos de la globalización, y los elementos a la mano en las calles, nacen colectivos como Graffiti Research Lab que se atreven a realizar intervenciones callejeras utilizando luces artificiales, como por ejemplo bombardear las fachadas de los edificios con granadas de mano hechas de luces LED. Graffiti Research Lab se inventa la táctica de arte de guerrilla conocida como Led Throwie, cada vez más vista en diversas ciudades del planeta, que consiste en armar pequeñas bombas de luz a partir de LED´s difusos de 10 mm

conectados a una baterías de litio (como las de los relojes) y un imán, o plastilina, o velcro, y así conseguir que una vez lanzadas, como granadas, puedan mantenerse sujetadas a distintos tipos de superficies de vallas, esculturas o edificios. Una táctica desarrollada en el Eyebeam OpenLab de Nueva York, que promueve el uso de las nuevas tecnologías en las artes urbanas, como las instalaciones de luz artificial. Su bajo costo y la facilidad con que pueden ser construidos hacen que los Led Throwie´s cada vez más puedan llevarse a cabo. Manotadas de gente por las calles, bombardeando fachadas con granadas de luces multicolores: atentados de poesía anónima.


Espacio compartido

Las acciones colectivas anónimas y autogestionadas de Luzinterruptus intentan incidir sobre la realidad del espacio público vivido en Madrid. La pregunta por la actualidad de lo público se encuentra implícita en todas sus instalaciones, como respuesta a la creciente privatización de las relaciones sociales en las sociedades globalizadas. “Apreciamos los artistas que sobre todo trabajan en el dominio público. Consideramos lo que hacen esencial para el desarrollo urbano y la difusión del arte hecho por los ciudadanos, por su propia iniciativa y sin ningún costo”. El arte de la instalación desplegado por Luzinterruptus no se hace para los museos, las galerías, ni los espacios privados; se hace para cualquiera en la calle, en los espacios compartidos socialmente. Es arte para la gente que transita las calles hecha por la propia gente que habita esas calles, sin necesidad de invitaciones formales, ni eventos de inauguración, ni venta de entradas, ni ningún otro tipo de protocolo. Luzinterruptus no ofrece exposiciones de obras de Arte a los ciudadanos, le regala momentos únicos e irrepetibles. A diferencia de las exposiciones de Arte, no hay ningún tipo de distancia crítica entre sus instalaciones y la gente. “Siempre dejamos la instalación para que los peatones interactúen con ella como quieran”. No basta con llevar obras de Arte a la calle para hacer arte urbano. Hace falta despojarse de la costumbre y del mismo concepto de Arte si se intenta intervenir el espacio público. El Arte relacional, el Arte contextual y las apropiaciones del street art gestionadas por el mundo del Arte se han preocupado, desde final del siglo XX, por llevar las exposiciones de Arte por fuera de los museos y las galerías, con el interés de acercarle el Arte a la gente. Sin embargo, desde este tipo de experiencias, lo único que se consigue es la intromisión de los circuitos del mundo del Arte en todos los ámbitos de la vida social, pero en el fondo, la separación entre Arte y vida, entre el Arte y la gente común, se sigue manteniendo más que intacta, fortalecida. Quizás no hace falta acercarle el Arte a los otros sino mejor directamente practicar todo tipo de artes en plena vida cotidiana. Pero lejos de cualquier utopía vanguardista, las instalaciones de Luzinterruptus cumplen ese cometido en medio de la inmanencia de la calle y la vida urbana, al infiltrar elementos poéticos en medio de la espontaneidad de los flujos de la vida social. Luzinterruptus no prepara eventos: propicia acontecimientos. No hay horarios, fechas ni lugares determinados para experimentar el “Arte”: sólo hay acciones intempestivas, mezcladas con los mismos flujos y los mismos ritmos de la ciudad. Incluso cuando participan en festivales, las instalaciones de Luzinterruptus no constituyen exposiciones de obras de Arte como tal, sino experiencias de inmersión en medio de los espacios compartidos de la vida diaria.


Libre acceso

Las experiencias de luz artificial compartidas por Luzinterruptus no sólo se realizan en la calle, en medio del espacio público, sino que además son de libre acceso para cualquiera que en su momento las encuentre. No son obras de Arte a la venta ni son eventos por los que se cobran entradas. Son experiencias fugaces que acontecen en medio del flujo de la vida social. No hace falta asistir a un espacio especializado de Arte para poder vivirlas. Y no hace falta tener un cierto poder adquisitivo o un cierto conocimiento previo para poder acceder a ellas. Luzinterruptus está pendiente también de los que tienen menos oportunidades. Sus instalaciones se riegan por todos los barrios de la ciudad, y más allá de hecho, penetran hasta aquellos rincones olvidados o poco apreciados por sus habitantes. Lecturas privadas en lugares públicos, “12 ubicaciones repartidas por los barrios de Noviciado, Malasaña y Alonso Martínez, lugares, que en condiciones normales nos pasarían desapercibidos o en los que no querríamos permanecer mucho tiempo de nuestro deambular nocturno” es una acción de Luzinterruptus en la que “se colocaron unas pequeñas y tradicionales lámparas, de las que pendían libros, clásicos de la novela negra, lo que bastó para a crear la atmósfera íntima tan necesaria en lecturas nocturnas”. El arte de intervenir el espacio urbano puede llevarnos a volver habitables los territorios más recónditos: “el espacio escondido entre los andamios de una obra… el refugio a la intemperie de un indigente… la taquilla de un mítico cine cerrado hace años… la salida de emergencia de un teatro en obras… el interior de un pequeño contenedor de hormigón… la marquesina de autobús solitaria de una calle comercial en horas nocturnas… una máquina de preservativos después de ser saqueada… la entrada de un local tapiado… una parada en la que nunca se han detenido los autobuses… un fotomatón fuera de servicio… los bolardos innecesarios de una calle intransitada… el lecho de cartón vacío de un sin techo…”. Los lugares más subestimados, igual que las acciones más triviales pueden devenir fuentes de luz, como el tendal repleto de ropa blanca eléctrica, iluminada de tanta blancura, una intervención conocida como Prueba de ropa tendida en la ciudad habitada, del mismo modo que los lugares más visitados, como las fuentes, pueden experimentarse de otra manera: “No nos gustan las fuentes sin uso, esas que sólo sirven para adornar la ciudad, pero que no dejan ninguna opción para que los ciudadanos interactúen con ellas, y las disfruten en todas sus posibilidades”. Por eso en Fuente animada usan 400 guantes blancos llenos de luz emergiendo del agua de la fuente de la Calle Uncibai de Madrid, y cincuenta cojines igualmente iluminados para rodear sus bordes. La gente habitó el espacio durante ocho horas, cómodamente tendidos sobre los cojines, jugando con las manos que salen del agua, generando un environment de los que habla Allan Kaprow, con la presencia activa de la gente común, participando de la creación compartida.

