El Arte como narrativa posthistórica



Por más que se hablara hasta la saciedad en las últimas décadas del siglo XX acerca del fin y de la muerte del arte aún no se ha terminado de pensar la muerte del mega relato del Arte como tal, que implicaría una condición de posibilidades absolutamente diferente. Como muestra en sus investigaciones Hans Belting, el concepto de Arte no existía en las sociedades anteriores al siglo XV, como tampoco existía aún el concepto de artista; se producían expresiones de muy diversos tipos, pero no eran consideradas un tipo de producto o actividad separada y elevada por encima de las otras producciones y las otras actividades sociales. Lo elevado eran las fuerzas de lo divino a partir de las cuales tejían su vida. Las investigaciones de Belting y Danto en la década de 1980 contribuyen a recuperar la conciencia de la naturaleza histórica del Arte como relato del proyecto de la Modernidad. Para que exista cultura se necesitan relatos en qué creer. Los relatos son las historias sobre las cuales las vidas depositan su certeza existencial. Son los cuentos que creemos para seguir adelante, son las bases existenciales sobre las cuales se construye la vida, desde las individualidades hasta la sociedad en su conjunto. Los relatos son los mitos a partir de los cuales se construye cultura. Relatos fundacionales, los que explican los orígenes de nuestra cultura. Relatos circunstanciales, los que movilizan las acciones de nuestro presente. O relatos anticipatorios, que influyen en la construcción de nuestros horizontes. Hay relatos para nuestros pasados, relatos para nuestros presentes y relatos acerca de nuestro porvenir. Pero siempre son construidos: son construcciones históricas. El proyecto de la Modernidad, puesto en marcha por las nuevas condiciones materiales de la Revolución Industrial y los valores de La Ilustración, está diseñado con el objetivo de hacer realidad unas ciertas condiciones ideales de existencia. Razón por la cual los relatos sobre los que se construye el propio relato de Modernidad se dedican a la tarea de intentar determinar el porvenir. La determinación del porvenir se llama Futuro. Esa es la estrategia de la Modernidad: romper con el pasado, incluso sacrificar el presente, en nombre de un futuro mejor. El Progreso, entonces, se convierte en el valor insigne de La Modernidad, como la filosofía fundacional moderna de Kant y Hegel plantean; no sólo el género humano se halla en constante progreso, el Progreso mismo sería la manifestación del Espíritu absoluto en la Historia universal. La Modernidad se construye a partir de una visión teleológica de la Historia, se edifica a partir de meta relatos: narrativas que determinan la verdad y el futuro de la Historia.

Para desplegarse, la Modernidad tuvo que concebir paralelamente a su propio desarrollo un relato moderno en torno al arte, que entrara en sintonía con la especialización social de los procesos que el naciente capitalismo impulsaba con la apertura de mercados especializados. El arte se convierte en una actividad específica y en un tipo de producto específico, tras decenas de miles de años de existencia como otra cosa, como una fuerza, como una actitud, como el intento, como un cultivo de las destrezas de una práctica, de cualquier práctica y no de unas prácticas específicas, tal como la Modernidad sistematiza el conjunto de las Bellas Artes del Renacimiento a la Ilustración. Las sociedades europeas van dando forma, lentamente, al concepto de Arte y de artista, entre el siglo XVI y el siglo XVIII, hasta que el aire de los tiempos de la Modernidad llega a convertirse en una realidad vivida a mitad del siglo XIX, cuando las instituciones del mundo del Arte empiezan a establecerse: los museos se expanden, las academias se especializan, el oficio de la crítica de Arte se inserta en las dinámicas de la prensa, las actividades se profesionalizan y los artistas se convierten en profesionales, el mercado especializado del Arte nace y las galerías modernas comienzan a aparecer en las ciudades. Desde ese momento se sistematizan las artes consideradas elevadas. El arte se vuelve Arte gracias a una sistematización de la transfiguración de las expresiones en objetos de una categoría superior, obras de Arte, estrictamente separadas de las artesanías y de otros objetos culturales. Una cantidad inmensa de artes tradicionales, de hecho algunas milenarias, oficialmente serían descartadas como Arte. El Arte sólo es lo bello o lo sublime inventado por el genio humano y avalado y legitimado por los valores eurocéntricos de la Ilustración y la Modernidad.

Aunque hoy poco se habla de ello, es apenas hasta el siglo XIX que el relato del Arte, la creencia de que existen unas cosas llamadas obras de Arte, muy bellas o sublimes, producidas por el genio humano, como parte de un mundo aparte llamado el mundo del Arte, se vuelve una creencia comúnmente aceptada en Europa. Y sólo hasta el siglo XX ese relato logra penetrar el resto de culturas del planeta haciéndose parte integral de las sociedades. A pesar de lo breve de su historia, el Arte se convirtió en el refugio de millones de vidas a lo largo del siglo XX, las vidas en busca de algo sublime que atravesara los espíritus en medio de modos de vida tan rutinarios. El mito moderno del Arte llega a concentrar mucho poder. El Arte termina convertido en el ámbito social más influyente en la transformación de valores, e incluso, en los regímenes de producción que se despliegan después de la Segunda Guerra Mundial. El aire de los tiempos que viene con la experiencia de la Modernidad, eclipsado por el valor del Futuro, desencadena en manos de las vanguardias artísticas una historia sublime llena de acontecimientos, precisamente, animada por un poder de anticipación a los tiempos por venir, incluso cuando en ellas recae la lucha moderna por romper las fronteras que el sistema ha trazado entre el Arte y la vida. Los acontecimientos que genera el Arte anticipan todas las grandes mutaciones por venir en las maneras de concebir y de vivir la vida en el siglo XXI. El Arte termina convertido a final del siglo XX, no sólo ya en un relato más dentro de la red de valores e instituciones fundamentales de la vida moderna, sino en un relato glorificado, un relato mitificado lleno de grandes genios endiosados, un mega relato sin el cual empezaría a carecer de sentido el proyecto mismo de La Humanidad sobre la Tierra.

Los meta relatos se agotan en la segunda mitad del siglo XX como Lyotard nos hace ver en 1979, la misma época en que el naciente movimiento punk en Estados Unidos y en Inglaterra advierte que no hay más futuro. El sistema de vida capitalista se ve obligado a reconfigurarse, no sólo tecnológicamente sino también axiológicamente para poder mantener su hegemonía con la llegada del nuevo milenio. Efectivamente, el sistema de vida global del capitalismo logra volverse realidad en la medida en que, a partir de sus dispositivos, consigue seguir adelante sin un valor central determinante para la Historia. El progreso pierde su lugar central en la conformación de la sociedad, los proyectos teleológicos pierden su acogida, la vida social aprende a prescindir de la tranquilidad de un futuro asegurado que las religiones y luego el exceso de fe en la ciencia llegan a prometer. Los sistemas sociales se programan para trabajar por el Desarrollo más que por una ilusión de Progreso, de la misma manera en que las vidas se acostumbran a vivir un presente sin certezas del futuro. Sin embargo, el mega relato de la Globalización que domina las sociedades en el siglo XXI se teje a partir de otros mega relatos a su vez, igual que la Modernidad se formó a sí misma a partir de relatos como los de la razón o el progreso. La diferencia, y en esto radica el ajuste posmoderno del Sistema, a la manera de una reactualización del programa moderno, es haber empezado a prescindir de narrativas histórico mandatorias y haber aprendido a ejercer el poder a través de narrativas mandatorias posthistóricas. Ni la Globalización ni ningún otro de sus correlatos contemporáneos funciona como una imagen determinante de la Historia. Ninguno está basado en el Futuro propiamente, por más que se siga mencionando de vez en cuando. El paso de un régimen de valores moderno a un régimen de valores posmoderno se define por el cambio de los meta relatos a los mega relatos; la continuidad entre uno y otro se llama Globalización. La realidad que produce el sistema de vida global es una realidad posthistórica: ya no hay pasado ni futuro que determinen la vida, las sociedades contemporáneas viven en lo que Fredric Jameson llama presente perpetuo. Igualmente, ya no hay meta narrativas que puedan determinar el futuro del Arte, ya no hay verdades acerca de cómo el Arte va a ser o debería ser, lo que justamente el Modernismo y las vanguardias artísticas siempre intentaron hacer. Como plantea Arthur Danto, la realidad contemporánea del Arte es posthistórica: ahora todo es posible en el Arte. Aún así, sería muy ingenuo creer que los relatos maestros han llegado a su fin con la llegada de un nuevo milenio. Sería como creer que la vida se produce espontáneamente, sin ninguna biopolítica o sin ningún Sistema diagramando las relaciones de poder de las formaciones sociales.

El sistema de vida capitalista se hace global, y para ello resultan necesarias las grandes narrativas, comenzando por la Globalización misma como relato maestro. Como los imperios, el sistema global necesita de grandes relatos en los cuales se deposita la fe en las acciones de las instituciones. Después de la era de los meta relatos llega ahora la hegemonía global de los mega relatos. Son mega, porque ahora su alcance es global, planetario. Cinco mega relatos, al menos, conforman el sistema de vida global: la Globalización, la Democracia, el Arte, la Evolución y, aún por supuesto, el mega relato profundo de La Humanidad. La constante repetición y defensa de estos relatos por parte de las instituciones en la primera década del siglo XXI delata la función que cumplen al interior del Sistema. El Sistema no ha parado nunca de hacer uso de los relatos maestros. En La condición posmoderna, a final de los años de 1970, Lyotard, una vez constata la incredulidad generalizada frente a las metanarrativas, se pregunta dónde entonces podría residir la legitimidad del Sistema. En la década de 1990 Lyotard alcanza ya a vislumbrar lo que se deja ver fácilmente en el siglo XXI: nace un cuento que sería el gran relato de sí mismo, después de que los grandes relatos fracasaran. Son las nuevas Moralidades posmodernas: la costumbre del futuro se ha perdido pero La Humanidad seguiría adelante, viviendo de su propio relato. Ahora el sueño de La Humanidad, el que empezó a soñar la Ilustración, se estaría haciendo realidad con la Globalización. El Sistema deja las verdades trascendentales, pero necesita seguir imponiendo verdades, necesita seguir vendiéndoles a las multitudes algo en qué creer. Ahora el relato resulta absolutamente inmanente, como tienen que ser los mega relatos que intenten erigirse, pero más que nunca, ahora el relato resulta universal: la globalización actualiza la inmanencia del mercado universal. Inmanentes pero pretendidamente universales los relatos maestros de la Globalización se consolidan en la primera década del siglo XXI. Entre los millones de relatos glocales sobre los que se construye la ilimitada multiplicidad de estilos de vida, radicalmente diversa entre sí, sólo unos pocos relatos logran aparecer como mega relatos a una escala global. Es fácil ver qué hace de un relato un mega relato fundamental para el sistema de vida global: que nadie dude de ese relato. Que nadie lo cuestione. ¿Quién cuestiona la Globalización, la Democracia, La Humanidad o El Arte? ¿Quién duda de la Evolución comenzando el siglo XXI? Son valores que se hacen ver como naturalezas humanas, naturalezas terrestres incluso. Es como el capitalismo, que hace ya mucho tiempo ha dejado de ser un relato social para convertirse en un puro modo de obrar, en la más pura técnica, en una práctica automatizada, en un conjunto de valores que no se cuestionan sino que sólo se ponen en funcionamiento.

El capitalismo deja de ser un relato ideológico, se universaliza y se vuelve invisible justo en el momento en el que se convierte en el modo de producción planetario, justo desde la caída del muro de Berlín en 1989. Pero para seguir ordenando desde las sombras, el capitalismo usa los pocos grandes mega relatos con los que se intenta mantener dependientes e integradas a las distintas sociedades del planeta. Así, el Sistema necesita que se hable y se visibilice la gloria del Arte, las mejoras de la Democracia, los avances de la Evolución, el bienestar de la Humanidad y las ventajas de la Globalización. Son cinco valores inmaculados, son cinco relatos fundacionales de un nuevo tipo de civilización global que toma la forma política de un Imperio, como nos hacen ver Michael Hardt y Antonio Negri. El Arte cumple una función esencial en el Imperio del capital. Al igual que los otros mega relatos, se erige a sí mismo como un valor universal; los valores con pretensión de universalidad son carnadas emocionales mediante las cuales se busca mantener viva la ilusión de un planeta entero unido, de un único mundo unido, la condición de valores que mejor se ajusta para el mantenimiento de la legitimidad del mercado universal. Pero además, el Arte cumple una función diferente a la de los otros mega relatos, carga con una responsabilidad muy particular: conservar la ilusión de las vidas de trascender, justo en una época en la que las explicaciones trascendentales ya no tienen cabida. Los mega relatos existen como las verdades inmanentes del siglo XXI, sin alusiones a trascendentales en sus explicaciones. Lo que no se ve a primera vista es que los mega relatos, por su propia naturaleza de relatos maestros, son por sí mismos narrativas trascendentes, como todos los grandes relatos, verdades con pretensiones de trascendencia y universalidad. Como esa condición imperial de los mega relatos permanece bajo la sombra, el Arte sigue concentrando mucho poder de sublimación de la energía vital hasta hoy. La vida aprende a hacerse sin certezas de un futuro, pero los vacíos de las vidas no sólo siguen latentes sino cada vez se intensifican más. La sensación de lo sublime es vital para los seres humanos, y quizás para otros seres también lo sea, sobre todo, porque encarna la posibilidad de trascender desde la pura inmanencia, de sentir el infinito aquí y ahora. El deseo de trascender de millones de vidas alrededor del planeta, tras varios milenios de supremacía de valores religiosos, es imposible de erradicar o eliminar en medio de los profundos vacíos existenciales que genera el Sistema. Se supone, por la manera en que el mundo del Arte sigue inflando la simulación del relato, que el Arte cumpliría la función en el siglo XXI de llenar los espíritus, tal como lo hizo en el siglo XX. Pero cada vez sucede menos eso, y es aquí cuando nos encontramos con una de las mayores fallas en el Sistema: el mundo del Arte ya no es capaz de abastecer mayoritariamente a las multitudes, ni del poder de lo bello ni del poder de lo sublime. Las vidas, así, se ven obligadas a explorar otros territorios para poder acceder a experiencias que les llenen el alma.





Bibliografía


Acerca del fin del Arte y el fin de las meta narrativas en el mundo del Arte:
Arthur Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia. Paidós. Barcelona, 1999.
__________, La transfiguración del lugar común. Una filosofía del arte. Paidós Estética. Barcelona, 2002.
__________, The Philosophical Disenfranchisement of Art. Columbia University Press. 1986.
Berel Lang (Ed.), The Death of Art. Haven Publishers. New York, 1984.

Acerca del fin de la Historia del Arte:
Hans Belting, The End of the History of Art. University of Chicago Press. Chicago, 1987.

Acerca de la muerte del Arte en el siglo XIX y la Historia como meta narrativa:
G.W.F. Hegel, La fenomenología del espíritu. Madrid, 2010.

Acerca de la estetización generalizada y el fin del arte como hecho específico:
Jean Baudrillard, Transparency of evil. Verso, London, 1993.
_____________, El complot del arte. Amorrortu. Buenos Aires, 2006.
Gilles Lipovetsky, La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, Barcelona, 1986.
Jean Francois Lyotard, Moralidades posmodernas. Taurus, Madrid, 1998.
Gianni Vattimo, Muerte o Crepúsculo del Arte. En El Fin de la Modernidad. Nihilismo y hermeneútica en la Cultura Posmoderna. Gedisa. Barcelona, 1996.

Acerca del fin de la modernidad desde una persepctiva hermenéutica nihilista:
Gianni Vattimo, El Fin de la Modernidad. Nihilismo y hermeneútica en la Cultura Posmoderna. Gedisa. Barcelona, 1996.

Acerca del fin de la Historia:
Jean Baudrillard, La ilusión del fin. Anagrama. Barcelona, 1993.
____________, La ilusión vital. Siglo XXI. Madrid 2002.
Francis Fukuyama, El fin de la Historia y el último hombre. Editorial Planeta. Buenos Aires, 1992.

Acerca del fin de las meta narrativas y la condición posmoderna de las sociedades globalizadas:
Jean Francois Lyotard, La condición posmoderna. Informe sobre el saber. Cátedra, Madrid, 1992.
__________________, La posmodernidad (explicada a los niños). Gedisa. Barcelona, 1999.

Acerca del presente perpetuo en tiempos de globalización:
Fredric Jameson, Teoría de la posmodernidad. Trotta, Madrid, 1998.
_____________, Las semillas del tiempo. Trotta, Madrid, 2000.

Acerca del Imperio Global del sistema de vida capitalista:
Michael Hardt / Antonio Negri, Imperio. Desde abajo, Bogotá, 2001.

Acerca del desencantamiento del mundo:
Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Alianza. Madrid, 2002.

Acerca del reencantamiento del mundo:
Morris Berman, El reencantamiento del mundo. Editorial Cuatro Vientos. Santiago de Chile, 2004.

Acerca de lo bello y lo sublime desde la Estética como disciplina:
Immanuel Kant, Crítica del juicio. Espasa-Calpe. Madrid, 1999.

Acerca de lo sublime en el Arte y el arte más allá de lo sublime:
Jean Francois Lyotard, The Sublime and the Avant-Garde y After the Sublime, the State of Aesthetics. En The Inhuman. Stanford, Oxford, 1988.

Acerca de las formas y las fuerzas:
Gilles Deleuze, Foucault. Paidos, Barcelona, 1987.
Fritjof Capra, The tao of physics: An Exploration of the Parallels between Modern Physics and Eastern Mysticism. Shambhala Publications. 2000.

Acerca de la serpiente dormida del kundalini y el cuerpo sutil etérico (suksma-sarira):
Ajit Mookerjee, Kundalini. The arousal of the inner energy. Thames & Hudson. London, 2005.

Acerca de lo tonal y lo nagual (lo físico y lo microfísico):
Carlos Castaneda, Una realidad aparte. Fondo de Cultura Económica. México, 1971.
______________, Relatos de poder. Fondo de Cultura Económica. México, 1976.

Acerca del conocimiento de lo desconocido:
Carlos Castaneda, El fuego interno. Gaia. Madrid, 1997.
______________, El conocimiento silencioso, Emece. Buenos Aires, 1996.

Acerca del nacimiento y la muerte del hombre:
Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Siglo XXI, México, 1998.

Acerca de la microfísica del poder:
Michel Foucault, Vigilar y castigar. Siglo XXI, México, 1978.
_____________, Historia de la sexualidad volumen I: La voluntad de saber. Siglo XXI, México, 1979.
_____________, Microfísica del poder. La Piqueta. Madrid, 1993.

Acerca de la micropolítica del deseo, los isomorfismos y el constructivismo vitalista:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos, Valencia, 1992.

“El capitalismo lleva en sí mismo los gérmenes de su propia destrucción”, en:
Karl Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Alianza Editorial. Madrid, 2002.









Sublimando la energía en la vida ordinaria


Más allá del Mega relato del Arte 2



Child of Eden Tetsuya Mizuguchi, 2010.



Las experiencias de sinestesia exploradas por el Modernismo y las vanguardias han sido más influyentes incluso afuera del mundo del Arte que dentro de él. De hecho, el psy trance nace como un intento de generar experiencias multisensoriales entremezcladas a partir del encuentro entre naturaleza, música y alucinógenos, cuyo uso por sí mismo facilita la sinestesia. El LSD o la psilocibina son potentes agentes sinestésicos, pero la música intenta serlo también por sí misma; como se afirma en la web de Pycircle, sabemos que estos sonidos han causado alucinaciones y cambios en la percepción del espacio-tiempo. De eso se trata una fiesta de psy trance: de ver los colores de la música que mezclan los DJ’s y de oír las frecuencias de los colores y las formas de las imágenes en movimiento proyectadas que los VJ’s mezclan simultáneamente. Se trata así de vivir experiencias multisensoriales, al aire libre, en pleno contacto con la naturaleza, llevando la potencia de entremezclar y conjugar las sensaciones al máximo, hasta el punto de poder tocar las texturas de la imagen o de la música, como este psy trance líquido que presenta Psycircle al planeta. Sin embargo, ya no hace falta tener que ir a una galería de Arte llena de especialistas, ni a una fiesta de psy trance repleta de psiconautas cargados de LSD para poder experimentar con la sinestesia en nuestro propio cuerpo. Las experiencias de sinestesia no son privilegio exclusivo del mundo del Arte en el siglo XXI, pero además, ya ni siquiera hay que tener que ir a buscarlas a los bordes de las experiencias sociales ni en los undergrounds más filosos y arriesgados como antes. Ahora los niños pueden generar en su propio cuerpo experiencias de sinestesia gracias al video juego Child of Eden lanzado por Microsoft para su consola X-Box 360 en el año 2010. Una creación asombrosa de Tetsuya Mizuguchi conscientemente diseñada también como exploración de la sinestesia, en sus propias palabras, la conexión de los diferentes sentidos y estimulaciones a través de una misma experiencia. La sinestesia es el gran tema de la vida de Mizuguchi, como él mismo confiesa en la entrevista de presentación del juego, es la gran constante en todos sus intentos de creación. Ahora, gracias al shooter multisensorial desarrollado por su empresa, hace su sueño realidad. Cada vez que se dispara jugando se activan y despliegan efectos de sonido y efectos visuales. A partir de las estructuras predeterminadas que Mizuguchi ha creado cualquier usuario puede componer su propio viaje audiovisual. Como dice el diseñador japonés, cada cual se vuelve el director de orquesta de su propia sinfonía.

Child of Eden es un juego que consiste en limpiar un alucinante mundo ciberespacial del virus que se ha tomado el sistema. El usuario se sumerge en el juego, de tal manera que con sus propios brazos haciendo de comandos se manejan las armas con las que se combate el virus en los paisajes que nos rodean. Una mano es la mira, la otra es la que dispara; un aplauso cambia el arma, las dos manos juntas hacen detonar bombas cósmicas. Funciona igual que tantos otros juegos inalámbricos, con un shooter en primera persona avanzando a través de mundos. Pero lo que se destruye y lo que se forma en ese combate electrónico es lo que marca la gran diferencia entre este juego y los demás. Los mundos de formas líquidas haciéndose y deshaciéndose como horizontes cósmicos en constante devenir, las frecuencias de luz, la intensidad de los colores en su ilimitada combinación resultan increíbles para un videojuego. Es la aventura psicodélica con la mayor complejidad hasta ahora conocida en la historia de la psicodelia, más aún cuando no es la obra de arte expuesta ni la instalación montada, sino un espacio interactivo compuesto en tiempo real por usuarios, niños, y de todas las edades. Mizuguchi dice que a medida que más se juegue, más complejo va a ser el escenario con el cual el usuario interactúa, así que todo depende de las destrezas del jugador, el cual tendrá que jugar varias veces para transformarlo por completo en algo hermoso. Uno de los primeros usuarios en probar Child of Eden declaró que se sentía como un brujo haciendo explotar bolas mágicas de energía mientras jugaba. Una experiencia mágica, así se experimenta el juego, volviendo a hacer la magia algo tangible en el siglo XXI. El viaje del juego puede llegar a devenir cósmico, la entrega del jugador en la creación y recreación de flujos de energía controlados por sus manos puede llegar a sobrepasar todos los sentidos, la mezcla de colores y de sonidos activados simultáneamente jugando posibilita la sinestesia de un modo, no solo accesible sino cultivable, como un arte, el arte de componer y recomponer los flujos del mundo del que hacemos parte con nuestras propias manos, un arte que puede llegar a cultivarse hasta alcanzar experiencias conmovedoras y estremecedoras, al mismo tiempo. El poder de lo bello y lo sublime experimentado con un video juego. El poder de lo bello y lo sublime como parte de la vida ordinaria. La Estética de Kant deviene obsoleta en el nuevo milenio. La Estética como disciplina misma, el conocimiento a partir de la cual se justifica el valor del Arte, su consideración como ámbito elevado y superior de la vida social, encuentra suficiente evidencia empírica en el siglo XXI para deshacer todas sus fronteras.

Parece que un ciclo histórico estuviese cerrándose al despuntar las primeras décadas de un nuevo milenio. Un niño sublimando su energía en casa, a través de la emoción y la dinámica corporal de un videojuego, es otra imagen que muestra las condiciones inéditas en la historia del ser humano sobre la Tierra que se viven en el siglo XXI. La organización de la vida social a partir de parcelas, cada una correspondiente a un ámbito social y una actividad específica separada de las otras, el campo de la economía, el campo de la política, el campo de la religión, el campo del arte, el campo de la ciencia, el campo del deporte, etc., parece ya agotada. Las religiones ahora se encuentran ante un gran desafío, porque las nuevas generaciones acceden a experiencias de dimensiones místicas jugando un video juego, sin necesidad de las instituciones religiosas para guiar su espiritualidad. Un desafío que también afronta el mundo del Arte, porque ahora, viviendo en tiempos de estetización generalizada, al encontrar lo bello y lo sublime en un videojuego, ese viejo feudo que tuvo durante varios siglos el mundo del Arte monopolizando las experiencias más bellas y más sublimes ha empezado a desaparecer, como desaparece el dinero cuando caen las acciones en la bolsa. No es de extrañar que después del año 2000 se empezara a hablar de una manera reiterada de Mizuguchi como un genio y se empezara a decir que un videojuego deja de ser un videojuego cuando se trata de una creación de Tetsuya Mizuguchi. Y así, su trabajo fuera empezado a ser catalogado como Arte. Lo que ha sucedido es que en el siglo XXI la industria de los videojuegos se ha convertido en la más rentable de todas las economías asociadas al mundo del entretenimiento, por encima ya de lejos que la del cine, la gran industria del siglo XX. En una globalizada realidad posindustrial de las economías el negocio ha terminado por trasladarse a los videojuegos como un servicio de alta rentabilidad. No es casualidad, entonces, que se empiece a hablar del videojuego como un Arte justo cuando su rentabilidad en el mercado global alcanza un nivel exorbitante. El Sistema sigue jugando a elevar de estatus sus productos y sus servicios por medio de esa transfiguración del lugar común de la que habla Arthur Danto, a través de la cual el objeto ordinario se eleva a la categoría de obra de Arte, en este caso, saltando desde el mundo del entretenimiento al pretendidamente exclusivo mundo del Arte.

Puede que hablar del trabajo de Mizuguchi como Arte en los medios de comunicación de todas partes del planeta ayude efectivamente a ampliar los alcances del mercado del videojuego, llegando a públicos que antes nunca se habrían interesado en jugar o en adquirir una consola de video. Pero esa estrategia sólo resulta necesaria, realmente, en los públicos de edades adultas, los que se criaron con ese valor tradicional en sus modos de concebir la vida, el del Arte como una categoría superior de la producción y de la actividad humana. Porque siendo honestos, a las nuevas generaciones ese valor tradicional, ese estatus, les tiene sin cuidado. Tanto a esos niños que abordan este tipo de juegos sin ninguna conciencia arraigada de distinción entre el Arte y el entretenimiento, o cualquier tipo de distinción parcelaria de ese tipo, como a los jóvenes que van a bailar en las fiestas psy trance, usualmente propensos a ser atravesados por sensaciones de lo sublime en las más variados niveles de intensidad, sin el más mínimo interés de estar haciendo parte de una experiencia artística. El infinito aquí y ahora, cruzando umbrales, abriendo mundos, jugando frente a la pantalla, bailando en una fiesta, como la fiesta en Barrilonia, en la que ahora se mueven más lo pies con la sesión de extraña música que comenzó hace un rato, gracias a las líneas de bajo de un nuevo track entrando en la mezcla, penetrando en la percepción más allá de lo auditivo de los allí asistentes. La muralla de bajos que conforma la base rítmica en The Arc de Glyph se introduce en ese momento en medio de la gente, mientras la chica rubia desdoblada se agita compulsivamente, haciendo de las paredes de sonido de los bajos las carreteras a través de las cuales su cuerpo se desliza audazmente, en curvas sinuosas, inesperadas. En ese éxtasis que aquella chica encarnaba parecía poder verse la experiencia de lo sublime que otros miles de vidas alrededor del planeta han sentido en las fiestas más underground de psy trance, aquellas que mejor resuenan con la espiritualidad auténtica de las fiestas psicodélicas seminales, las de Goa y Nepal al final de la década 1960. Lo sublime parece ya completamente fugado del feudo que se esfuerza en mantener vigente el mundo del Arte en pleno siglo XXI: el de las experiencias estéticas más elevadas. Más elevada que aquella chica rubia extasiada a partir de la música era difícil encontrar alguien. Ella sublimaba su energía vital bailando, transmutando las sustancias de un cuerpo en poder. En eso consiste a profundidad el reencantamiento del mundo, eso mismo de lo que habla Morris Berman, en un tipo de mistificación intensa en nuestras maneras de concebir la vida y en la experimentación de esa mística desde la misma vida cotidiana. Una mistificación a partir de la realidad inmanente, lo que Berman llama el sentido erótico de la realidad.

La realidad social globalizada evidencia que lo que alguna vez legitimó la separación del Arte del resto de esferas sociales en la Modernidad se ha perdido por completo, pues la belleza y lo sublime se producen ahora más en manos de diseñadores de videojuegos que de los propios artistas del mundo del Arte contemporáneo. Cada vez se borra más en las nuevas generaciones esa idea de que el Arte es algo superior. Cada vez más se diluye en el aire de los tiempos de la globalización la noción del Arte como un tipo de producto o experiencia elevada. No sólo porque el Arte contemporáneo se ha convertido en un territorio poco fértil para ese tipo de experiencias, desde que el Arte conceptual convirtiera a final del siglo XX el arte en una cuestión de razones y de razonamientos más que de sensaciones, hasta las primeras décadas del siglo XXI, en las que las tendencias del Arte relacional redujeron la experiencia del arte a cartografías de proyectos y de archivos, pasando de la razón al aburrimiento y del aburrimiento al tedio la experiencia que se ofrece desde el mundo del Arte. No sólo es la falta de potencia de empoderamiento de las obras del Arte contemporáneo, es sobre todo la fuerza positiva de emergencia de nuevas potencias de empoderamiento que traen consigo las experiencias provenientes por fuera del mundo del Arte. Ya no se necesitan las instituciones del mundo del Arte para acceder a experiencias sublimes. Cada vez más se explora la expansión sensorial y mental a través de la sinestesia y la sensación de lo sublime en experiencias que no hacen parte de los circuitos ni transmiten los valores de un mundo del Arte que parece condenado a vivir de su pasado. Ni lo bello, ni lo sublime, ni ninguna otra sensación en particular, como tampoco las experiencias multisensoriales, ni la sinestesia, ni la exploración o la agitación de los sentidos, de la mente o del espíritu, nada de eso en especial tiene por ofrecerle el mundo del Arte al resto del planeta. Los acontecimientos están ya en todas partes. La cultura globalizada y las culturas glocales son ahora esas fuentes. Y el mundo del Arte no ofrece más información o más conocimiento que cualquier otro mundo específico del sistema de vida global. Ciencia y tecnología, Cultura y entretenimiento… el Arte es sólo otra sección más en la agenda del programa. El arte ya no es algo magnánimo en el nuevo milenio. El Arte como mega relato se agota en el siglo XXI.