Reciclaje

Autogestionar instalaciones de luz artificial, de libre acceso en el espacio público, como un aporte desinteresado hacia su ciudad, es una labor admirable, que sólo llega a ser posible y hacerse realidad a partir de una estrategia económica basada en la reutilización de materiales. El reciclaje es la condición básica para sostener un intento autogestionado de este tipo. “Hacemos un esfuerzo por usar materiales a la mano, por reciclar, y por evitar ser invasivo con el espacio intervenido”. Si no se reciclan elementos continuamente los costos de las instalaciones se harían impagables y el intento se volvería insostenible. No obstante, el reciclaje es mucho más que una condición formal; constituye por sí mismo una fuente de valores en resonancia con el espíritu del hazlo tú mismo. No se trata sólo del reciclaje de materiales, sino también del reciclaje de ideas, de conceptos, de estilos, de técnicas, tácticas y estrategias. El reciclaje es una manera entera de entender la vida, una fuente de enseñanza para los intentos de autogestión. Luzinterruptus está consciente de la importancia y la pertinencia del reciclaje en la vida urbana contemporánea, por eso algunas veces hace explícita su problematización en medio de la experiencia con la gente en la calle. “Rogamos reciclen todos los elementos de esta instalación”, decía el aviso que podía leerse en cada una de las ochentas bolsas recicladas de la compra iluminadas flotando al viento clavadas por Luzinterruptus frente al Museo del Prado. Nube de bolsas visitando el Prado recoge ideas de otras intervenciones, utiliza bolsas reciclables, e invita a la gente a reutilizar los mismos elementos a través de los cuales se ven abordados. El reciclaje es ya tan intrínseco al aire de los tiempos de las artes del siglo XXI, que hasta las instituciones del mundo del Arte deciden hacer explícita su problematización. En junio de 2011 la Galería Starter invitó a Luzinterruptus a hacer parte de sus “jornadas de reciclaje” en Varsovia, en las que se trata de “familiarizar a los vecinos con los colores que internacionalmente se utilizan para separar la basura”. Cuando las galerías de Arte hacen trabajo social es porque la separación entre Arte y sociedad ya no es sostenible; pero más allá de los proyectos activistas, las artes de la intervención urbana intentan generar experiencias imprevistas o impredecibles. La contribución de Luzinterruptus en las jornadas de reciclaje en Polonia, en donde hasta el momento los contenedores de basura no estaban hechos para la separación de las materias, no consistió en la divulgación de información tanto como en la generación de sensaciones, en la posibilitación de experiencias. “Utilizamos 1000 bolsas de basura de colores verde, amarillo y azul y sus luces correspondientes y llenamos la plaza con ellas, algunas formando un cielo azul al alcance de la mano, el resto, flotando misteriosamente esparcidas por la ciudad”. Efectivamente, ayudaron a crear conciencia como el evento demanda: “Esperamos que todos los que se las llevaron, además de reciclar los componentes, aprendieran que en sitios públicos las bolsas azules se utilizan para reciclar el papel, las amarillas para los envases y las verdes para el vidrio”. Pero Domingo de reciclaje fue algo más que un proyecto de divulgación: se convirtió en una singular experiencia, llena de sensaciones inesperadas para la gente que habita el centro de Varsovia. “Muchos vecinos se acercaron a visitar la instalación y la interacción fue sorprendente. Los niños jugaban con las bolsas como si de los más atractivos globos se tratara y los mayores se las llevaban como un precioso regalo. Al final de la noche la mayoría de las bolsas flotantes, dejaron la plaza para invadir la ciudad con su extraña presencia. Así pues, la instalación se acabó reciclando de manera espontánea”. Luzinterruptus recicla hasta sus mismos intentos. Aquellas Lecturas privadas en lugares públicos se reelaboran en Ljubljana, Eslovenia, para el festival Lighting Guerrilla del año 2010, un encuentro de increíbles creaciones de urban light art, patrocinadas por instituciones públicas y privadas. La oportunidad de llevar sus gestos hasta ciudades de otros países y poder desplegarlas con más envergadura gracias a los presupuestos proporcionados, es suficiente para arriesgarse a reciclar sus propias ideas.


Experimentación

Cada una de las instalaciones realizadas por Luzinteruptus porta un sentido, tal como se aprecia en las reseñas con las que registran sus experiencias en su sitio web. Sin embargo, el poder de sus acciones radica en la manera en que intervienen la ciudad e intervienen la vida de la gente, aunque sea por un instante, sin depender de sentidos predeterminados. Como ellos lo explican, las instalaciones se hacen para experimentarse “en el mismo momento, sin necesidad de instrucciones”. La experimentación de Luzinteruptus, igual que su aproximación al reciclaje, más que formal, es sobre todo afectiva. No sólo se experimenta técnicamente con dispositivos, diodos, circuitos, fusibles, LED´s, OLED´s, luces fluorescentes, pantallas y bombillas, probando una y otra vez lo qué puede llegar a funcionar. Se experimenta, sobre todo, con las sensaciones que en la gente se pueden despertar. La experimentación, más que nada, es sensorial. En medio del exceso de sentido de las sociedades de la información emergen iniciativas colectivas como Luzinterruptus, la cual devuelve el poder de lo sensorial en medio de la experiencia de la ciudad: la experimentación de sensaciones inesperadas en las rutas a través de las cuales transitamos diariamente, en las calles a través de las cuales tejemos nuestra vida cotidiana. Luzinterruptus resuena con lo que los rodea, tanto física como micro físicamente, eso es, afectivamente, sin la necesidad de discursos. Una gran cantidad de iniciativas autogestionadas de urban light art a lo largo y ancho del planeta se desarrollan consciente y explícitamente como una crítica al modelo globalizado de iluminación de los espacios públicos en las ciudades contemporáneas, tal como Guerrilla Lighting rigurosa y consistentemente lo hace: “es una guerra contra la mala iluminación, es una protesta contra el despilfarro de luz pero, por encima de todo, Guerrilla Lighting consiste en pasarlo bien y en sensibilizar sobre el poder de la luz. (…).Guerrilla Lighting crea momentos mágicos y efímeros mediante una iluminación de calidad, que son capturados y enviados a los medios y a los políticos para estimular las acciones contra la mala iluminación”. A partir del término iluminación de guerrilla se despliegan en muchas ciudades distintas proyectos, talleres, prácticas colaborativas y actividades sociales, a través de los cuales se usa el arte para construir la vida diaria: “Trabajamos en la oscuridad, hacemos lo que podemos, damos lo que tenemos”. Entre tantas iniciativas, deslumbra cómo lo que hace Luzinterruptus en las calles no requiere ni muchos menos depende de un sentido para llegar a hacer sentir. No hay nada que interpretar en sus instalaciones, a pesar de lo mucho que pueden ayudar a hacernos pensar, como en aquél fin de año del 2009 en el que celebran en el barrio Lavapies la llegada del año 1984, justamente en un lugar en el que ya se había logrado implementar cuarenta y ocho cámaras de videovigilancia. “Con la intención de evidenciar que las hipótesis distópicas de George Orwell cada vez son más reales, hemos llevado a cabo la acción Feliz 1984 eligiendo cuidadosamente 3 ubicaciones de máxima vigilancia en el barrio (…) Hemos querido unirnos a las acciones y las movilizaciones reivindicativas, iniciadas por artistas, diseñadores y vecinos contra la videovigilancia, en un barrio en el que la tolerancia y el mestizaje ahora parecen estar bajo sospecha”.

Uno de los vacíos más grandes que llena Luzinterruptus al comenzar el siglo XXI es el de la intervención urbana a partir de lo puramente sensible. Más allá de la crítica al exceso de luz aséptica y blanquecina de los espacios púbicos madrileños, Luzinterruptus se arriesga, se lanza a experimentar nuevos ambientes jugando con la luz artificial y sus ilimitadas relaciones con los elementos del entorno urbano. Son ambientes de luz que rompen con la homogeneidad de las ciudades modernas y la normalidad de sus costumbres sociales, pero sobre todo, son ambientes de fuerzas, atmósferas afectivas que posibilitan respirar otro aire en medio de las sofocantes rutinas que marcan la vida contemporánea. Es el plano de composición afectiva, como plantean Gilles Deleuze y Félix Guattari, lo que hace sensible el arte a través de la experimentación con las formas. En el caso de Luzinterruptus las ingeniosas instalaciones sirven como vehículos de perceptos y afectos enriquecedores, a través de los cuales transmiten sus deseos, inquietudes y reivindicaciones, impecablemente sublimadas como sensaciones directas sobre los cuerpos. El potencial sensorial de su labor es inmenso. Luzinterruptus mezcla inusualmente una conciencia política libertaria con una sensibilidad poética que a veces parecía en vías de extinción. Como pocos, nos recuerdan la magia de crear ambiente en los espacios compartidos: “el alumbrado público bajó de intensidad, con lo que nuestras amigas las sombras, por una vez, también fueron protagonistas de la fiesta”. Las sombras, los contrastes, los reflejos, las texturas incorpóreas, las frecuencias, las intensidades, las opacidades: los elementos de trabajo de Luzinterruptus son las fuerzas a las que menos prestamos atención a pesar de la fuente de bienestar que pueden llegar a constituir. Una de las intervenciones más bellas del colectivo Luzinterruptus fue, precisamente, una de las más sutiles, sencillas, e incluso austeras que hasta ahora han realizado; en el mes de diciembre del año 2008 veintiséis farolas del alumbrado público situadas a lo largo de la Calle del Pez en Madrid fueron recubiertas de papel y flecos, al estilo de las lámparas antiguas. Un gesto tan simple, a veces, es suficiente para crear diferencias sustanciales. Los ambientes de aquellos rincones alumbrados por las farolas intervenidas en Red sirvieron como fuente de calor afectivo, como un motivo de gusto y de placer, al menos durante siete horas, antes de que las autoridades desmontaran la instalación, gracias a las atmósferas íntimas y acogedoras que la luz tostada de sus farolas irradiaban, al acceso de cualquiera con ganas de habitar por un momento su ciudad. Las instalaciones del colectivo madrileño constituyen enriquecedoras fuentes de sensaciones. El sentido, al menos de vez en cuando, es lo de menos: “Nosotros estuvimos presentes el día que un ejército de 130 platillos volantes aterrizaron en el Templo de Debot, atraídos seguramente por la perspectiva de picnic veraniego con tortilla de patatas… Para la instalación Ejército de platillos volantes desechables utilizamos 260 platos, y 130 tazas de usar y tirar. Con estos básicos elementos más nuestras luces le dimos vida a un ejército de ovnis, verdaderamente poco amenazadores. Y en este céntrico y verde parque de Madrid dejamos nuestras naves voladoras, esperando el momento más adecuado para camuflarse entre meriendas campestres y fiestas infantiles…”.


Fugacidad

Como muchas otras tantas intervenciones urbanas en el siglo XXI, las instalaciones que realiza el colectivo Luzinterruptus se caracterizan por su fugacidad. Sus creaciones tienen, no los días, sino casi siempre las horas contadas antes de morir. Están condenadas a dejar de existir en cualquier momento. De hecho, Luzinterruptus es una palabra en latín que significa interrumpir la luz, o luz interrumpida: “lo que le pasa a nuestras lámparas poco después de haberlas dejado en la calle”. El desapego de los miembros de Luzinterruptus con respecto a sus creaciones es un ejemplo a seguir: siguiendo a Carlos Castaneda, ellos nunca estarán sitiados si continúan así: sin nada que defender. No tienen nada que perder, porque no tienen nada que defender. Todo lo que hacen es dejado libremente en la calle, para que el azar juegue a su acomodo con lo que se han tardado en diseñar y en construir, a veces, durante días. La satisfacción de ver lo que hacen insertado en medio de los paisajes urbanos, sólo por un momento, es suficiente. De este modo, el registro fotográfico de su amigo Gustavo Sanabria constituye el complemento perfecto, para continuar la vida de las instalaciones a través de los medios. El registro hace que la experiencia cobre una vida propia, y que mucha gente de otros lugares del planeta puedan acceder a ellas, pero la naturaleza de la instalación física es absolutamente efímera. “Dejamos nuestros destellos de luz encendidos... para que otros nos los apaguen...”, declara Luzinterruptus, haciendo poesía con la impermanencia de sus artificios. La inevitable fugacidad de las instalaciones del colectivo Luzinterruptus es lo que impide que, formalmente, puedan llegar a ser consideradas como obras de Arte. Como bien explican Deleuze y Guattari, lo que define la obra de Arte es su capacidad de conservar bloques de sensaciones: compuestos de afectos y perceptos. Las obras conservan los perceptos y los afectos independientemente de las percepciones y de las afecciones encarnadas por cada individuo en cada experiencia. La obra de Arte “se conserva en sí, aunque no dure más que su soporte y sus materiales”, dicen Deleuze y Guattari. Las instalaciones de Luzinterruptus tienen la consistencia necesaria para canalizar poderosos bloques de sensaciones, pero siempre terminan deshaciéndose de manera indeterminada. Usualmente son los servicios de limpieza de las administraciones públicas las que, por la mañana, desmontan y recogen las instalaciones que han sido ensambladas clandestinamente a media noche o casi al amanecer. Pero en ese lapso, cualquier cosa puede suceder. Después de montar la instalación y registrarla fotográficamente, los miembros del colectivo la dejan libre: dejan que suceda o acontezca lo que sea, la dejan tan abierta que puede terminar convirtiéndose en otra cosa: en otros bloques de sensaciones. Son muchas las ocasiones en las que la gente toma elementos insertados, o los cambia, o transforma lo que originalmente había sido diseñado. El arte de la instalación de Luzinterruptus no consiste en crear obras que se conservan sino en generar experiencias abiertas al azar. La generación de sensaciones es fugaz, los bloques de sensaciones son pasajeros y mutantes. Su arte, a pesar de usar cosas, se hace como proceso en curso. Sus instalaciones siempre están en movimiento, abiertas al acontecimiento. Su arte callejero es pura acción, es verbo más que sustantivo.