Enlaces


Child of Eden – Prueba del juego por Tetsuya Mizuguchi: http://uk.xbox360.ign.com/articles/109/1098711p1.html

Child of Eden – Trailer oficial y entrevista a Tetsuya Mizuguchi: http://child-of-eden.us.ubi.com


Cristopher Lee Martin: http://christopherleemartin.com

Liquid Mind / Mentalism. Psycircle compilations: http://psycircle.com/site/content/conjugations



Jean Baudrillard, El complot del Arte:




Bibliografía


Acerca del fin del Arte y el fin de las meta narrativas en el mundo del Arte:
Arthur Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia. Paidós. Barcelona, 1999.
__________, La transfiguración del lugar común. Una filosofía del arte. Paidós Estética. Barcelona, 2002.
__________, The Philosophical Disenfranchisement of Art. Columbia University Press. 1986.
Berel Lang (Ed.), The Death of Art. Haven Publishers. New York, 1984.

Acerca del fin de la Historia del Arte:
Hans Belting, The End of the History of Art. University of Chicago Press. Chicago, 1987.

Acerca de la muerte del Arte en el siglo XIX y la Historia como meta narrativa:
G.W.F. Hegel, La fenomenología del espíritu. Madrid, 2010.

Acerca de la estetización generalizada y el fin del arte como hecho específico:
Jean Baudrillard, Transparency of evil. Verso, London, 1993.
_____________, El complot del arte. Amorrortu. Buenos Aires, 2006.
Gilles Lipovetsky, La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, Barcelona, 1986.
Jean Francois Lyotard, Moralidades posmodernas. Taurus, Madrid, 1998.
Gianni Vattimo, Muerte o Crepúsculo del Arte. En El Fin de la Modernidad. Nihilismo y hermeneútica en la Cultura Posmoderna. Gedisa. Barcelona, 1996.

Acerca del fin de la modernidad desde una persepctiva hermenéutica nihilista:
Gianni Vattimo, El Fin de la Modernidad. Nihilismo y hermeneútica en la Cultura Posmoderna. Gedisa. Barcelona, 1996.

Acerca del fin de la Historia:
Jean Baudrillard, La ilusión del fin. Anagrama. Barcelona, 1993.
____________, La ilusión vital. Siglo XXI. Madrid 2002.
Francis Fukuyama, El fin de la Historia y el último hombre. Editorial Planeta. Buenos Aires, 1992.

Acerca del fin de las meta narrativas y la condición posmoderna de las sociedades globalizadas:
Jean Francois Lyotard, La condición posmoderna. Informe sobre el saber. Cátedra, Madrid, 1992.
__________________, La posmodernidad (explicada a los niños). Gedisa. Barcelona, 1999.

Acerca del presente perpetuo en tiempos de globalización:
Fredric Jameson, Teoría de la posmodernidad. Trotta, Madrid, 1998.
_____________, Las semillas del tiempo. Trotta, Madrid, 2000.

Acerca del Imperio Global del sistema de vida capitalista:
Michael Hardt / Antonio Negri, Imperio. Desde abajo, Bogotá, 2001.

Acerca del desencantamiento del mundo:
Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Alianza. Madrid, 2002.

Acerca del reencantamiento del mundo:
Morris Berman, El reencantamiento del mundo. Editorial Cuatro Vientos. Santiago de Chile, 2004.

Acerca de lo bello y lo sublime desde la Estética como disciplina:
Immanuel Kant, Crítica del juicio. Espasa-Calpe. Madrid, 1999.

Acerca de lo sublime en el Arte y el arte más allá de lo sublime:
Jean Francois Lyotard, The Sublime and the Avant-Garde y After the Sublime, the State of Aesthetics. En The Inhuman. Stanford, Oxford, 1988.

Acerca de las formas y las fuerzas:
Gilles Deleuze, Foucault. Paidos, Barcelona, 1987.
Fritjof Capra, The tao of physics: An Exploration of the Parallels between Modern Physics and Eastern Mysticism. Shambhala Publications. 2000.

Acerca de la serpiente dormida del kundalini y el cuerpo sutil etérico (suksma-sarira):
Ajit Mookerjee, Kundalini. The arousal of the inner energy. Thames & Hudson. London, 2005.

Acerca de lo tonal y lo nagual (lo físico y lo microfísico):
Carlos Castaneda, Una realidad aparte. Fondo de Cultura Económica. México, 1971.
______________, Relatos de poder. Fondo de Cultura Económica. México, 1976.

Acerca del conocimiento de lo desconocido:
Carlos Castaneda, El fuego interno. Gaia. Madrid, 1997.
______________, El conocimiento silencioso, Emece. Buenos Aires, 1996.

Acerca del nacimiento y la muerte del hombre:
Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Siglo XXI, México, 1998.

Acerca de la microfísica del poder:
Michel Foucault, Vigilar y castigar. Siglo XXI, México, 1978.
_____________, Historia de la sexualidad volumen I: La voluntad de saber. Siglo XXI, México, 1979.
_____________, Microfísica del poder. La Piqueta. Madrid, 1993.

Acerca de la micropolítica del deseo, los isomorfismos y el constructivismo vitalista:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos, Valencia, 1992.

“El capitalismo lleva en sí mismo los gérmenes de su propia destrucción”, en:
Karl Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Alianza Editorial. Madrid, 2002.








Una experiencia casi metafísica


Más allá del Mega relato del Arte 1



Los beats retumbaban contra las paredes pintadas de Barrilonia al tiempo que rebotaban adentro de todas las cabezas, el track finalizaba y ya los sintetizadores se habían ido, cuando de repente, el pulso se detuvo. Los beats pararon por sorpresa y el track entrando se dejó escuchar al desnudo. Un líquido sonoro empezó a fluir en el aire, una sustancia sonora ácida fluorescente se apoderó del ambiente en un chorro invisible pero vivamente perceptible, una emisión nocturna saliendo de los bafles mojaba las conversaciones y los murmullos en una fiesta de extraños. Otro segundo chorro inunda la fiesta: los sonidos ahora parecen venir del fondo del océano profundo de nuestros pensamientos como una burbuja que emerge hasta la superficie haciendo reverberar las aguas de nuestras mentes interconectadas, volviéndose cada vez más ácidas, más intensas, más agudas, hasta evaporarse en las frecuencias de un ambiente sonoro en plena ebullición. En ese momento, al cerrar los ojos, el flashback lo llevó con una velocidad cuántica hasta otra parte. Dos campesinos nepalíes, sentados sobre unas piedras, observaban la pista de baile al aire libre del Mountain Madness 2009, junto a un río caudaloso en pleno corazón del Himalaya. Uno de los dos miraba perplejo, más bien preocupado. El otro reía estrepitosamente, como si hubiera ido al circo más gracioso, como si estuviera viendo un espectáculo. Dos campesinos enraizados en las costumbres más ancestrales de Nepal se sentaban a presenciar fascinados el delirante ritual que un montón de jóvenes provenientes de algunas de las ciudades más sofisticadas y globalizadas del planeta llevaban a cabo. Filas y filas de cuerpos sobresaltados salidos de sí mismos bailando al ritmo frenético de una música tribal. Parecía la serpiente de la Historia mordiéndose su propia cola: los civilizados convertidos en primitivos. Jóvenes con vidas hiper modernas, fugados de la civilización suprema de un imperio global, en el techo del planeta, intentando tocar el cielo con la mente, buscando la elevación a través de la más primaria de las formas: bailando, al aire libre, bailando hasta perder conciencia de sí mismos, bailando hasta fundirse con todo aquello que los rodea. Es el arte, el milenario arte de entrar en trance a través de la danza.

El flashback voló por la cabeza, apenas duró un par de segundos. En ese instante entró con fuerza el beat y cuánticamente regresó a donde estaba. El recuerdo vivido en Nepal conectó directamente con la fiesta en Barrilonia, en pleno corazón de Barcelona. La música era la misma. Lo que sonaba era Thought Invasion de Bodhisattva 13:20, las vibraciones líquidas eran como el pensamiento en su estado más salvaje hecho sonido, acompañando la avalancha rítmica que se suelta. Los beats revientan a 144 bpm y ya nadie allí consigue dejar los pies quietos. La gente se animaba a bailar de nuevo en una fiesta en la que casi todos eran desconocidos para los demás, pero pocos bailaban con el arrebato de una chica, una chica rubia que no paraba de hacer ondas enigmáticas con los brazos trazando giros inciertos con las piernas. Parecía poseída por alguna fuerza, era algo más allá de sí misma lo que la hacía moverse en formas así de misteriosas. Ella parecía fuera de sí esa noche. Ella estaba en trance. El líquido sonoro parecía haberla penetrado desde la médula hasta el cerebro. Estaba trastornada. Su estado era indescriptible, sus maneras de moverse eran irrepresentables, su agitación parecía desbordarle todos los sentidos. Tal era la intensidad de su estremecimiento que su rostro plasmaba una mezcla de placer y dolor al mismo tiempo. Parecía estar viviendo una experiencia sublime. Parecía estar sintiendo el infinito, aquí y ahora. Algunos en la fiesta la observaban atónitos, para otros tal descarga de intensidad parecía resultarles incómoda. Pero a todos allí aquella noche les aconteció verla. Lo que presenciaron, lo que resultaba impresentable para tantos, rompía con la historia de la noche que se había vivido; la fiesta después de ella no fue la misma. Ella fue un acontecimiento, al igual que la música que instantáneamente la llevó a un estado de elevada inconsciencia, la música que la llevó al éxtasis. El mismo éxtasis que miles y miles de vidas alrededor del planeta experimentan bailando música como la que en ese momento comenzó a oírse, un cierto tipo de música de trance del siglo XXI.

¿Es esta una experiencia religiosa? ¿Es una experiencia estética? ¿Es la ceremonia de una religión? ¿Es una experiencia del mundo del Arte? Al parecer, no corresponde a ninguno de esos ámbitos. Se trata de una fiesta. Ya está. Nada de lo que se hace allí se hace en nombre de ninguna religión. Nada de lo que se gesta allí se gesta en nombre del Arte. Entonces, ¿es ocio lo que allí se genera? ¿Es una experiencia de entretenimiento? Quizás lo sea, pero parece también mucho más que eso. Se trata de una experiencia de la vida cotidiana, en la que se encarnan las fuerzas, los valores y las sensaciones más elevadas que comúnmente las sociedades modernas atribuyen al mundo de la religión o al mundo del Arte. Las experiencias místicas pertenecerían al ámbito de lo religioso, una esfera específica de la vida social moderna. El desencantamiento del mundo del que hablara Max Weber consiste en eso exactamente: la desmistificación de las vidas y de la vida cotidiana misma. La racionalización generalizada de la Modernidad lleva a encontrar un ámbito específico para ubicar las experiencias sublimes producidas por los seres humanos, y así es que nace el Arte como una esfera separada de las otras esferas de la vida social, el Arte como una experiencia sublime. Sin embargo, la fiesta en la que estamos se ofrece en la segunda década del siglo XXI, en un momento histórico en el que el estado de cosas de las artes se halla más allá de la hegemonía de lo sublime, como hace ver Jean-François Lyotard al hacer visible la condición posmoderna de las sociedades globalizadas. No es una experiencia de Arte moderno a la que asistimos, pero tampoco de Arte contemporáneo o altermoderno. Es, sencillamente, una experiencia inclasificable: una fiesta, llena de artes y de exaltaciones místicas. Lo más mundano y lo más elevado al mismo tiempo. Lo único evidente es que a los que viven dicha experiencia lo que menos les importa es intentar clasificarla. Las generaciones del siglo XXI no se preocupan ni se interesan, no les resulta relevante, no necesitan ese tipo de distinciones, de clasificaciones o categorizaciones. Entonces, ¿por qué las instituciones del sistema de vida global se esfuerzan en seguir distinguiendo la vida cotidiana de ámbitos sociales pretendidamente específicos, como el Arte o como la religión?

Lo sublime, la sensación del infinito aquí y ahora, se ha agotado como meta narrativa del mundo del Arte en el siglo XXI. La sensación de lo sublime ya no ocupa el lugar de privilegio que ocupó desde mitad del siglo XIX hasta mitad del siglo XX, durante el reinado del Arte moderno. Y sin embargo, lo sublime nunca muere, ni siquiera en sistemas de vida programados para a través de sus instituciones desmistificar la vida diaria. De hecho, tampoco muere la voluntad de producir lo sublime que anima el espíritu moderno; simplemente deja de ser hegemónica en el mundo del Arte, pero sigue brotando aquí y allá, entre los márgenes de otras grandes tendencias. Dejar ese estatus de hegemonía fue lo más positivo que pudo ocurrirle a lo sublime en el siglo XXI: sin las instituciones y las autoridades demandándolo puede ahora hacerse y rehacerse lo sublime como un intento natural y espontáneo en los intersticios de la vida social, como esta fiesta en Barrilonia en la que cierta música logra elevar el espíritu de cierta gente con la misma agitación de sentidos que llegaban a producir las vanguardias en sus intentos de experimentación. Cuando se alcanzó a revelar que el nuevo track entrando era Insidious Muckbubbles de Bodhisattva 13:20 + Konflux se evidenció que la fiesta entraba en otra dimensión. La gente movía los pies automáticamente a pesar de lo experimental de ese ataque sónico, incluso cuando a más de uno se le escapó en su cara cierto aire de extrañeza y desconcierto ante lo que se escuchaba. El psy trance que sonaba en ese momento era líquido: es una especie de liquid psy trance. El track hace parte de un disco de recopilación de una camada de productores musicales provenientes de partes del planeta tan diversas como India, Rusia, California, Suiza o Japón, todos atravesados por un mismo espíritu, precisamente el de la voluntad de elevar los espíritus de los otros, a través de un psy trance con altas dosis de experimentación con el que se intenta no sólo generar placer en las pistas de baile sino además expandir las mentes. El disco se titula Mentalism, se publica en el año 2010 y en las palabras de Bodhisattva 13:20, compilador del trabajo y productor de algunos de los tracks, esta recopilación constituye un experimento sonoro. Y le dice a la gente a través de la página web de Psycircle que escuche cuidadosamente todas las combinaciones de frecuencias y de secuencias porque todas son igual de importantes, juntas convergen en un indefinible pero sobrecogedor e inspirador mensaje que puede ser contemplado en cualquier estado de conciencia. Psycircle es un colectivo de montaje de eventos y de experimentación sonora fundado por Bodhisattva 13:20, un colectivo que, en sus propias palabras, trabaja por la iluminación y la evolución.