Cotidianidad

“A veces abordamos problemas que nos encontramos en nuestros recorridos diarios por la ciudad, que aun siendo obvios, se suelen pasar por alto. En otras ocasiones nuestro propósito sólo es embellecer, o dar a conocer lugares que parecen especiales, o cosas que sentimos que tienen un gran valor artístico, a pesar de que han sido dejados en la calle por extraños sin ningún tipo de voluntad estética”. Luzinterruptus interviene el tejido urbano de su ciudad, afectando desde sus superficies estéticas hasta sus morales más profundas, los valores éticos y políticos de los transeúntes y los modos de habitarla de los ciudadanos. A partir de creaciones propias e intervenciones directas sobre los gestos anónimos dejados por la gente común o las huellas del azar, el colectivo Luzinterruptus ayuda a hacernos ver la belleza que no vemos: el arte que existe en la ciudad más allá de los artistas y del mundo del Arte. El arte de Luzinterruptus es puro arte por la vida, arte cultivado en medio de la vida cotidiana. No es el arte del mundo del Arte el que se plasma a través de su labor. Es el cultivo de la práctica de la instalación y su experimentación en medio de los flujos de la vida diaria. La cotidianidad no se define por las rutinas ni lo rutinario, sino por lo que fluye en el día a día de nuestras vidas. De hecho, Luzinterruptus consigue romper las rutinas de la vida diaria generando experiencias en medio de los recorridos cotidianos de la gente, haciendo sentir lo extraordinario entre lo ordinario, haciendo brotar la magia a partir de lo trivial. Cazando acontecimientos, como un día de nieve. Árboles en llamas sobre fondo blanco, Parque Roma, enero del 2009: “En el tronco de sus árboles dejamos nuestras cuarenta cálidas llamas rojas, una manera de expresar nuestra alegría por este pequeño milagro, ocurrido en una ciudad en la que nunca nieva”. Otras veces, construyendo lo inexistente, como su Jardín vertical envasado, una serie de envases plásticos de comida rellenos de ramas y hojas, alumbrados con luces verdes, o sus Recuerdos enjaulados, cuatrocientas jaulas doradas de luz colgando “en el cielo de Lavapies”. Y alguna vez más, irradiando luz entre la oscuridad. La serie de instalaciones Basura urbana, realizadas por Luzinterruptus en los primeros meses del 2009, hace uso de luces artificiales para iluminar eso que permanece bajo la sombra en los lugares más sombríos; sacos de escombros, cajas de cartón, bolsas de desechos transmutadas en flujos de intensidades que vidas en tránsito ocasional experimentan por unos minutos o por unas horas. La normalidad de lo ordinario sublimada en sensaciones asombrosas, impensadas: súbitamente las bolsas de basura luminosa en Basura urbana III comienzan a salir ellas solas de los contenedores y se mueven por el suelo. El arte de Luzinterruptus es el arte de reinventarnos la vida cotidiana.

A través de la trayectoria de Luzinterruptus se puede apreciar la puesta en práctica del arte de la instalación. El arte de la instalación no tiene nada que ver con las instalaciones que se ofrecen en las experiencias del mundo del Arte. Las instalaciones que se montan en los espacios convencionales del mundo del Arte, como las galerías o los museos, e incluso la mayoría de sus festivales y de bienales, anulan, por naturaleza, las posibilidades de desplegar el arte de instalar. Tal vez las obras puedan constituir poderosos bloques de sensaciones, pero si están instaladas en los espacios institucionalizados del Arte se pierde cualquier posibilidad de hacer arte a partir de su instalación. Instalar implica ensamblar formas heterogéneas, pero además, hacer resonar las sensaciones: hacer resonar los perceptos y los afectos contenidos en las formas, hacer vibrar las vidas que en ese preciso instante recorren el espacio intervenido. El cubo blanco del mundo del Arte, de sus museos, sus galerías y sus mercados a la venta es, de hecho, la antítesis de un arte de la instalación. El cubo blanco carece de cualquier potencia del arte de la instalación, ya que la gracia de instalar consiste en insertar, en infiltrar incluso, quizás hasta camuflar lo que se ha diseñado y se ha construido en medio de algún paisaje. El cubo blanco, la neutralización del paisaje, sólo permite colocar y ubicar, pero no realmente instalar, porque para ello hacen falta las formas de algún paisaje exterior y los ambientes de fuerzas de algún afuera. El arte de instalar sólo se puede desarrollar en medio de los espacios de la vida cotidiana. Va mucho más allá del Site-Specific Art y las obras de Arte por comisiones o por encargo en lugares públicos. Las obras de Arte siempre son monumentos, como recuerdan Guattari y Deleuze; por eso el Sistema sigue demandando obras de Arte en el espacio público: para poder seguir erigiendo monumentos que puedan engrandecer sus espacios de dominio. El Arte de esculpir monumentos es distinto al arte de la instalación, incluso cuando las instalaciones puedan llegar a irradiar poderes escultóricos. Las instalaciones de Luzinterruptus, por ejemplo, pueden ser tridimensionales, pueden formarse creando volúmenes, pueden incluso contar con la modelación de materiales. Pero no constituyen monumentos. Los monumentos, por naturaleza, nacen para ser conservados. Más aún, para ser respetados e idealizados solemnemente. No hay solemnidad, ni gravedad, ni protocolo, ni reglas, ni autoridad, ni grandilocuencia en las experiencias que generan las instalaciones urbanas del arte emergente del siglo XXI, como las de Luzinterruptus. En vez de erigir monumentos para la satisfacción de los poderes dominantes, las instalaciones callejeras infiltran elementos en los paisajes urbanos para abrirnos las puertas a experiencias inesperadas: emplazamientos a través de los cuales se distribuye poder para la gente por medio de sensaciones.