Un DJ y productor de psy trance hablando de mensajes de iluminación espiritual con los sonidos, sólo a partir de frecuencias y secuencias sonoras, de mensajes sin palabras. El misterio de lo desconocido y lo insondable, de lo inexplicable y lo inconmensurable sigue siendo un motor de creación aún después del fin de la era hegemónica del Arte moderno. Algunas tendencias de Arte contemporáneo siguen hablando de lo metafísico en el siglo XXI, para sorpresa de aquellos que creen que sólo lo hacen grupos de Nueva Era. De hecho, son artistas profesionales que se involucran en su trabajo con procesos científicos los que hablan de ello. Es el caso de Cristopher Lee Martin, de Dallas, Texas, quien cree que sus fotografías digitales abstractas constituyen una experiencia casi metafísica. Su Arte abstracto no objetivo consiste en procesos de manipulación de la luz a partir de la fotografía digital, utilizando lasers, leds y otros tipos de fuentes artificiales, creando planos pictóricos que desbordan el sentido de la vista en experiencias multisensoriales. Resulta más que increíble la resonancia sensorial entre el liquid psy trance y la fotografía digital Lava: la música electrónica abstracta de Psycircle se derrite en los oídos fluorescente e hirviente, como la sustancia rojiza de la fotografía digital abstracta de Cristopher Lee Martin que lleva ese mismo nombre, Lava, igual que el track de Cognoscenti que explota esa ácida sonoridad plástica tan pegajosa como abrasiva. Un track que sólo suena en el psyunderground y en el primer álbum de Psycircle como casa disquera, Liquid Mind, recopilado igualmente por Bodhisattva 13: 20, el disco que precede a Mentalism, el álbum inaugural del liquid psy trance como un estilo particular, como una singularidad sonora dentro del hoy comercial mundo de la música trance. Liquid Mind difícilmente encuentra una imagen fotográfica que plasme tan detallada, vibrante e intensamente su música como Liquid light de Lee Martin, una animación compuesta con imágenes fotográficas abstractas digitales vistas a través de lentes lenticulares. La música de Liquid Mind es luz líquida derretida como la sustancia multicromática de Liquid light, ambas son como frecuencias fundidas reversiblemente en un espacio-tiempo multidimensional. Las relaciones isomórficas entre los dos mundos de composición se estrechan al ver la imagen Contortiondistortion, cuyo nombre captura todo el poder de flexibilidad del liquid psy trance y todas sus propiedades de complejidad saltan a la vista con Purplexity, tan fluida como densa en sus chorros púrpuras electrónicos. Imágenes y música que nos salpica no sólo los oídos sino la mente, como Psychic Vision, la alucinante visión de las fuerzas cósmicas en sus frecuencias más ácidas plasmadas en una imagen digital.

Lo desconocido se sigue haciendo plásticamente visible, pero ahora con una precisión cada vez más microscópica. La animación Alpha Omega Lenticular constituye una forma plástica de manifestar físicamente realidades perceptibles que resultan imposibles de comprobar. En una urdimbre de hilos se forman capas a partir de cambios energéticos de frecuencia que se plasman en cambios de color en variación continua. Alpha Omega Lenticular parece un homenaje al aura, a la dimensión energética de cuerpos sutiles que hace miles de años empezó a pensar el Tantra en el Himalaya. Fuerza abstracta hecha sustancia visual. El arte de la manipulación de la luz que practica Cristopher Lee Martin consiste en la exploración del uso del espacio por parte de la luz a través del plano pictórico. Así compone su fotografía abstracta: como si fueran cuadros. El arte de la manipulación del sonido exhibido con el liquid psy trance de Bodhisattva 13:20 consiste en la exploración del uso del espacio por parte del sonido a través del plano de composición. Ambos intentos se concentran en explorar lo microfísico: la dimensión microscópica de las fuerzas que poseen las sustancias pictóricas o sonoras. El nombre propio de Bodhisattva 13:20 es Cristopher Lee Martin también, ¡para mayor resonancia cósmica! Sus resonancias son infinitas, aún a pesar de compartir sus artes en espacios tan distintos; en galerías del mundo del Arte el C.L. Martin de la plástica fotográfica, en fiestas al aire libre el C.L. Martin de la plástica musical. Uno haciéndose las preguntas de la metafísica a través de experimentos entre la ciencia y las artes visuales, otro haciéndose preguntas acerca del despertar espiritual a través de las artes sonoras. Son espacios muy distintos, proyectando espiritualidades diferentes, una de la contemplación sosegada en las exposiciones fotográficas, y otra de la agitación desenfrenada en las fiestas de música hardcore de baile. Mientras el artista exhibía sus Megacities en la Galería de Arte Moderno Haley-Henman en Dallas, a final de octubre de 2010, el productor musical tocaba un set en vivo en plena noche de Halloween en el Psychedelic Freak Show de Psy Tribe, en la Jolla Indian Reservation Pauma Valley en California. Pero ambos, compartiendo un mismo aire de los tiempos se encuentran hoy atravesados con la inquietud por el misterio hacia lo desconocido. Strange findings, como el track de Bodhisattva 13:20 que abre la descarga psicosónica de Mentalism, hardcore dance music que se crea para elevar las conciencias, música alienígena y extrema para el despertar espiritual.

Lo que más conecta a las vidas que exploran en el siglo XXI plásticamente las fuerzas de lo desconocido, es su intento por producir experiencias multisensoriales. Es voluntad explícita de Psycircle, como también de Cristopher Lee Martin cuando habla de la sinestesia, la mezcla de los sentidos. Sinestesia son los colores que se oyen, las frecuencias que se ven, el sonido como una textura que puede tocarse. El arte digital abstracto con el que experimenta Cristopher Martin es un intento por producir experiencias de sinestesia, de mezcla de los sentidos. Según el propio artista, el color y la luz fotográfica son fenómenos misteriosos capaces de reunir gente que viene de los ambientes perceptivos más diversos, para quienes la luz y el color tienen los significados individuales, culturales y espirituales más diversos. Lo mismo que sucede en fiestas como las de Psycircle, en la que gente proveniente de las culturas más disímiles termina conectada por unas mismas fuerzas, gracias a la capacidad de reunión de la música. El misterio de la sinestesia y la conjugación de los sentidos se siguen experimentando en el nuevo milenio, quizá cada vez más, gracias a la exploración a partir de los misterios irresolubles de las capacidades de afección de la luz y el sonido. La sinestesia, la experiencia multisensorial entremezclada, se explora en el siglo XXI por vías muy distintas a las del Modernismo como en el caso de Kandinski, quien a través de la pintura intentó llegar a determinar lenguajes sinestésicos universales. Ahora las sinestesias se plasman como experiencias particulares, como singularidades irrepetibles, pero con potencias de usos espirituales iguales o aún mayores que las De lo espiritual en el arte del pintor ruso y padre del Arte Abstracto, como Angel Wings o Mandala de Cristopher Lee Martin y también como Total Providence de Cognoscenti, un track asombroso, capaz de hacerte trascender aquí y ahora en el presente absoluto de una pista de baile de una fiesta cualquiera, el track que entra en la mezcla en este instante, una fiesta sorpresa de psy trance en pleno barrio de El Raval en Barcelona. Así, las experiencias de sinestesia también se viven por fuera del mundo del Arte. La fiesta, la música que suena devuelve a la mente recuerdos de las mejores fiestas vividas, esas fiestas abiertas y espontáneas que permiten explotar la singularidad del momento y, sobre todo, aprovechar lo que tenemos. Aquí el Arte es lo de menos. Las sinestesias estallan bailando. Fuck Art, let’s dance. Lo único que importa es lo que la vida realmente llega a sentir.









Más allá del mega relato del Arte





Abstract

La realidad social globalizada evidencia que lo que alguna vez legitimó socialmente una separación entre el Arte y el resto de esferas sociales, como se concibe desde el proyecto de la Modernidad, se ha perdido por completo en tiempos de globalización. La belleza y lo sublime se experimentan ahora más frecuente e intensamente en actividades habituales de la vida cotidiana que en las propias experiencias producidas oficialmente por el mundo del Arte contemporáneo. El Arte no irradia ningún poder que no se encuentre ya presente en otras experiencias sociales. La muerte del Arte en el siglo XXI constituye mucho más que la muerte de las meta narrativas al interior del mundo del Arte, como plantea Arthur Danto. La muerte del Arte es la muerte del mega relato mismo del Arte: la creencia de que el Arte es una experiencia elevada, superior y separada del resto de experiencias sociales. Los relatos maestros no desaparecen con la globalización, de hecho, la Globalización como tal funciona en el sistema de vida como una gran narrativa, igual que lo hace el Arte. La transformación radica en el paso de los metarrelatos, teleológicos, a los mega relatos, inmanentes, pero pretendidamente universales. A pesar de que el mundo del Arte se esfuerza por mantener vivo el mega relato del Arte en el siglo XXI las generaciones del nuevo milenio, inmersas en una estetización generalizada de la vida cotidiana, empiezan a vivir su vida más allá del Arte como valor superior de la cultura. La muerte del Arte como mega relato abre un nuevo horizonte de posibilidades abiertas para los usos de las artes por parte de cualquiera: otra concepción y otras afecciones por el arte, y otras maneras de tejer la vida social a partir de sus puestas en práctica y sus puestas en común.


Keywords: El fin del arte, la estetización generalizada, la globalización, los metarrelatos, la microfísica del poder, lo sublime, la sinestesia.



* * *


Una experiencia casi metafísica

Los beats retumbaban contra las paredes pintadas de Barrilonia al tiempo que rebotaban adentro de todas las cabezas, el track finalizaba y ya los sintetizadores se habían ido, cuando de repente, el pulso se detuvo. Los beats pararon por sorpresa y el track entrando se dejó escuchar al desnudo. Un líquido sonoro empezó a fluir en el aire, una sustancia sonora ácida fluorescente se apoderó del ambiente en un chorro invisible pero vivamente perceptible, una emisión nocturna saliendo de los bafles mojaba las conversaciones y los murmullos en una fiesta de extraños. Otro segundo chorro inunda la fiesta: los sonidos ahora parecen venir del fondo del océano profundo de nuestros pensamientos como una burbuja que emerge hasta la superficie haciendo reverberar las aguas de nuestras mentes interconectadas, volviéndose cada vez más ácidas, más intensas, más agudas, hasta evaporarse en las frecuencias de un ambiente sonoro en plena ebullición. En ese momento, al cerrar los ojos, el flashback lo llevó con una velocidad cuántica hasta otra parte. Dos campesinos nepalíes, sentados sobre unas piedras, observaban la pista de baile al aire libre del Mountain Madness 2009, junto a un río caudaloso en pleno corazón del Himalaya. Uno de los dos miraba perplejo, más bien preocupado. El otro reía estrepitosamente, como si hubiera ido al circo más gracioso, como si estuviera viendo un espectáculo. Dos campesinos enraizados en las costumbres más ancestrales de Nepal se sentaban a presenciar fascinados el delirante ritual que un montón de jóvenes provenientes de algunas de las ciudades más sofisticadas y globalizadas del planeta llevaban a cabo. Filas y filas de cuerpos sobresaltados salidos de sí mismos bailando al ritmo frenético de una música tribal. Parecía la serpiente de la Historia mordiéndose su propia cola: los civilizados convertidos en primitivos. Jóvenes con vidas hiper modernas, fugados de la civilización suprema de un imperio global, en el techo del planeta, intentando tocar el cielo con la mente, buscando la elevación a través de la más primaria de las formas: bailando, al aire libre, bailando hasta perder conciencia de sí mismos, bailando hasta fundirse con todo aquello que los rodea. Es el arte, el milenario arte de entrar en trance a través de la danza.

El flashback voló por la cabeza, apenas duró un par de segundos. En ese instante entró con fuerza el beat y cuánticamente regresó a donde estaba. El recuerdo vivido en Nepal conectó directamente con la fiesta en Barrilonia, en pleno corazón de Barcelona. La música era la misma. Lo que sonaba era Thought Invasion de Bodhisattva 13:20, las vibraciones líquidas eran como el pensamiento en su estado más salvaje hecho sonido, acompañando la avalancha rítmica que se suelta. Los beats revientan a 144 bpm y ya nadie allí consigue dejar los pies quietos. La gente se animaba a bailar de nuevo en una fiesta en la que casi todos eran desconocidos para los demás, pero pocos bailaban con el arrebato de una chica, una chica rubia que no paraba de hacer ondas enigmáticas con los brazos trazando giros inciertos con las piernas. Parecía poseída por alguna fuerza, era algo más allá de sí misma lo que la hacía moverse en formas así de misteriosas. Ella parecía fuera de sí esa noche. Ella estaba en trance. El líquido sonoro parecía haberla penetrado desde la médula hasta el cerebro. Estaba trastornada. Su estado era indescriptible, sus maneras de moverse eran irrepresentables, su agitación parecía desbordarle todos los sentidos. Tal era la intensidad de su estremecimiento que su rostro plasmaba una mezcla de placer y dolor al mismo tiempo. Parecía estar viviendo una experiencia sublime. Parecía estar sintiendo el infinito, aquí y ahora. Algunos en la fiesta la observaban atónitos, para otros tal descarga de intensidad parecía resultarles incómoda. Pero a todos allí aquella noche les aconteció verla. Lo que presenciaron, lo que resultaba impresentable para tantos, rompía con la historia de la noche que se había vivido; la fiesta después de ella no fue la misma. Ella fue un acontecimiento, al igual que la música que instantáneamente la llevó a un estado de elevada inconsciencia, la música que la llevó al éxtasis. El mismo éxtasis que miles y miles de vidas alrededor del planeta experimentan bailando música como la que en ese momento comenzó a oírse, un cierto tipo de música de trance del siglo XXI.

¿Es esta una experiencia religiosa? ¿Es una experiencia estética? ¿Es la ceremonia de una religión? ¿Es una experiencia del mundo del Arte? Al parecer, no corresponde a ninguno de esos ámbitos. Se trata de una fiesta. Ya está. Nada de lo que se hace allí se hace en nombre de ninguna religión. Nada de lo que se gesta allí se gesta en nombre del Arte. Entonces, ¿es ocio lo que allí se genera? ¿Es una experiencia de entretenimiento? Quizás lo sea, pero parece también mucho más que eso. Se trata de una experiencia de la vida cotidiana, en la que se encarnan las fuerzas, los valores y las sensaciones más elevadas que comúnmente las sociedades modernas atribuyen al mundo de la religión o al mundo del Arte. Las experiencias místicas pertenecerían al ámbito de lo religioso, una esfera específica de la vida social moderna. El desencantamiento del mundo del que hablara Max Weber consiste en eso exactamente: la desmistificación de las vidas y de la vida cotidiana misma. La racionalización generalizada de la Modernidad lleva a encontrar un ámbito específico para ubicar las experiencias sublimes producidas por los seres humanos, y así es que nace el Arte como una esfera separada de las otras esferas de la vida social, el Arte como una experiencia sublime. Sin embargo, la fiesta en la que estamos se ofrece en la segunda década del siglo XXI, en un momento histórico en el que el estado de cosas de las artes se halla más allá de la hegemonía de lo sublime, como hace ver Jean-François Lyotard al hacer visible la condición posmoderna de las sociedades globalizadas. No es una experiencia de Arte moderno a la que asistimos, pero tampoco de Arte contemporáneo o altermoderno. Es, sencillamente, una experiencia inclasificable: una fiesta, llena de artes y de exaltaciones místicas. Lo más mundano y lo más elevado al mismo tiempo. Lo único evidente es que a los que viven dicha experiencia lo que menos les importa es intentar clasificarla. Las generaciones del siglo XXI no se preocupan ni se interesan, no les resulta relevante, no necesitan ese tipo de distinciones, de clasificaciones o categorizaciones. Entonces, ¿por qué las instituciones del sistema de vida global se esfuerzan en seguir distinguiendo la vida cotidiana de ámbitos sociales pretendidamente específicos, como el Arte o como la religión?

Lo sublime, la sensación del infinito aquí y ahora, se ha agotado como meta narrativa del mundo del Arte en el siglo XXI. La sensación de lo sublime ya no ocupa el lugar de privilegio que ocupó desde mitad del siglo XIX hasta mitad del siglo XX, durante el reinado del Arte moderno. Y sin embargo, lo sublime nunca muere, ni siquiera en sistemas de vida programados para a través de sus instituciones desmistificar la vida diaria. De hecho, tampoco muere la voluntad de producir lo sublime que anima el espíritu moderno; simplemente deja de ser hegemónica en el mundo del Arte, pero sigue brotando aquí y allá, entre los márgenes de otras grandes tendencias. Dejar ese estatus de hegemonía fue lo más positivo que pudo ocurrirle a lo sublime en el siglo XXI: sin las instituciones y las autoridades demandándolo puede ahora hacerse y rehacerse lo sublime como un intento natural y espontáneo en los intersticios de la vida social, como esta fiesta en Barrilonia en la que cierta música logra elevar el espíritu de cierta gente con la misma agitación de sentidos que llegaban a producir las vanguardias en sus intentos de experimentación. Cuando se alcanzó a revelar que el nuevo track entrando era Insidious Muckbubbles de Bodhisattva 13:20 + Konflux se evidenció que la fiesta entraba en otra dimensión. La gente movía los pies automáticamente a pesar de lo experimental de ese ataque sónico, incluso cuando a más de uno se le escapó en su cara cierto aire de extrañeza y desconcierto ante lo que se escuchaba. El psy trance que sonaba en ese momento era líquido: es una especie de liquid psy trance. El track hace parte de un disco de recopilación de una camada de productores musicales provenientes de partes del planeta tan diversas como India, Rusia, California, Suiza o Japón, todos atravesados por un mismo espíritu, precisamente el de la voluntad de elevar los espíritus de los otros, a través de un psy trance con altas dosis de experimentación con el que se intenta no sólo generar placer en las pistas de baile sino además expandir las mentes. El disco se titula Mentalism, se publica en el año 2010 y en las palabras de Bodhisattva 13:20, compilador del trabajo y productor de algunos de los tracks, esta recopilación constituye un experimento sonoro. Y le dice a la gente a través de la página web de Psycircle que escuche cuidadosamente todas las combinaciones de frecuencias y de secuencias porque todas son igual de importantes, juntas convergen en un indefinible pero sobrecogedor e inspirador mensaje que puede ser contemplado en cualquier estado de conciencia. Psycircle es un colectivo de montaje de eventos y de experimentación sonora fundado por Bodhisattva 13:20, un colectivo que, en sus propias palabras, trabaja por la iluminación y la evolución.

Un DJ y productor de psy trance hablando de mensajes de iluminación espiritual con los sonidos, sólo a partir de frecuencias y secuencias sonoras, de mensajes sin palabras. El misterio de lo desconocido y lo insondable, de lo inexplicable y lo inconmensurable sigue siendo un motor de creación aún después del fin de la era hegemónica del Arte moderno. Algunas tendencias de Arte contemporáneo siguen hablando de lo metafísico en el siglo XXI, para sorpresa de aquellos que creen que sólo lo hacen grupos de Nueva Era. De hecho, son artistas profesionales que se involucran en su trabajo con procesos científicos los que hablan de ello. Es el caso de Cristopher Lee Martin, de Dallas, Texas, quien cree que sus fotografías digitales abstractas constituyen una experiencia casi metafísica. Su Arte abstracto no objetivo consiste en procesos de manipulación de la luz a partir de la fotografía digital, utilizando lasers, leds y otros tipos de fuentes artificiales, creando planos pictóricos que desbordan el sentido de la vista en experiencias multisensoriales. Resulta más que increíble la resonancia sensorial entre el liquid psy trance y la fotografía digital Lava: la música electrónica abstracta de Psycircle se derrite en los oídos fluorescente e hirviente, como la sustancia rojiza de la fotografía digital abstracta de Cristopher Lee Martin que lleva ese mismo nombre, Lava, igual que el track de Cognoscenti que explota esa ácida sonoridad plástica tan pegajosa como abrasiva. Un track que sólo suena en el psyunderground y en el primer álbum de Psycircle como casa disquera, Liquid Mind, recopilado igualmente por Bodhisattva 13: 20, el disco que precede a Mentalism, el álbum inaugural del liquid psy trance como un estilo particular, como una singularidad sonora dentro del hoy comercial mundo de la música trance. Liquid Mind difícilmente encuentra una imagen fotográfica que plasme tan detallada, vibrante e intensamente su música como Liquid light de Lee Martin, una animación compuesta con imágenes fotográficas abstractas digitales vistas a través de lentes lenticulares. La música de Liquid Mind es luz líquida derretida como la sustancia multicromática de Liquid light, ambas son como frecuencias fundidas reversiblemente en un espacio-tiempo multidimensional. Las relaciones isomórficas entre los dos mundos de composición se estrechan al ver la imagen Contortiondistortion, cuyo nombre captura todo el poder de flexibilidad del liquid psy trance y todas sus propiedades de complejidad saltan a la vista con Purplexity, tan fluida como densa en sus chorros púrpuras electrónicos. Imágenes y música que nos salpica no sólo los oídos sino la mente, como Psychic Vision, la alucinante visión de las fuerzas cósmicas en sus frecuencias más ácidas plasmadas en una imagen digital.

Lo desconocido se sigue haciendo plásticamente visible, pero ahora con una precisión cada vez más microscópica. La animación Alpha Omega Lenticular constituye una forma plástica de manifestar físicamente realidades perceptibles que resultan imposibles de comprobar. En una urdimbre de hilos se forman capas a partir de cambios energéticos de frecuencia que se plasman en cambios de color en variación continua. Alpha Omega Lenticular parece un homenaje al aura, a la dimensión energética de cuerpos sutiles que hace miles de años empezó a pensar el Tantra en el Himalaya. Fuerza abstracta hecha sustancia visual. El arte de la manipulación de la luz que practica Cristopher Lee Martin consiste en la exploración del uso del espacio por parte de la luz a través del plano pictórico. Así compone su fotografía abstracta: como si fueran cuadros. El arte de la manipulación del sonido exhibido con el liquid psy trance de Bodhisattva 13:20 consiste en la exploración del uso del espacio por parte del sonido a través del plano de composición. Ambos intentos se concentran en explorar lo microfísico: la dimensión microscópica de las fuerzas que poseen las sustancias pictóricas o sonoras. El nombre propio de Bodhisattva 13:20 es Cristopher Lee Martin también, ¡para mayor resonancia cósmica! Sus resonancias son infinitas, aún a pesar de compartir sus artes en espacios tan distintos; en galerías del mundo del Arte el C.L. Martin de la plástica fotográfica, en fiestas al aire libre el C.L. Martin de la plástica musical. Uno haciéndose las preguntas de la metafísica a través de experimentos entre la ciencia y las artes visuales, otro haciéndose preguntas acerca del despertar espiritual a través de las artes sonoras. Son espacios muy distintos, proyectando espiritualidades diferentes, una de la contemplación sosegada en las exposiciones fotográficas, y otra de la agitación desenfrenada en las fiestas de música hardcore de baile. Mientras el artista exhibía sus Megacities en la Galería de Arte Moderno Haley-Henman en Dallas, a final de octubre de 2010, el productor musical tocaba un set en vivo en plena noche de Halloween en el Psychedelic Freak Show de Psy Tribe, en la Jolla Indian Reservation Pauma Valley en California. Pero ambos, compartiendo un mismo aire de los tiempos se encuentran hoy atravesados con la inquietud por el misterio hacia lo desconocido. Strange findings, como el track de Bodhisattva 13:20 que abre la descarga psicosónica de Mentalism, hardcore dance music que se crea para elevar las conciencias, música alienígena y extrema para el despertar espiritual.

Lo que más conecta a las vidas que exploran en el siglo XXI plásticamente las fuerzas de lo desconocido, es su intento por producir experiencias multisensoriales. Es voluntad explícita de Psycircle, como también de Cristopher Lee Martin cuando habla de la sinestesia, la mezcla de los sentidos. Sinestesia son los colores que se oyen, las frecuencias que se ven, el sonido como una textura que puede tocarse. El arte digital abstracto con el que experimenta Cristopher Martin es un intento por producir experiencias de sinestesia, de mezcla de los sentidos. Según el propio artista, el color y la luz fotográfica son fenómenos misteriosos capaces de reunir gente que viene de los ambientes perceptivos más diversos, para quienes la luz y el color tienen los significados individuales, culturales y espirituales más diversos. Lo mismo que sucede en fiestas como las de Psycircle, en la que gente proveniente de las culturas más disímiles termina conectada por unas mismas fuerzas, gracias a la capacidad de reunión de la música. El misterio de la sinestesia y la conjugación de los sentidos se siguen experimentando en el nuevo milenio, quizá cada vez más, gracias a la exploración a partir de los misterios irresolubles de las capacidades de afección de la luz y el sonido. La sinestesia, la experiencia multisensorial entremezclada, se explora en el siglo XXI por vías muy distintas a las del Modernismo como en el caso de Kandinski, quien a través de la pintura intentó llegar a determinar lenguajes sinestésicos universales. Ahora las sinestesias se plasman como experiencias particulares, como singularidades irrepetibles, pero con potencias de usos espirituales iguales o aún mayores que las De lo espiritual en el arte del pintor ruso y padre del Arte Abstracto, como Angel Wings o Mandala de Cristopher Lee Martin y también como Total Providence de Cognoscenti, un track asombroso, capaz de hacerte trascender aquí y ahora en el presente absoluto de una pista de baile de una fiesta cualquiera, el track que entra en la mezcla en este instante, una fiesta sorpresa de psy trance en pleno barrio de El Raval en Barcelona. Así, las experiencias de sinestesia también se viven por fuera del mundo del Arte. La fiesta, la música que suena devuelve a la mente recuerdos de las mejores fiestas vividas, esas fiestas abiertas y espontáneas que permiten explotar la singularidad del momento y, sobre todo, aprovechar lo que tenemos. Aquí el Arte es lo de menos. Las sinestesias estallan bailando. Fuck Art, let’s dance. Lo único que importa es lo que la vida realmente llega a sentir.



Sublimando la energía en la vida ordinaria

Las experiencias de sinestesia exploradas por el Modernismo y las vanguardias han sido más influyentes incluso afuera del mundo del Arte que dentro de él. De hecho, el psy trance nace como un intento de generar experiencias multisensoriales entremezcladas a partir del encuentro entre naturaleza, música y alucinógenos, cuyo uso por sí mismo facilita la sinestesia. El LSD o la psilocibina son potentes agentes sinestésicos, pero la música intenta serlo también por sí misma; como se afirma en la web de Pycircle, sabemos que estos sonidos han causado alucinaciones y cambios en la percepción del espacio-tiempo. De eso se trata una fiesta de psy trance: de ver los colores de la música que mezclan los DJ’s y de oír las frecuencias de los colores y las formas de las imágenes en movimiento proyectadas que los VJ’s mezclan simultáneamente. Se trata así de vivir experiencias multisensoriales, al aire libre, en pleno contacto con la naturaleza, llevando la potencia de entremezclar y conjugar las sensaciones al máximo, hasta el punto de poder tocar las texturas de la imagen o de la música, como este psy trance líquido que presenta Psycircle al planeta. Sin embargo, ya no hace falta tener que ir a una galería de Arte llena de especialistas, ni a una fiesta de psy trance repleta de psiconautas cargados de LSD para poder experimentar con la sinestesia en nuestro propio cuerpo. Las experiencias de sinestesia no son privilegio exclusivo del mundo del Arte en el siglo XXI, pero además, ya ni siquiera hay que tener que ir a buscarlas a los bordes de las experiencias sociales ni en los undergrounds más filosos y arriesgados como antes. Ahora los niños pueden generar en su propio cuerpo experiencias de sinestesia gracias al video juego Child of Eden lanzado por Microsoft para su consola X-Box 360 en el año 2010. Una creación asombrosa de Tetsuya Mizuguchi conscientemente diseñada también como exploración de la sinestesia, en sus propias palabras, la conexión de los diferentes sentidos y estimulaciones a través de una misma experiencia. La sinestesia es el gran tema de la vida de Mizuguchi, como él mismo confiesa en la entrevista de presentación del juego, es la gran constante en todos sus intentos de creación. Ahora, gracias al shooter multisensorial desarrollado por su empresa, hace su sueño realidad. Cada vez que se dispara jugando se activan y despliegan efectos de sonido y efectos visuales. A partir de las estructuras predeterminadas que Mizuguchi ha creado cualquier usuario puede componer su propio viaje audiovisual. Como dice el diseñador japonés, cada cual se vuelve el director de orquesta de su propia sinfonía.

Child of Eden es un juego que consiste en limpiar un alucinante mundo ciberespacial del virus que se ha tomado el sistema. El usuario se sumerge en el juego, de tal manera que con sus propios brazos haciendo de comandos se manejan las armas con las que se combate el virus en los paisajes que nos rodean. Una mano es la mira, la otra es la que dispara; un aplauso cambia el arma, las dos manos juntas hacen detonar bombas cósmicas. Funciona igual que tantos otros juegos inalámbricos, con un shooter en primera persona avanzando a través de mundos. Pero lo que se destruye y lo que se forma en ese combate electrónico es lo que marca la gran diferencia entre este juego y los demás. Los mundos de formas líquidas haciéndose y deshaciéndose como horizontes cósmicos en constante devenir, las frecuencias de luz, la intensidad de los colores en su ilimitada combinación resultan increíbles para un videojuego. Es la aventura psicodélica con la mayor complejidad hasta ahora conocida en la historia de la psicodelia, más aún cuando no es la obra de arte expuesta ni la instalación montada, sino un espacio interactivo compuesto en tiempo real por usuarios, niños, y de todas las edades. Mizuguchi dice que a medida que más se juegue, más complejo va a ser el escenario con el cual el usuario interactúa, así que todo depende de las destrezas del jugador, el cual tendrá que jugar varias veces para transformarlo por completo en algo hermoso. Uno de los primeros usuarios en probar Child of Eden declaró que se sentía como un brujo haciendo explotar bolas mágicas de energía mientras jugaba. Una experiencia mágica, así se experimenta el juego, volviendo a hacer la magia algo tangible en el siglo XXI. El viaje del juego puede llegar a devenir cósmico, la entrega del jugador en la creación y recreación de flujos de energía controlados por sus manos puede llegar a sobrepasar todos los sentidos, la mezcla de colores y de sonidos activados simultáneamente jugando posibilita la sinestesia de un modo, no solo accesible sino cultivable, como un arte, el arte de componer y recomponer los flujos del mundo del que hacemos parte con nuestras propias manos, un arte que puede llegar a cultivarse hasta alcanzar experiencias conmovedoras y estremecedoras, al mismo tiempo. El poder de lo bello y lo sublime experimentado con un video juego. El poder de lo bello y lo sublime como parte de la vida ordinaria. La Estética de Kant deviene obsoleta en el nuevo milenio. La Estética como disciplina misma, el conocimiento a partir de la cual se justifica el valor del Arte, su consideración como ámbito elevado y superior de la vida social, encuentra suficiente evidencia empírica en el siglo XXI para deshacer todas sus fronteras.