EL ARTE DE LA INSTALACIÓN


Generar experiencias

El arte de la instalación consiste en hacer sentir natural la presencia del artificio que se inserta en un paisaje. Como Bernard Murigneux hace sentir vivas sus esculturas luminosas de plástico, que parecen desplazarse por los rincones de las ciudades, cayendo de los techos, doblando las esquinas, subiendo las paredes, como organismos unicelulares de dimensiones gigantescas. Los Symbionts son unos seres de la noche que se retroalimentan de la ciudad para resplandecer en la oscuridad, de cuerpos informes, siluetas irregulares y movimientos inciertos. Llenos de aire y cargados de luz, hechos de plástico y no de materia orgánica, pero más vivos que la mayoría de los transeúntes de la calle, los Symbionts de Murigneux son instalaciones que vibran con el paisaje. La instalación es una forma de intervención basada en el uso de las cosas. Es una forma de actuar sobre lo que nos rodea haciendo vibrar el territorio a través de artefactos. Por supuesto, el arte de la instalación suele implicar la puesta en práctica simultánea del arte de pasar a la acción. Intervenciones como las de Luzinterruptus, en las que se aborda la calle, con todo su azar y todos sus riesgos, siempre a altas horas de la noche, en el borde de lo legal y de lo ilegal implican, consciente o inconscientemente, tener que aprender a conjurar sus peligros cultivando el arte de pasar a la acción. Sin embargo, las acciones de Luzinterruptus se canalizan por medio de cosas, artefactos diseñados, instalaciones construidas. Lo que muchos aún llaman objetos. Como afirma Andy Abbott, del colectivo de intervención urbana Black Dogs de la ciudad de Leeds, “Los objetos son difíciles por su potencial conversión en artículos de mercancía, pero eso no quiere decir que no puedan ser usados responsablemente”. Quizás la clave radica en la desobjetivación de las cosas: en dejar de determinar lo que nos encontramos. El arte emergente del siglo XXI no piensa ni actúa en términos de sujetos ni objetos. Ni los artistas ni las obras de Arte son lo que definen el arte del nuevo milenio sino las prácticas cultivadas en medio de la vida cotidiana y las experiencias que a partir de allí se generan. Las cosas reutilizadas o los artificios creados por Luzinterruptus no valen como objetos por sí mismos, pues de hecho, están para ser desmontados y reutilizados por otras manos al poco tiempo de haber nacido. Los materiales, los soportes, las cosas que componen formalmente las instalaciones de Luzinterruptus tienen valor, sobre todo, por las experiencias detonadas. Michel Foucault habla de las experiencias como una cuestión de entrelazamientos: la correlación entre saberes, relaciones de poder y procesos de subjetividad. Son esos entrelazamientos lo que realmente importa en el arte emergente de hoy.

Las experiencias generadas a partir de instalaciones callejeras ofrecen formas abiertas, insertadas en medio de los paisajes urbanos, compuestas de materiales, soportes y cosas, que llegan a diseñarse y construirse a partir de la confluencia de diversos saberes y oficios. Pero las formas sólo llegan a sentirse por la gente gracias a los afectos, los perceptos, las emociones, las fuerzas involucradas, por los bloques de sensaciones plasmados en las materias formadas, y por el diagrama de fuerzas del medio ambiente en el que la instalación se inserta, las relaciones de poder en juego en aquellas circunstancias. A diferencia de las experiencias del mundo del Arte, encerradas en la seguridad de los espacios convencionales, las formas de la instalación callejera se entrelazan con las de un paisaje urbano vivo. Pero además, las formas de las instalaciones se imbrican y se entrelazan con diagramas de afectos y de fuerzas mucho más enriquecedores, los del azar en la calle y los espacios compartidos de la vida cotidiana, a diferencia de los espacios del mundo del Arte, siempre bajo control, siempre limitados, siempre regulados por las normas y los valores de los poderes dominantes que los financian. Sin embargo, según Foucault, algo más hace falta para vivir una experiencia además de percibir unas formas y de afectar y afectarnos por unas relaciones de poder en cuyo juego entramos. Hace falta la subjetividad de una vida para que se pueda generar una experiencia. En el caso de las instalaciones callejeras fugaces lo que se pone en juego es la subjetividad de los transeúntes que pasan por allí en ese momento, o para ser más exactos debido a la fugacidad de las instalaciones, sus procesos de subjetivación, es decir, sus relaciones consigo mismo. A veces las relaciones consigo mismo generadas por el arte de la instalación callejera pueden llegar a hacer que los que experimenten la intervención se piensen a sí mismos, piensen cuál es el uso de su libertad, cuál es su ética al habitar la ciudad y usar sus espacios. Otras veces la relación consigo mismo se efectúa no como pensamiento sino como pura sensación. En el vértigo de los ritmos de las rutinas urbanas arrancar una sensación a un transeúnte una noche cualquiera ya es suficiente. Es suficiente, pero también necesario: si no se despiertan sensaciones en alguien, no se generan experiencias. El arte de la instalación es una forma de acoplar sensaciones, de generar resonancia con lo que nos rodea. Al menos cinco principios pueden pensarse con respecto al arte de la instalación, cinco principios a partir de los cuales se puede cultivar libre pero consistentemente el arte de instalar: romper la normalidad, fundirse con el paisaje, reutilizar lo que se encuentra, cuidar lo que nos rodea y anticiparse a las consecuencias.


Romper la normalidad

El arte de la instalación consiste en romper la normalidad: en hacer sentir los lugares como habitualmente no somos capaces de sentirlos. En transmutar la normalidad de las rutinas diarias en poder de asombro. En hacer ver lo que te rodea de otra forma, crear espacio-tiempos singulares, experimentar la cotidianidad de otro modo. En hacer lucir los gruesos tubos rojos que conducen el tendido eléctrico bajo el asfalto como gusanos mecánicos gigantes, por ejemplo, a partir de un simple gesto; una vez encontrados manojos de esos tubos al aire libre, en medio de las obras de mantenimiento de Chueca, bastó con introducirles una bombilla redonda para darles vida, casi como colocándoles ojos a unos seres de la noche que pasan desapercibidos para la mayoría. Museo de esculturas urbanas al aire libre muestra cuáles son los tipos de obras que se exploran a partir de las intervenciones de Luzinterruptus. No son las obras que las autoridades de las instituciones del mundo del Arte integran a sus circuitos y sancionan como obras de Arte. Son las obras cotidianas a partir de las cuales se construyen los procesos de la vida urbana las que se usan como fuentes de potencias sensoriales, como las obras de mantenimiento. Aunque normalmente las obras públicas suelen implementarse agresiva y acomodadamente según los intereses en juego, Luzinterruptus, al igual que muchos otros colectivos hoy, consiguen darle vuelta a las situaciones por un momento, transmutando sus procesos y sublimando los afectos y las fuerzas establecidas al generar experiencias impredecibles para los transeúntes de turno. El arte sirve para sublimar la energía más densa y oscura, para hacer de las experiencias negativas o agotantes de la vida diaria instancias de enriquecimiento y empoderamiento. El arte es una vía para fugarnos de la normalidad desde nuestra misma vida cotidiana. Por eso Deleuze y Guattari afirman que el arte nos libera de las emociones comunes, las que se forman a partir de la rutina y la normalidad de las opiniones de la vida diaria. El arte “desterritorializa el sistema de opinión que reunía las percepciones y las afecciones dominantes en un medio natural, histórico y social”, rompe la normalidad que vuelve rutina la cotidianidad. El arte de la instalación urbana no es la excepción: la capacidad de despertar sensaciones insertando artificios en los paisajes urbanos consiste en hacer brotar lo extraordinario de los territorios ordinarios de la ciudad. Exactamente lo contrario a las exposiciones de Arte, que vuelven ordinario lo extraordinario al exhibir cosas o presentar experiencias potencialmente enriquecedoras en formatos, espacios, horarios, normas y ambientes predecibles y predeterminados. Nada más normal en la vida urbana globalizada que una exposición de Arte. La instalación no equivale a la exhibición de objetos o información que caracteriza las sobreexplotadas exposiciones, la saturada forma de mantener en movimiento los circuitos del mundo del Arte. La instalación urbana funciona como una sorpresa inesperada que acontece en medio de las rutinas ordinarias, no como una obra o un evento pertenecientes a un entramado institucional reconocido como mundo del Arte, pues no se integra a sus horarios ni a sus lugares, ni se somete a sus reglas, ni a sus valores, ni a sus límites.