Parece que un ciclo histórico estuviese cerrándose al despuntar las primeras décadas de un nuevo milenio. Un niño sublimando su energía en casa, a través de la emoción y la dinámica corporal de un videojuego, es otra imagen que muestra las condiciones inéditas en la historia del ser humano sobre la Tierra que se viven en el siglo XXI. La organización de la vida social a partir de parcelas, cada una correspondiente a un ámbito social y una actividad específica separada de las otras, el campo de la economía, el campo de la política, el campo de la religión, el campo del arte, el campo de la ciencia, el campo del deporte, etc., parece ya agotada. Las religiones ahora se encuentran ante un gran desafío, porque las nuevas generaciones acceden a experiencias de dimensiones místicas jugando un video juego, sin necesidad de las instituciones religiosas para guiar su espiritualidad. Un desafío que también afronta el mundo del Arte, porque ahora, viviendo en tiempos de estetización generalizada, al encontrar lo bello y lo sublime en un videojuego, ese viejo feudo que tuvo durante varios siglos el mundo del Arte monopolizando las experiencias más bellas y más sublimes ha empezado a desaparecer, como desaparece el dinero cuando caen las acciones en la bolsa. No es de extrañar que después del año 2000 se empezara a hablar de una manera reiterada de Mizuguchi como un genio y se empezara a decir que un videojuego deja de ser un videojuego cuando se trata de una creación de Tetsuya Mizuguchi. Y así, su trabajo fuera empezado a ser catalogado como Arte. Lo que ha sucedido es que en el siglo XXI la industria de los videojuegos se ha convertido en la más rentable de todas las economías asociadas al mundo del entretenimiento, por encima ya de lejos que la del cine, la gran industria del siglo XX. En una globalizada realidad posindustrial de las economías el negocio ha terminado por trasladarse a los videojuegos como un servicio de alta rentabilidad. No es casualidad, entonces, que se empiece a hablar del videojuego como un Arte justo cuando su rentabilidad en el mercado global alcanza un nivel exorbitante. El Sistema sigue jugando a elevar de estatus sus productos y sus servicios por medio de esa transfiguración del lugar común de la que habla Arthur Danto, a través de la cual el objeto ordinario se eleva a la categoría de obra de Arte, en este caso, saltando desde el mundo del entretenimiento al pretendidamente exclusivo mundo del Arte.

Puede que hablar del trabajo de Mizuguchi como Arte en los medios de comunicación de todas partes del planeta ayude efectivamente a ampliar los alcances del mercado del videojuego, llegando a públicos que antes nunca se habrían interesado en jugar o en adquirir una consola de video. Pero esa estrategia sólo resulta necesaria, realmente, en los públicos de edades adultas, los que se criaron con ese valor tradicional en sus modos de concebir la vida, el del Arte como una categoría superior de la producción y de la actividad humana. Porque siendo honestos, a las nuevas generaciones ese valor tradicional, ese estatus, les tiene sin cuidado. Tanto a esos niños que abordan este tipo de juegos sin ninguna conciencia arraigada de distinción entre el Arte y el entretenimiento, o cualquier tipo de distinción parcelaria de ese tipo, como a los jóvenes que van a bailar en las fiestas psy trance, usualmente propensos a ser atravesados por sensaciones de lo sublime en las más variados niveles de intensidad, sin el más mínimo interés de estar haciendo parte de una experiencia artística. El infinito aquí y ahora, cruzando umbrales, abriendo mundos, jugando frente a la pantalla, bailando en una fiesta, como la fiesta en Barrilonia, en la que ahora se mueven más lo pies con la sesión de extraña música que comenzó hace un rato, gracias a las líneas de bajo de un nuevo track entrando en la mezcla, penetrando en la percepción más allá de lo auditivo de los allí asistentes. La muralla de bajos que conforma la base rítmica en The Arc de Glyph se introduce en ese momento en medio de la gente, mientras la chica rubia desdoblada se agita compulsivamente, haciendo de las paredes de sonido de los bajos las carreteras a través de las cuales su cuerpo se desliza audazmente, en curvas sinuosas, inesperadas. En ese éxtasis que aquella chica encarnaba parecía poder verse la experiencia de lo sublime que otros miles de vidas alrededor del planeta han sentido en las fiestas más underground de psy trance, aquellas que mejor resuenan con la espiritualidad auténtica de las fiestas psicodélicas seminales, las de Goa y Nepal al final de la década 1960. Lo sublime parece ya completamente fugado del feudo que se esfuerza en mantener vigente el mundo del Arte en pleno siglo XXI: el de las experiencias estéticas más elevadas. Más elevada que aquella chica rubia extasiada a partir de la música era difícil encontrar alguien. Ella sublimaba su energía vital bailando, transmutando las sustancias de un cuerpo en poder. En eso consiste a profundidad el reencantamiento del mundo, eso mismo de lo que habla Morris Berman, en un tipo de mistificación intensa en nuestras maneras de concebir la vida y en la experimentación de esa mística desde la misma vida cotidiana. Una mistificación a partir de la realidad inmanente, lo que Berman llama el sentido erótico de la realidad.

La realidad social globalizada evidencia que lo que alguna vez legitimó la separación del Arte del resto de esferas sociales en la Modernidad se ha perdido por completo, pues la belleza y lo sublime se producen ahora más en manos de diseñadores de videojuegos que de los propios artistas del mundo del Arte contemporáneo. Cada vez se borra más en las nuevas generaciones esa idea de que el Arte es algo superior. Cada vez más se diluye en el aire de los tiempos de la globalización la noción del Arte como un tipo de producto o experiencia elevada. No sólo porque el Arte contemporáneo se ha convertido en un territorio poco fértil para ese tipo de experiencias, desde que el Arte conceptual convirtiera a final del siglo XX el arte en una cuestión de razones y de razonamientos más que de sensaciones, hasta las primeras décadas del siglo XXI, en las que las tendencias del Arte relacional redujeron la experiencia del arte a cartografías de proyectos y de archivos, pasando de la razón al aburrimiento y del aburrimiento al tedio la experiencia que se ofrece desde el mundo del Arte. No sólo es la falta de potencia de empoderamiento de las obras del Arte contemporáneo, es sobre todo la fuerza positiva de emergencia de nuevas potencias de empoderamiento que traen consigo las experiencias provenientes por fuera del mundo del Arte. Ya no se necesitan las instituciones del mundo del Arte para acceder a experiencias sublimes. Cada vez más se explora la expansión sensorial y mental a través de la sinestesia y la sensación de lo sublime en experiencias que no hacen parte de los circuitos ni transmiten los valores de un mundo del Arte que parece condenado a vivir de su pasado. Ni lo bello, ni lo sublime, ni ninguna otra sensación en particular, como tampoco las experiencias multisensoriales, ni la sinestesia, ni la exploración o la agitación de los sentidos, de la mente o del espíritu, nada de eso en especial tiene por ofrecerle el mundo del Arte al resto del planeta. Los acontecimientos están ya en todas partes. La cultura globalizada y las culturas glocales son ahora esas fuentes. Y el mundo del Arte no ofrece más información o más conocimiento que cualquier otro mundo específico del sistema de vida global. Ciencia y tecnología, Cultura y entretenimiento… el Arte es sólo otra sección más en la agenda del programa. El arte ya no es algo magnánimo en el nuevo milenio. El Arte como mega relato se agota en el siglo XXI.



El Arte como narrativa posthistórica

Por más que se hablara hasta la saciedad en las últimas décadas del siglo XX acerca del fin y de la muerte del arte, aún no se ha terminado de pensar la muerte del mega relato del Arte como tal, que implicaría una condición de posibilidades absolutamente diferente. Como muestra en sus investigaciones Hans Belting, el concepto de Arte no existía en las sociedades anteriores al siglo XV, como tampoco existía aún el concepto de artista; se producían expresiones de muy diversos tipos, pero no eran consideradas un tipo de producto o actividad separada y elevada por encima de las otras producciones y las otras actividades sociales. Lo elevado eran las fuerzas de lo divino a partir de las cuales tejían su vida. Las investigaciones de Belting y Danto en la década de 1980 contribuyen a recuperar la conciencia de la naturaleza histórica del Arte como relato del proyecto de la Modernidad. Para que exista cultura se necesitan relatos en qué creer. Los relatos son las historias sobre las cuales las vidas depositan su certeza existencial. Son los cuentos que creemos para seguir adelante, son las bases existenciales sobre las cuales se construye la vida, desde las individualidades hasta la sociedad en su conjunto. Los relatos son los mitos a partir de los cuales se construye cultura. Relatos fundacionales, los que explican los orígenes de nuestra cultura. Relatos circunstanciales, los que movilizan las acciones de nuestro presente. O relatos anticipatorios, que influyen en la construcción de nuestros horizontes. Hay relatos para nuestros pasados, relatos para nuestros presentes y relatos acerca de nuestro porvenir. Pero siempre son construidos: son construcciones históricas. El proyecto de la Modernidad, puesto en marcha por las nuevas condiciones materiales de la Revolución Industrial y los valores de La Ilustración, está diseñado con el objetivo de hacer realidad unas ciertas condiciones ideales de existencia. Razón por la cual los relatos sobre los que se construye el propio relato de Modernidad se dedican a la tarea de intentar determinar el porvenir. La determinación del porvenir se llama Futuro. Esa es la estrategia de la Modernidad: romper con el pasado, incluso sacrificar el presente, en nombre de un futuro mejor. El Progreso, entonces, se convierte en el valor insigne de La Modernidad, como la filosofía fundacional moderna de Kant y Hegel plantean; no sólo el género humano se halla en constante progreso, el Progreso mismo sería la manifestación del Espíritu absoluto en la Historia universal. La Modernidad se construye a partir de una visión teleológica de la Historia, se edifica a partir de meta relatos: narrativas que determinan la verdad y el futuro de la Historia.

Para desplegarse, la Modernidad tuvo que concebir paralelamente a su propio desarrollo un relato moderno en torno al arte, que entrara en sintonía con la especialización social de los procesos que el naciente capitalismo impulsaba con la apertura de mercados especializados. El arte se convierte en una actividad específica y en un tipo de producto específico, tras decenas de miles de años de existencia como otra cosa, como una fuerza, como una actitud, como el intento, como un cultivo de las destrezas de una práctica, de cualquier práctica y no de unas prácticas específicas, tal como la Modernidad sistematiza el conjunto de las Bellas Artes del Renacimiento a la Ilustración. Las sociedades europeas van dando forma, lentamente, al concepto de Arte y de artista, entre el siglo XVI y el siglo XVIII, hasta que el aire de los tiempos de la Modernidad llega a convertirse en una realidad vivida a mitad del siglo XIX, cuando las instituciones del mundo del Arte empiezan a establecerse: los museos se expanden, las academias se especializan, el oficio de la crítica de Arte se inserta en las dinámicas de la prensa, las actividades se profesionalizan y los artistas se convierten en profesionales, el mercado especializado del Arte nace y las galerías modernas comienzan a aparecer en las ciudades. Desde ese momento se sistematizan las artes consideradas elevadas. El arte se vuelve Arte gracias a una sistematización de la transfiguración de las expresiones en objetos de una categoría superior, obras de Arte, estrictamente separadas de las artesanías y de otros objetos culturales. Una cantidad inmensa de artes tradicionales, de hecho algunas milenarias, oficialmente serían descartadas como Arte. El Arte sólo es lo bello o lo sublime inventado por el genio humano y avalado y legitimado por los valores eurocéntricos de la Ilustración y la Modernidad.

Aunque hoy poco se habla de ello, es apenas hasta el siglo XIX que el relato del Arte, la creencia de que existen unas cosas llamadas obras de Arte, muy bellas o sublimes, producidas por el genio humano, como parte de un mundo aparte llamado el mundo del Arte, se vuelve una creencia comúnmente aceptada en Europa. Y sólo hasta el siglo XX ese relato logra penetrar el resto de culturas del planeta haciéndose parte integral de las sociedades. A pesar de lo breve de su historia, el Arte se convirtió en el refugio de millones de vidas a lo largo del siglo XX, las vidas en busca de algo sublime que atravesara los espíritus en medio de modos de vida tan rutinarios. El mito moderno del Arte llega a concentrar mucho poder. El Arte termina convertido en el ámbito social más influyente en la transformación de valores, e incluso, en los regímenes de producción que se despliegan después de la Segunda Guerra Mundial. El aire de los tiempos que viene con la experiencia de la Modernidad, eclipsado por el valor del Futuro, desencadena en manos de las vanguardias artísticas una historia sublime llena de acontecimientos, precisamente, animada por un poder de anticipación a los tiempos por venir, incluso cuando en ellas recae la lucha moderna por romper las fronteras que el sistema ha trazado entre el Arte y la vida. Los acontecimientos que genera el Arte anticipan todas las grandes mutaciones por venir en las maneras de concebir y de vivir la vida en el siglo XXI. El Arte termina convertido a final del siglo XX, no sólo ya en un relato más dentro de la red de valores e instituciones fundamentales de la vida moderna, sino en un relato glorificado, un relato mitificado lleno de grandes genios endiosados, un mega relato sin el cual empezaría a carecer de sentido el proyecto mismo de La Humanidad sobre la Tierra.

Los meta relatos se agotan en la segunda mitad del siglo XX como Lyotard nos hace ver en 1979, la misma época en que el naciente movimiento punk en Estados Unidos y en Inglaterra advierte que no hay más futuro. El sistema de vida capitalista se ve obligado a reconfigurarse, no sólo tecnológicamente sino también axiológicamente para poder mantener su hegemonía con la llegada del nuevo milenio. Efectivamente, el sistema de vida global del capitalismo logra volverse realidad en la medida en que, a partir de sus dispositivos, consigue seguir adelante sin un valor central determinante para la Historia. El progreso pierde su lugar central en la conformación de la sociedad, los proyectos teleológicos pierden su acogida, la vida social aprende a prescindir de la tranquilidad de un futuro asegurado que las religiones y luego el exceso de fe en la ciencia llegan a prometer. Los sistemas sociales se programan para trabajar por el Desarrollo más que por una ilusión de Progreso, de la misma manera en que las vidas se acostumbran a vivir un presente sin certezas del futuro. Sin embargo, el mega relato de la Globalización que domina las sociedades en el siglo XXI se teje a partir de otros mega relatos a su vez, igual que la Modernidad se formó a sí misma a partir de relatos como los de la razón o el progreso. La diferencia, y en esto radica el ajuste posmoderno del Sistema, a la manera de una reactualización del programa moderno, es haber empezado a prescindir de narrativas histórico mandatorias y haber aprendido a ejercer el poder a través de narrativas mandatorias posthistóricas. Ni la Globalización ni ningún otro de sus correlatos contemporáneos funciona como una imagen determinante de la Historia. Ninguno está basado en el Futuro propiamente, por más que se siga mencionando de vez en cuando. El paso de un régimen de valores moderno a un régimen de valores posmoderno se define por el cambio de los meta relatos a los mega relatos; la continuidad entre uno y otro se llama Globalización. La realidad que produce el sistema de vida global es una realidad posthistórica: ya no hay pasado ni futuro que determinen la vida, las sociedades contemporáneas viven en lo que Fredric Jameson llama presente perpetuo. Igualmente, ya no hay meta narrativas que puedan determinar el futuro del Arte, ya no hay verdades acerca de cómo el Arte va a ser o debería ser, lo que justamente el Modernismo y las vanguardias artísticas siempre intentaron hacer. Como plantea Arthur Danto, la realidad contemporánea del Arte es posthistórica: ahora todo es posible en el Arte. Aún así, sería muy ingenuo creer que los relatos maestros han llegado a su fin con la llegada de un nuevo milenio. Sería como creer que la vida se produce espontáneamente, sin ninguna biopolítica o sin ningún Sistema diagramando las relaciones de poder de las formaciones sociales.