Fundirse con el paisaje

La gracia del arte de instalar radica en fundirse con el paisaje: en hacer sentir natural la presencia del artificio. No basta con inventarse “exposiciones móviles” y llevarlas a los espacios públicos. La exposición es la forma legitimada mediante la cual se transfiguran las cosas y los gestos en obras de Arte. El intento de revitalizar el espacio público implica algo más que llevar las obras de Arte a la calle, porque así lo único que se consigue es llevar la galería y el museo al exterior, mantener las relaciones de dominio que se ejercen a través del mundo del Arte, reforzar la separación entre arte y vida cotidiana. Se trata de dejar de exponer y empezar a intervenir los acontecimientos. Intervenir las realidades sociales de las cuales hacemos parte, ese es el intento que atraviesa una multiplicidad ilimitada de artes urbanas y callejeras desplegadas alrededor del planeta, ese es el espíritu compartido por el arte emergente del siglo XXI. La instalación es una forma de intervenir la sociedad. Es mucho más que un gesto formal, sus poderes van más allá de lo estético. La instalación puede devenir una fuente de revitalización de los espacio-tiempos compartidos socialmente. Las instalaciones realizadas por fuera de los espacios y los tiempos convencionales del mundo del Arte pueden convertirse en poderosas fuentes sensoriales sólo si se logra insertar la instalación impecablemente en el paisaje abordado. No se trata de apropiarse del espacio, ni de invadirlo: así no se logra resonar con el ambiente. Tampoco se trata de llegar a integrarse: así las sensaciones se pierden. Se trata de fundirse. De fundirse con el ambiente que rodea lo instalado. Para fundirse con el paisaje hace falta, primero, ensamblarse formalmente. Pero fundirse sólo se consigue cuando se genera un acoplamiento sensorial con el ambiente. El cultivo del arte de instalar se concentra en ganar experiencia al momento de aprender a acoplar sensorialmente la instalación con el paisaje intervenido, es decir, aprender a hacer resonar las cosas con lo que las rodea. En cuanto a esto hay mucho que aprender de las instalaciones que realiza Luzinterruptus. Los artificios que instala constituyen intervenciones electrizantes que, a pesar de lo fugaces o pasajeras que resultan, consiguen fundirse plenamente con los paisajes urbanos que se encaran. Como el Otoño casi efímero que se inventaron en medio de un parque del barrio Moratalaz a final del año 2009, levantando levemente del suelo con alambres las hojas secas caídas de los árboles, y acompañándolas de minúsculas lucecitas blancas en las puntas, confundiendo los límites entre la naturaleza y el artificio, exprimiendo la ficción oculta de la noche “hasta que nos pareció que de verdad una ligera ráfaga de luz había hecho elevarse las hojas caídas por el otoño”, invocando la magia, haciendo lucir increíblemente natural el artilugio. La poesía urbana de Luzinterruptus detona con fuerza por el modo en que sus instalaciones se acoplan con los ambientes de los espacios de la ciudad escogidos, injerencias mimetizadas con los paisajes intervenidos, artefactos en resonancia con las fuerzas que las atraviesan.


Reutilizar lo que se encuentra

Las instalaciones urbanas autogestionadas pueden llegar a ser reutilizables: no sólo se suelen componer de materiales reciclados, sino que además se suelen caracterizar por resultar a su vez reciclables. La impecabilidad en el arte de la instalación no es cuestión de limpieza, ni de buen gusto, ni de cumplir la ley, ni de ser correctos. La impecabilidad en el arte de la instalación sólo consiste en desaparecer sin dejar huella. Las instalaciones urbanas callejeras son montadas en los espacios compartidos de la vida cotidiana, y allí se dejan: esa es su naturaleza. Se sabe que la mayoría de las veces las instalaciones urbanas callejeras son recogidas por los servicios públicos o privados de la limpieza, o que la misma gente se las lleva, por partes, o enteras. Sin embargo, el arte de la instalación no puede dar por hecho eso, así que los intentos de instalación autogestionados necesitan pasar por pensar cómo evitar deteriorar los espacios y los ambientes que se intervienen. La clave está en reciclar, pero no sólo lo que encontramos, sino también lo que dejamos. Lo que usamos para componer y lo que lanzamos. El cuidado del medio ambiente no se reduce a un discurso: es algo que se pone en práctica. Luzinterruptus, por ejemplo, recicla para componer una Lluvia de bombas de luz: cincuenta bolsas de plástico ordinarias a las que el colectivo les dio forma y las llenó de luz para regar una nave industrial en las inmediaciones de Salamanca. Pero el reciclaje no se detuvo una vez concretada la composición; continuó hasta desaparecer. Una vez finalizada la intervención todo el plástico es recogido, almacenado y luego re-utilizado por otro colega, que a su vez diseñará una intervención particular distinta en el centro de la ciudad. Las mismas alucinantes bolsas de Basura Urbana IV no eran más que unas bolsas dentro de otras bolsas, un reciclaje de bolsas desechadas por los comerciantes que colectivos de intervención urbana usan hábilmente para darle vida a otro tipo de experiencias, e incluso, del mismo modo que sucede en Salamanca, a veces, bolsas o cualquier otro tipo de elementos, que pasan de colectivo en colectivo, aprovechándose al máximo para volver a crear. “La idea de que otros conviertan nuestro trabajo en el suyo propio nos hace pensar en futuras colaboraciones en esa línea”. Reciclar es una acción básica del arte de la instalación. El reciclaje de materiales, el reciclaje de ideas, el reciclaje de intentos. “Dejamos campo para otros artistas en las calles o para los usuarios de esos espacios públicos, los cuales escasean en las grandes ciudades”. La reutilización de las formas y las fuerzas que se encuentran, más allá de cualquier artista o de un colectivo, pasa sobre todo por las iniciativas de la gente común. “Esperemos que las jaulas sean reutilizadas como lámparas, como maceteros o como lo que a cada uno se le ocurra. Quizás así el barrio se llenará de destellos dorados en los balcones”, declaraba Luzinterruptus después de montar su instalación Recuerdos enjaulados. Los colectivos de acción callejera no son más que la pólvora que detona la explosión de una energía que hace mucho está lista para ser liberada.