El sistema de vida capitalista se hace global, y para ello resultan necesarias las grandes narrativas, comenzando por la Globalización misma como relato maestro. Como los imperios, el sistema global necesita de grandes relatos en los cuales se deposita la fe en las acciones de las instituciones. Después de la era de los meta relatos llega ahora la hegemonía global de los mega relatos. Son mega, porque ahora su alcance es global, planetario. Cinco mega relatos, al menos, conforman el sistema de vida global: la Globalización, la Democracia, el Arte, la Evolución y, aún por supuesto, el mega relato profundo de La Humanidad. La constante repetición y defensa de estos relatos por parte de las instituciones en la primera década del siglo XXI delata la función que cumplen al interior del Sistema. El Sistema no ha parado nunca de hacer uso de los relatos maestros. En La condición posmoderna, a final de los años de 1970, Lyotard, una vez constata la incredulidad generalizada frente a las metanarrativas, se pregunta dónde entonces podría residir la legitimidad del Sistema. En la década de 1990 Lyotard alcanza ya a vislumbrar lo que se deja ver fácilmente en el siglo XXI: nace un cuento que sería el gran relato de sí mismo, después de que los grandes relatos fracasaran. Son las nuevas Moralidades posmodernas: la costumbre del futuro se ha perdido pero La Humanidad seguiría adelante, viviendo de su propio relato. Ahora el sueño de La Humanidad, el que empezó a soñar la Ilustración, se estaría haciendo realidad con la Globalización. El Sistema deja las verdades trascendentales, pero necesita seguir imponiendo verdades, necesita seguir vendiéndoles a las multitudes algo en qué creer. Ahora el relato resulta absolutamente inmanente, como tienen que ser los mega relatos que intenten erigirse, pero más que nunca, ahora el relato resulta universal: la globalización actualiza la inmanencia del mercado universal. Inmanentes pero pretendidamente universales los relatos maestros de la Globalización se consolidan en la primera década del siglo XXI. Entre los millones de relatos glocales sobre los que se construye la ilimitada multiplicidad de estilos de vida, radicalmente diversa entre sí, sólo unos pocos relatos logran aparecer como mega relatos a una escala global. Es fácil ver qué hace de un relato un mega relato fundamental para el sistema de vida global: que nadie dude de ese relato. Que nadie lo cuestione. ¿Quién cuestiona la Globalización, la Democracia, La Humanidad o El Arte? ¿Quién duda de la Evolución comenzando el siglo XXI? Son valores que se hacen ver como naturalezas humanas, naturalezas terrestres incluso. Es como el capitalismo, que hace ya mucho tiempo ha dejado de ser un relato social para convertirse en un puro modo de obrar, en la más pura técnica, en una práctica automatizada, en un conjunto de valores que no se cuestionan sino que sólo se ponen en funcionamiento.

El capitalismo deja de ser un relato ideológico, se universaliza y se vuelve invisible justo en el momento en el que se convierte en el modo de producción planetario, justo desde la caída del muro de Berlín en 1989. Pero para seguir ordenando desde las sombras, el capitalismo usa los pocos grandes mega relatos con los que se intenta mantener dependientes e integradas a las distintas sociedades del planeta. Así, el Sistema necesita que se hable y se visibilice la gloria del Arte, las mejoras de la Democracia, los avances de la Evolución, el bienestar de la Humanidad y las ventajas de la Globalización. Son cinco valores inmaculados, son cinco relatos fundacionales de un nuevo tipo de civilización global que toma la forma política de un Imperio, como nos hacen ver Michael Hardt y Antonio Negri. El Arte cumple una función esencial en el Imperio del capital. Al igual que los otros mega relatos, se erige a sí mismo como un valor universal; los valores con pretensión de universalidad son carnadas emocionales mediante las cuales se busca mantener viva la ilusión de un planeta entero unido, de un único mundo unido, la condición de valores que mejor se ajusta para el mantenimiento de la legitimidad del mercado universal. Pero además, el Arte cumple una función diferente a la de los otros mega relatos, carga con una responsabilidad muy particular: conservar la ilusión de las vidas de trascender, justo en una época en la que las explicaciones trascendentales ya no tienen cabida. Los mega relatos existen como las verdades inmanentes del siglo XXI, sin alusiones a trascendentales en sus explicaciones. Lo que no se ve a primera vista es que los mega relatos, por su propia naturaleza de relatos maestros, son por sí mismos narrativas trascendentes, como todos los grandes relatos, verdades con pretensiones de trascendencia y universalidad. Como esa condición imperial de los mega relatos permanece bajo la sombra, el Arte sigue concentrando mucho poder de sublimación de la energía vital hasta hoy. La vida aprende a hacerse sin certezas de un futuro, pero los vacíos de las vidas no sólo siguen latentes sino cada vez se intensifican más. La sensación de lo sublime es vital para los seres humanos, y quizás para otros seres también lo sea, sobre todo, porque encarna la posibilidad de trascender desde la pura inmanencia, de sentir el infinito aquí y ahora. El deseo de trascender de millones de vidas alrededor del planeta, tras varios milenios de supremacía de valores religiosos, es imposible de erradicar o eliminar en medio de los profundos vacíos existenciales que genera el Sistema. Se supone, por la manera en que el mundo del Arte sigue inflando la simulación del relato, que el Arte cumpliría la función en el siglo XXI de llenar los espíritus, tal como lo hizo en el siglo XX. Pero cada vez sucede menos eso, y es aquí cuando nos encontramos con una de las mayores fallas en el Sistema: el mundo del Arte ya no es capaz de abastecer mayoritariamente a las multitudes, ni del poder de lo bello ni del poder de lo sublime. Las vidas, así, se ven obligadas a explorar otros territorios para poder acceder a experiencias que les llenen el alma.



La vida paralela a la muerte del Arte

Una vez corroborado que tanto el poder de bello como de lo sublime cada vez dependen menos del mundo del Arte para ser experimentados, cabría preguntarse entonces si este mega relato del Arte que ayuda a mantener cohesionado el supremo relato del siglo XXI, el mega relato de la Globalización, no se encuentra agotado desde el comienzo. Como dice Jean Baudrillard, la realidad del Arte, al igual que la de los otros grandes relatos, consiste en una realidad simulada. Toda la gloria sublime, toda la trascendencia del Arte no sigue viva en el siglo XXI más que como un simulacro. Se simula la trascendencia del Arte, viviendo de su Historia, aunque la realidad del Arte contemporáneo sea banal. Se simula el Arte como un ámbito superior de la vida social, aún cuando las producciones de la cultura ordinaria a veces superan sus poderes con creces. Simula el Arte aún ser sublime, viviendo de su pasado, aunque las experiencias del Arte contemporáneo difícilmente hacen sentir algo. El Arte no hace otra cosa más, dice Baudrillard, que encarnizarse sobre su propio cadáver. El Arte, tal como nació en la vida moderna, el momento histórico en que el arte se convierte en el Arte, en una experiencia superior especializada, sobrevive como zombi en tiempos de globalización: como un muerto en vida. Peor aún, ¡como un zombi caníbal! El Arte murió hace mucho tiempo, todos lo saben ya. Pero, ¿qué fue exactamente lo que murió? Belting habla de El Fin de la Historia del Arte, mientras Danto habla de El fin del Arte, inspirado en Hegel pero readaptado al final del milenio. Belting sostiene que la Historia del Arte se vuelve imposible en una época en la que ya no hay más progresos en el Arte, como en la era contemporánea. Del mismo modo que no existía el Arte ni los artistas, tampoco existía la Historia del Arte antes de la era moderna y en tiempos de globalización esa Historia se suspende, llegando a su fin la historia lineal progresiva de los grandes Genios Artistas, que iría, bien estirada, desde Giotto hasta Andy Warhol, al menos la de los Grandes Pintores. El fin de la Historia del Arte resuena absolutamente con El Fin del Arte que diagnostica Danto, en tanto lo que llega a su fin, según postula, son las narrativas maestras en el Arte. Precisamente, Danto habla de la realidad contemporánea como una realidad posthistórica, tan abiertamente plural, que ya resultan imposibles los mandatorios y los imperativos histórico-artísticos. No es que se deje de hacer arte, aclara Danto, sino que deja de hacerse arte a partir de imperativos a priori que determinen lo que es verdad en el arte.

No obstante, nada dicen los diagnósticos de Belting o de Danto acerca de las formas en que se transforman las sociedades globalizadas en medio de aquellas transformaciones que vive el mundo del Arte, ni de cómo las transformaciones de la sociedad en su conjunto conforman las condiciones de posibilidad de los propios cambios al interior de campo del Arte. Es justamente la voluntad de no exceder las fronteras de su disciplina, la Estética, de limitarse a pensar el estado interno del Arte dentro de su mundo autónomo y oficial, el mundo del Arte, lo que no permite ver la actualidad de los acontecimientos que se abren para la vida humana en el nuevo milenio. Más audaz fue la mirada de Gianni Vattimo, quien habló de la Muerte o Crepúsculo del Arte, no sólo simultáneamente que Belting y Danto, sino más allá de las fronteras disciplinarias que la Estética intenta establecer en tanto filosofía especializada del arte. Vattimo precisamente habla del fin de esa especialidad atribuida al Arte, del fin de esa especificidad delegada al campo del Arte bajo la racionalidad moderna. Según Vattimo, el arte ya no existe como fenómeno específico debido a la estetización general de la existencia de las sociedades contemporáneas, formadas a partir de las avalanchas de imágenes puestas en circulación por los medios de comunicación. Esa muerte del arte como consecuencia de la estetización generalizada significa dos cosas, dice Vattimo: en un sentido utópico, el fin del arte como hecho específico y separado del resto de la existencia en una experiencia rescatada y reintegrada, y en un sentido real, la estetización como extensión del dominio de los medios de comunicación de masas. La muerte del arte para Vattimo es sólo parte de un macro proceso histórico de las sociedades contemporáneas, según él, más importante: la muerte de la metafísica. Toda metafísica está ya superada una vez se ha alcanzado el Fin de la Modernidad, según sus propios términos. Para Vattimo el fin de la Modernidad está definido por la muerte del arte.

Poco después de anunciar el fin del arte Danto admite que la expresión es incendiaria y que dicha imagen puede resultar exagerada. Viviendo en tiempos de estetización generalizada, todo lo contrario: su visión se queda corta, su aproximación resulta reducida; se moja tibiamente apenas. La realidad es un incendio fuera de control en el intangible sistema de valores del relato de la Globalización, un incendio mucho mayor que el del fuego de la libertad que se vive cuando los artistas se libraron de la carga de la historia y se hacen libres para hacer arte en cualquier sentido que desearan, por cualquier propósito que desearan, o sin ningún propósito, como afirma Danto. Se incendian las fundaciones mismas del mundo del Arte, pero eso lo ha sabido siempre su aparato institucional. Todos saben que las llamas nunca se apagaron desde ese día en que Marcel Duchamp puso una bomba en el sistema del Arte escondida bajo la forma de un orinal al que se le llamó Fuente. Al menos desde 1917 las instituciones del Arte se encuentran quemadas por los bombardeos de las guerrillas de las vanguardias artísticas, aunque eso no ha impedido la perfecta simulación de sus fachadas y del resto de las condiciones de su estado en el siglo XXI. La máquina de hacer dinero del mundo del Arte funciona a las mil maravillas. Lo que se quema ya hasta las cenizas es la fe en el Arte como mega relato, y más aún, como relato emancipador por naturaleza. Como logra ver Vattimo, la utopía metafísica del Arte como emancipación se ha terminado por convertir en una extensión del proceso de dominación que se emprende una vez se pone en marcha el despliegue del sistema capitalista. Pero en medio de esas cenizas nace la vida de nuevo, aunque quizás la hermenéutica nihilista de Vattimo no proporciona una visión que resulte suficiente para ver toda la realidad microscópica que subyace en medio de los procesos históricos macrovisibles. El libro La Muerte del Arte que edita Berel Lang, en el que se incluye el texto de El Fin del Arte de Danto, aparece en 1984, el mismo año de la gran distopía imaginada por George Orwell. Danto cree muy poco en el dominio sistemático pintado por Orwell, de pronto Vattimo se lo creyó todo entero. El filósofo analítico americano pierde visión por su poca fe en la ciencia ficción. El hermeneuta italiano, en cambio, la pierde por su exceso de fe en el nihilismo.

En medio del incendio de las estructuras y de los valores del orden simulado del sistema de vida global surge la vida. El fuego destruye para purificar y a la vez introduce las fuerzas para que la vida se desarrolle de nuevo. Después del fin del Arte como mega relato otra aproximación y otros usos de las artes emergen inéditos. La realidad vivida en la cotidianidad de las primeras décadas del siglo XXI lo confirma. Decía Gilles Deleuze que nunca había creído realmente en la muerte de la metafísica, y una cantidad ilimitada de artes en el nuevo milenio parece acordar con él en ese aspecto. Lo que la filosofía constructivista contemporánea concibe es una perspectiva microfísica de las fuerzas, porque es a través de ella que llegamos a ver la realidad más allá de lo visible, el territorio natural de la metafísica, el nombre occidental que desde la Antigua Grecia se utiliza para pensar lo que va más allá de la razón. Como Aristóteles sostiene, la metafísica es la primera filosofía. Porque el conocimiento ancestral, del que parte la filosofía griega antes de llegar a plantear su propia perspectiva occidental, viene de Oriente, en donde no hay manera de entender la realidad sin ver más allá de las realidades físicas. Es la perspectiva que presenta el Budismo, el mayor flujo de influencia en el pensamiento de los siglos anteriores al desarrollo del idealismo platónico, aunque remontándose a la prehistoria, al conocimiento seminal, antes de las primeras escrituras de los Vedas, está el Tantra como fuente originaria de pensamiento de todos los cuerpos sutiles, microfísicos, que componen la vida atravesando su existencia física, justo lo que la física cuántica ha llegado a comprobar en sus teorías de las partícula subatómicas. Es, de hecho, la microfísica que se desarrolla a partir de la teoría de la relatividad y la física cuántica la visión con la cual Michel Foucault desarrolla su microfísica de las relaciones de poder, y son por cierto esos cuerpos sutiles tántricos de los que hablan Deleuze y Guattari al pensar los cuerpos sin órganos, las subjetivaciones sin sujeto, los puros circuito de intensidades. La microfísica del poder no sólo posibilita la micropolítica a partir de la cual se puede llegar a pensar integralmente las sociedades, la integridad material de las relaciones de poder, sino que además deja abierta la dimensión para lo que Carlos Castaneda llama lo desconocido. Es el mundo de las fuerzas, de lo “Nagual” según la tradición milenaria de los chamanes de lo que hoy es México, el conocimiento a partir del cual Deleuze y Guattari aprenden a pensar lo informe, el mismo mundo de las fuerzas del que habla el Tantra cuando piensa el kundalini shakti o el Tao cuando piensa el chi, el yin o el yang. La dimensión existencial de las fuerzas no es una creencia trascendental, es la realidad material que se encarna en todas las formas existentes. Las fuerzas son una realidad inmanente en la vida. La metafísica se desprende en el siglo XXI de cualquier tipo de explicaciones a partir de universales o trascendentales desde el constructivismo no humanista de la filosofía francesa post mayo del 68, tomando de este acontecimiento sus potencias subversivas y revolucionarias, para transformarse en microfísica de las relaciones de poder en las sociedades globalizadas.