Cuidar lo que nos rodea

Aun tratándose de experimentar sensaciones, se puede cuidar lo que nos rodea: el arte de instalar requiere una conciencia ecológica para llegar a ser ejecutado impecablemente. Una conciencia ecológica social, a la manera de la ecología social de Félix Guattari, mantiene a los individuos que pasan a la acción conectados con la Tierra de los territorios que intervienen, entre ellos también los territorios sociales entrelazados con los espacios afectados. Esa conciencia se manifiesta a través del principio de cuidar lo que nos rodea para poder resonar con él. No sólo se cuidan los recursos, se contemplan y se cuidan todas las vidas involucradas, las humanas y las inhumanas. De lo contrario no hay instalación, sino invasión o apropiación del espacio. Pensar y actuar más allá de los intereses personales: impulsados por el ego no logramos instalar, tan sólo violentar. Incluso con el máximo impacto, instalar, en última instancia, es una acción al servicio del entorno que nos rodea. Luzinterruptus parece sentirlo, y así lo pone en práctica en el registro que hacen a través de su página web de cada una de sus instalaciones llevadas a cabo. En cada registro brindan los datos de un indicador que suele echarse en falta la mayoría de las veces que los artistas intervienen los espacios sociales. El sensible indicador es daños causados, jugando a ser sistemáticos como las máquinas, pero en el fondo mostrando una voluntad de expresión que no se halla ahogada por la frialdad o el egoísmo. El cuidado de lo que nos rodea al momento de realizar instalaciones urbanas implica poner en práctica el arte de pasar a la acción, para adquirir plena conciencia de lo que se hace cuando se lleva a cabo la intervención. Así, el cuidado de lo que nos rodea nace desde el mismo momento en que se concibe la instalación. Incluso, más allá de cada instalación, cuidar lo que nos rodea puede ser el intento mismo de los individuos o los colectivos que pasan a la acción.

El intento sostenido por el colectivo Luzinterruptus, revitalizar los espacios públicos de su ciudad, es una manera de cuidar lo que los rodea. Sus instalaciones son los instrumentos para inyectarle vida a los rincones de la urbe que más lo necesitan. Por ejemplo, clavando doscientas sombrillitas chinas de coctel ligeramente iluminadas en la desierta tierra de una zanja destapada perteneciente a una obra en la calle Libreros consiguen llenar de luz y color, de vida y energía un espacio muerto. Sombrillas en playa de obras muestra cómo se puede llenar de vida un espacio, con un bajo presupuesto, pero con una alta dosis de creatividad. Y a lo lejos, otro sucio espacio bajo construcción parecía una playa llena de luminosas piedras preciosas de todos los colores arrastradas por la marea de la ciudad. Luzinterruptus inyecta vida y calor a través de luz artificial: aprovechando los hoyos en el asfalto de la calle Pizarro producidos por una reparación, hacen germinar luz, como si estuviera sembrada, como cualquier hortaliza. La luz, una cosecha urbana plantada en el asfalto. “La calle Pizarro de Madrid nos sirvió de escenario” dicen en la web, “y el trabajo de las máquinas taladrando el asfalto, de inspiración” para aquella instalación, Cráteres luminosos del más acá. En otras ocasiones siembran, además de luz, directamente hortalizas, como en sus Huertos urbanos cultivados en la calle Andrés Borrego y Jesús del Valle del barrio de Noviciado, en los que plantan diez kilogramos de vegetales en la tierra de los contenedores de una obra en construcción. Los espacios más muertos de la ciudad se revitalizan gracias a los gestos de Luzinterruptus; lo más ordinario se vuelve especial, lo que usualmente se desprecia se torna valioso en sus acciones. Ellos descubren la vida oculta en los rincones más subestimados, como los asombrosos murciélagos de estropajo de alambre y ojos rojos fulgurantes de la Calle del Pez, otros seres de la noche que sólo se encuentran Habitando andamios. O los pájaros que residen en la calle Preciado usando las bolas amarillas que se colocan para evitar accidentes en los anclajes de ese mismo tipo de andamios de los pasajes bajo construcción, que en sus Nidos urbanos develan los hábitats insospechados que pueden llegar a surgir cuando reinventamos nuestra cotidianidad, cuando hacemos y deshacemos la cultura de la que hacemos parte. Igual que la naturaleza inventa nuevos modos de habitar el caos urbano, como las plantas y flores de asfalto que se las ingenian para brotar en medio del cemento, visibilizadas por el colectivo en Luz verde sobre fondo gris, el arte de la instalación inventa nuevas formas de recomponer lo que ya está formado. Cuidar lo que nos rodea es poner a vibrar la vida cuando decidimos abordarla.

Anticiparse a las consecuencias

Hace falta pensar lo que se desencadena: como cualquier arte de la intervención, el arte de la instalación sólo se completa cuando el intento emprendido logra anticiparse a las posibles consecuencias. No hay manera de predecir lo que va ocurrir, la fuerza del azar es incontrolable. Pero cada intento, según las circunstancias en las que se inscribe, ofrece en potencia una serie de posibilidades que pueden anticiparse para conjurar problemas y aprovechar oportunidades. Al momento de concretar la instalación resulta indispensable pensar todo lo que se necesita pensar tal como el arte de pasar a la acción enseña. Sin embargo, el arte de la instalación presenta una diferencia con respecto a la manera de anticiparse a las consecuencias que se pone en práctica con el arte de pasar a la acción: las instalaciones callejeras se mantienen vivas solas, durante un tiempo, sin la presencia ni el control de sus responsables originales. Es lo que Deleuze y Guattari describen como la condición de que “el compuesto se sostenga por sí mismo”. Incluso cuando se trata de instalaciones callejeras fugaces, que no intentan conservarse ni enaltecerse como obras de Arte, las composiciones necesitan sostenerse por sí mismas antes de desaparecer. Para ello hace falta anticipar las posibles consecuencias que pueden desencadenarse ante la presencia de una instalación que rompe la normalidad del espacio-tiempo intervenido. Si no se desarrolla y se practica esa capacidad de anticipación, no sólo puede que la instalación no se logre montar del todo, sino que además se puede terminar contribuyendo a alimentar y reforzar el curso de procesos sociales no deseados. Una vez, por ejemplo, Luzinterruptus decidió llamar la atención acerca de una realidad vivida por todos los barrios periféricos de las ciudades contemporáneas: la incertidumbre acerca de la duración de las obras públicas, pues nunca hacen parte de la lista de las prioridades administrativas. Para ello diseñan y preparan una instalación llamada Obras que se quedan a vivir, pensada para las calles de la Plaza Corazón de María en Bilbao, que para ese momento llevaba más de tres años de trabajo intermitente en unas obras de reconstrucción, manteniendo a los habitantes del barrio en constante zozobra. Aprovechando el presupuesto y la invitación del BLV-Art de Bilbao, diseñan una larga fila de somieres de paso construidos a partir de veinticinco vallas de contención que sirven de cabeceras, acompañadas de almohadas y de sábanas iluminadas recubriendo los soportes hechos con cajas de cartón, e incluso una que otra lamparilla de noche complementaria. Le llevaron al barrio una fila de camas alumbradas en plena plaza y en medio de la noche. De lejos parecían mullidos colchones ofrecidos sobre la aspereza del asfalto y el deterioro del área circundante. Parecía una comodidad que valía la pena regalar. Pero hizo falta anticiparse a las consecuencias: “Tristemente no pudimos concluir la instalación, ni siquiera con la ayuda de varios voluntarios adultos y muchos niños que en ese momento estaban en la plaza. Porque mientras nosotros montábamos por un lado, muchos de los que allí se congregaban, atraídos por el resplandor de nuestras luces, se dedicaron a quitar todo lo que brillaba, para acabar destruyendo por completo, lo que con tanto esfuerzo habíamos construido. Las fuerzas vivas de la ciudad, que también andaban por allí, no pudieron evitar que en menos de dos minutos todo fuera destrozado y no quedara, ni una luz, ni un edredón, ni una almohada, sanos y salvos. Nuestra instalación, claramente, no era la más adecuada para un barrio como el de San Francisco, ahora deprimido y degradado, pero sobre el que se cierne un proceso de gentrificación bastante evidente, al que muy a nuestro pesar, hemos contribuido un poquito”. Luzinterruptus, con la honestidad que registran sus acciones, evidencia su deseo de aprender a cada paso, en medio de la experiencia, junto a la gente a la cual se dirigen sus instalaciones. “Menos mal que algo hemos aprendido de todo esto…”.


Más allá de las intenciones, los intentos

Los golpes de gracia que hacen sentir poesía en medio de la vida diaria no siempre son sólo producto del azar o de actos puramente espontáneos, aunque muchas veces así suceda. A veces la poesía brota sólo después de un esfuerzo sostenido y un plan diseñado con semanas de anticipación, como los poemas colgantes de los árboles de La Casa de América en Madrid, envueltos en sobres blancos iluminados, “1.000 poesías por correo” al acceso de los asistentes al Festival 2010 poetas por km², escritas por los mismos invitados al evento e instaladas por otro tipo de poetas contemporáneos, un colectivo entregado a cultivar el arte de la instalación urbana. “Planeamos los proyectos con semanas de anticipación y repensamos más de una instalación al mismo tiempo, aunque hay días en que vemos algo que nos inspira y actuamos inmediatamente, improvisando”. Entre el cultivo de la práctica de la instalación urbana y la espontaneidad de la improvisación callejera se teje el arte de Luzinterruptus, anticipándose a las intervenciones, pero en sintonía con la contingencia. “Aprovechando nuestra visita de febrero a Nueva York, para asistir a la exposición Contemplating the Void del Museo Guggenheim, en la que exhiben una propuesta ideada para el atrio del Museo, queremos salir a la calle con nuestras luces, que es lo que realmente nos interesa y más nos gusta hacer”, declara el colectivo comenzando el 2010. “Nuestra intención es llevar a cabo una instalación efímera, Literatura versus tráfico, con luz y libros en una de las avenidas más transitadas de Manhattan, cortando uno de sus carriles al tráfico para uso de los peatones”. Unas cuantas semanas más tarde, registran lo que finalmente sucede: “Hemos tenido que modificar un poco nuestro proyecto inicial en el que pretendíamos colocar 2.000 libros en una avenida principal de Manhattan porque no nos fue posible encontrar ayuda para gestionar permisos, ni financiación, así que al final, con 800 libros y sus respectivas luces, conseguimos un resultado más que digno y sobre todo hecho como a nosotros más nos gusta, de manera autogestionada y con la ayuda de amigos”. Cuando las intenciones originales no se cumplen Luzinterruptus encuentra la forma de sostener el intento. Los proyectos diseñados contando con los presupuestos y los permisos de los festivales y las instituciones del mundo del Arte no siempre pueden realizarse. Se aprovechan sus recursos cuando están a la mano y no se condiciona la libertad del intento, pero el arte de la instalación, al igual que cualquier otro arte de intervención urbana no puede depender de patrocinios y apoyos institucionales para poder llegar a ser realizado. Luzinterruptus muestra cómo a través de la autogestión se pueden sostener los intentos. Los proyectos se pueden cambiar, acorde a las circunstancias; habría que sostener el intento. Luzinterruptus no sólo lleva sus planes a cabo, también está preparado para componer mano a mano con el azar. “Las condiciones eran excelentes, no había ni un destello de esa luz amarillenta que dan las farolas madrileñas, la luna estaba llena y no había nadie por las calles. Andábamos subidos a la escalera, cuando la plaza se llenó de luces de policía, de bomberos, del SAMUR y finalmente de las pompas fúnebres. Un suicidio, dos casas más allá, hizo desmontar todo y marcharnos a toda prisa. Aunque no pudimos terminar nuestra pieza, las fotos del montaje nos han parecido tan interesantes, que hemos decidido darla definitivamente por concluida, quedando congelada en imágenes para el recuerdo. La hemos llamado Interruptus (I). Hasta las intervenciones fallidas pueden constituir valiosos intentos. La poesía se instala junto a nosotros cuando menos nos hemos dado cuenta.



Enlaces

Luzinterruptus:
www.luzinterruptus.com/

Entrevista a Luzinterruptus en Urbanartcore:
www.urbanartcore.eu/luzinterruptus-we-are-not-light-art-pioneers/

Graffiti Research Lab:
http://graffitiresearchlab.com/

Led Throwies:
http://graffitiresearchlab.com/projects/led-throwies/
http://es.wikipedia.org/wiki/LED_Throwie
http://www.instructables.com/id/LED-Throwies/

Eyebeam OpenLab:
http://eyebeam.org

Black Dogs:
http://andyabbott.co.uk/

Guerrilla Lighting:
http://guerrillalighting.net
www.theprojects.com.au/guerrilla-lighting

Bernard Murigneux:
http://bernard.murigneux.free.fr

Symbionts:
www.svetlobnagverila.net/2010/eng/symbionts.htm

Lighting Guerrilla:
http://www.svetlobnagverila.net

Urban Screen:
www.urbanscreen.com

Galería Starter, Recycling sunday:
http://starter.org.pl/2011/07/recykling-sunday/

Site-Specific Art:
http://en.wikipedia.org/wiki/Site-specific_art




Bibliografía



Acerca de los bloques de sensaciones:
Gilles Deleuze, Francis Bacon. Lógica de la sensación. Arena, Madrid, 2002.
Gilles Deleuze / Félix Guattari, Percepto, afecto, concepto. En ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.

Acerca del plano de composición:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.

Acerca de la obra de Arte como monumento:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, Percepto, afecto, concepto. En ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.

Acerca de qué es una experiencia:
Michel Foucault, Historia de la sexualidad volumen II: El uso de los placeres. Siglo XXI, México, 1986.

Acerca de la ecología mental, social y medioambiental:
Félix Guattari, Las tres ecologías. Pre-Textos. Valencia, 2000.

Acerca del arte del acecho, cómo pasar a la acción:
Carlos Castaneda, La rueda del tiempo. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.
______________, El conocimiento silencioso. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.
______________, El don del águila. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.

Acerca de estar sitiado, tener posesiones personales que defender:
Carlos Castaneda, El don del águila. Gaia Ediciones. Madrid, 1998.

Acerca del environment:
Allan Kaprow, Essays on the blurring of art and life. University of California Press. Berkeley, 1993.

Acerca de las exposiciones como formato privilegiado del mundo del Arte:
Hubert Glaser (comisario), L’ art de la exposition. Catálogo de exposición.







Datos personales

Mi foto
contact blue flame: contact@overdriveelectro.net