Un constructivismo vitalista como el de Deleuze y Guattari deja ver mucho más allá de lo evidente que la hermenéutica nihilista de Vattimo o que la reflexión analítica de Danto. Deja ver que las Megacities de Cristopher Lee Martin son isomorfismos de algunos escenarios de Child of Eden de Tetsuya Mizuguchi, sobre todo en los que se construyen y se deconstruyen las esferas, los planetas prismáticos en componentes cúbicos e hipercúbicos visualizando bits como ladrillos. Dejar de pensar en términos de metáforas y usar mejor isomorfismos, como ellos nos enseñan, ayuda a ver, por ejemplo, que muchas de esas fotografías abstractas no objetivas de Lee Martins que aparecen en su calendario del año 2010 pintan los mismos haces de luz en el espacio que la serie de frecuencias que manipula Bodhisattva 13:20 en el track Mysterious Stranger que suena en este preciso instante de la fiesta. O podríamos viajar más lejos, y ver cómo los Liquid Crystal Environments de Gustav Metzger plasman una transmutación de las intensidades en sustancias líquidas de la misma manera que acontece en los medioambientes sonoros del psy trance líquido compilado en el disco Mentalism, y así, hasta el infinito, hasta donde nos lleva lo sublime aquí y ahora, trascendiendo sin trascendentales, tan sólo bailando al ritmo de la música. Tal vez lo que Vattimo no ve es que no hay por qué tener que escoger entre los dos horizontes qué el mismo ha ayudado a develar. La complejidad de la realidad social globalizada del siglo XXI indica que los dos horizontes se están viviendo simultáneamente: la muerte del Arte es la continuación de una serie de procesos históricos aprovechados por el sistema capitalista para desplegar su dominio, pero al mismo tiempo, también es el fin del arte como hecho específico y separado del resto de la existencia. La estetización general de la existencia, esa condición posmoderna de la sociedad contemporánea que Vattimo ayuda a ver, implica por su propia naturaleza, el fin del arte como hecho específico y separado del resto de la vida. Eso es lo que sucede cuando los chicos juegan frente a las pantallas en sus propias casas y cuando los jóvenes bailan al aire libre en las fiestas: las artes se experimentan como parte integral de la vida cotidiana y no como hechos específicos. Y sin embargo, es claro que las fiestas y los colectivos de psy trance sintonizados con la energía cósmica y con el despertar espiritual como habla Bodhisattva 13:20 constituyen apenas minorías en los gigantescos circuitos globales de música trance, porque las fiestas trance del mainstream, e incluso muchas fiestas de psy trance también, se producen únicamente como un medio rápido de lucro. Además, la magia de Tetsuya Mizuguchi no circula por el planeta solamente por buenas intenciones. A veces no caemos en cuenta, pero Child of Eden es un videojuego de X-Box 360, y esa consola es un producto de Microsoft. En el siglo XXI las experiencias místicas y sublimes ya no dependen de las religiones ni del Arte, pero empiezan a depender de las corporaciones. Es la época en que nuestra espiritualidad puede empezar a ser administrada por Microsoft. El slogan de Child of Eden, no podía ser otro, parece el de un gurú: Explora tus sentidos.

La más funcional de las contradicciones del Sistema se origina a partir de la estetización generalizada que despliega. A la vez aniquila el Arte como fenómeno específico y separado del resto de la vida social tanto como consolida los dispositivos de dominación del sistema de vida que propició esa separación de ámbitos específicos en las sociedades. Es una contradicción que le posibilita comenzar el siglo XXI con un mercado del Arte pujante, unas instituciones del mundo del Arte consolidadas y a la vez, un crecimiento del resto de los mercados a partir de sus nuevas relaciones con las artes gracias a las tecnologías digitales de expresión. Pero al mismo tiempo, a ciertas profundidades subterráneas y subyacentes, un proceso histórico revolucionario se ha ido gestando sin la guía de ningún proyecto, ningún programa, ningún manifiesto, ningún movimiento detrás dirigiéndolo. El Arte constituye un dispositivo y un mega relato fundamental del sistema de vida global. Pero ya que no existe más que simulado, la muerte del Arte debido a la estetización generalizada, conlleva a una potenciación de la vida diaria como territorio fértil para el desarrollo de una cantidad ilimitada de artes. Quién sabe. Tal vez Marx siempre tuvo razón: el capitalismo lleva en sí mismo los gérmenes de su propia destrucción. Cumple su ciclo, muere el Arte como mega relato, a la vez que renace de nuevo el arte como fuerza, el arte como afecto, el arte como costumbre de nuevo, el arte como algo próximo, como una parte integral de las vidas. Diez años después del diagnóstico de Vattimo las autopistas ciberespaciales de Internet se despliegan por el planeta. Veinte años después, las mayorías de las multitudes planetarias es usuaria de redes sociales virtuales, a través de las cuales circulan imágenes e información en proporciones nunca antes vistas. La época de la sociedad de masas es la del siglo XX. El siglo XXI abre la era de las redes sociales. Las utopías de experiencias rescatadas y reintegradas tal como las imaginaron las vanguardias artísticas no tuvieron lugar, pues el principal responsable de la integración de las vidas y la multiplicidad de sus experiencias es el propio Sistema. La Globalización es el proceso de integración de todas las relaciones planetarias en un único sistema de vida. La Globalización funciona a partir de cuatro valores básicos: integración, interdependencia, interconectividad y por último, un valor en el que está la clave de esa potenciación de la vida diaria como territorio fértil para el desarrollo de cantidades ilimitadas de artes: interactividad. Entramos en la era en la que todos devenimos potenciales creadores.

Rompiéndose las fronteras entre creadores y receptores el concepto de artista y del Arte como actividad específica tiene sus días contados. No importa cuánto tiempo permanezca en pie el mundo del Arte, no importa cuánto tiempo más se mantenga inflado el mercado del Arte. Esa otra realidad subyacente se abre paso, segundo a segundo, hasta romper las viejas hegemonías sostenidas a través de un sistema especializado, regulador y legitimador de las artes como Arte. Basta con salir de los circuitos del mundo del Arte, andar las calles y entrar a los mundos de los grupos, los colectivos y las individualidades que nos rodean para ver y sentir que en el siglo XXI la gente empieza a vivir más allá del mega relato del Arte. La fiesta de psy trance que Barrilonia ofrece a los transeúntes del centro de Barcelona no es más que el cierre explosivo de la jornada multimedia de artes compartidas que el centro social autogestionado ha programado. Las artes se sienten allí más vivas que nunca, y aún así, lo que se encarna y se manifiesta en las jornadas de puertas abiertas a los públicos no es esa experiencia estética que corresponde al mega relato del Arte propiamente, lo que se vive en la fiesta no son las experiencias elevadas del Arte ni de la Historia del Arte, ni del Arte como fenómeno específico o especializado. Allí las artes fluyen de un modo más natural, más espontáneo, más distribuido, más compartido, más accesible, mucho más interactivo, menos solemne, menos sistemático, menos comercial, menos legitimado y, por cierto, mucho menos autorizado. Más allá del mega relato del Arte. Estamos más allá del mega relato del Arte en el siglo XXI. Más allá, porque una realidad paralela a la del mundo del Arte que se esfuerza en salvaguardar el Arte como relato fundamental de la Civilización se desencadena y nada puede ya pararla. El proceso es imposible de detener, es irreversible. De la misma manera que las corporaciones capitalistas despliegan una voluntad de dominio al máximo, nuevos modos de vida con nuevas concepciones de mundo también se despliegan. Las corporaciones tratan de monopolizar hasta la espiritualidad de las mayorías, pero a la vez toda una vasta multiplicidad de minorías construye sus propios vehículos y sus propios territorios de espiritualidad. Incluso hasta el producto comercial de una corporación puede transformarse en vehículo de empoderamiento, todo depende de los usos y de las éticas con que guiemos nuestras acciones. Ese es el más allá del sistema de vida capitalista que existe como posibilidad real en el siglo XXI. Un más allá que se vive ahora mismo, no como futuro anunciado. Es una realidad palpable, aquí y ahora, como la fiesta, como la misma música electrónica líquida que suena, como los pies de la gente rebotando con las poderosas secciones rítmicas que nos conectan directamente con la Tierra.



La ilusión de que el Arte nunca se va a acabar

A pesar de todo, aún cuando la muerte del mega relato del Arte sea otra crónica de una muerte anunciada, el Sistema lo negará por completo. La muerte del Progreso que ayuda a ver Lyotard ha sido sistemáticamente ocultada. La muerte del Hombre que anunció Foucault ha sido sistemáticamente excluida de las instancias de pensamiento. De igual manera, la muerte del Arte es sistemáticamente ignorada por el Sistema y sus redes de comunicación. Sólo circula como un eslogan más para otra camiseta a la venta. Pero obviamente, el Sistema se abstiene de poner en discusión, de poner en juego en la construcción de valores comunes las consecuencias de todo el proceso irreversible que se vive globalmente en el planeta. Lo que desaparece, lo que llega a su fin, lo que muere son las condiciones de posibilidad mismas de que el Arte como mega relato pueda seguir existiendo: el Arte ya no irradia poderes que no se encuentren en otras esferas de la sociedad. El mundo del Arte lo seguirá negando, y seguirá simulando la existencia del Arte, es lo que ya está haciendo. Muchos pensadores se olvidaron de pensar el arte más allá del mundo del Arte en sí mismo, ante la evidencia de que las instituciones del mundo del Arte alrededor de los cinco continentes siguen permaneciendo estables, e incluso pujantes. Pero es que el mundo del Arte puede seguir adelante mucho tiempo más, con sus instituciones generando rentabilidad, engrasando eficientemente la máquina de hacer dinero, ganar éxito por muchos años aún, y eso no va a probar más que el Arte es un dispositivo capitalista, como hasta los mismos defensores y los deudos del mundo del Arte lo saben. La autonomía del Arte desembocó en lo que Baudrillard llama la autonomía total del mercado del Arte, el momento en el que el mercado se separa por completo de cualquier economía real del valor, hasta convertirse en una suerte de execrencia fantástica. Baudrillard, el pensador más radical de la estetización generalizada y de la muerte del Arte, muestra que en eso consiste lo que él llama el complot del Arte: el mundo del Arte se formó con sus propias reglas de juego hasta llegar a ese estado de libertad absoluta que celebra Danto cuando recuerda que ahora el Arte no tiene reglas. El Arte es un dispositivo con muchas ventajas en el Sistema, es uno de sus niños mimados. El Arte juega con sus propias reglas, el Arte juega como él quiere, hasta el punto de crear un mercado que flota en el aire inflado de especulación, sin la más mínima necesidad de responder a algún tipo de demanda o de necesidad social. Ese es el complot del Arte: juega su propio juego. El mundo del Arte es una República Independiente que no representa nada ni nadie excepto sus propios intereses.

Es tan soberbio el Arte en su estatus superior, es tanta su embriaguez como mega relato que el mundo del Arte actúa tal como si el Arte no se fuera a acabar nunca. Como si el Arte fuera eterno. Como si el Arte fuera una naturaleza humana, olvidando que el Arte es una construcción histórica. El Arte es un relato imperial. De hecho cumple con las condiciones básicas que definen un imperio, siguiendo a Hardt y Negri. El Arte cumple la condición espacial del Imperio: el Arte no tiene límites espaciales, el Arte no tiene fronteras (ni siquiera las del planeta Tierra, con la puesta en órbita de expresiones humanas en satélites patrullando el espacio exterior de la galaxia). Y el Arte también cumple la condición temporal del Imperio: el Arte no tiene lindes temporales, el Arte no se va a acabar. Como los imperios, el Arte suspende la Historia, fija un estado ideal para toda la eternidad. El Arte como un valor universal y trascendental, el Arte como dominio global eterno. La ilusión totalitaria del mundo del Arte, aún a pesar de la conciencia de la propia historicidad de sus instituciones y del concepto de Arte, es que ¡el Arte no se va a acabar nunca! El Arte estaría ya por fuera de la Historia, sería para siempre, como los imperios. Tanta es la soberbia del Arte, y tan imperial es su discurso que el filósofo del mundo del Arte, Arthur Danto, se anticipa más de una década a Francis Fukuyama y su tesis de El Fin de la Historia y el último hombre, cuando en La transfiguración del lugar común confiesa que le gustaría creer que las posibilidades de otras revoluciones en la concepción del Arte están eficazmente cerradas y que la Historia del Arte ha llegado, en cierto modo, a su fin. El sistema de vida capitalista de la Globalización constituye ese final de la Historia de La Humanidad, y el Hombre capitalista sería el último de los hombres, igual que el mundo del Arte y sus reglas son la realización máxima de la vida del arte en la sociedad. La Historia se suspendería con el Imperio de La Humanidad, el Imperio del capital. No habría ya nada mejor, no tendríamos más a dónde ir: no existiría un mejor sistema de vida que el nuestro, el de las Democracias Capitalistas, el de las artes humanas administradas por el mundo del Arte. Es la ilusión del fin de la que habla Baudrillard: la ilusión de que el fin ya ha tenido lugar. El fin de la historia ya habría acontecido, y el momento histórico en el que estamos, el sistema de vida del que hacemos parte, se reproduciría de aquí en adelante, por siempre. Igualmente, Danto escribe toda su filosofía del Arte bajo esa misma ilusión: la ilusión de que ya estamos aquí Después del fin del Arte, y que el Arte podrá seguir cambiando de concepciones pero seguirá existiendo, por siempre, y nunca acabará.

Pero realmente, el comienzo del siglo XXI constituye un umbral hacia un nuevo horizonte histórico y un intersticio entre dos grandes eras. El más allá puede vivirse aquí y ahora, pero esto apenas comienza. Es un nuevo día plenamente lo que comienza a amanecer tras el crepúsculo. Los acontecimientos seguirán explotando, los ciclos se seguirán abriendo y cerrando, las cosas y las vidas seguirán naciendo y muriendo para volver a nacer de nuevo, como otra historia, a pesar de que el Sistema seguirá simulando que no pasa nada, que nuestra civilización y nuestra forma de vida capitalista sigue su curso eterno. Los que hablaron del fin de la Historia y del fin del Arte cerrándose el siglo XX ya no pueden dar cuenta de lo que acontece subyacentemente en el siglo XXI. El problema de una perspectiva sistémica del pensamiento así no es que la Historia o que el Arte lleguen a un fin, sino que desde ella realmente el fin ya no es posible. Como dice Baudrillard acerca de ese pensamiento, el problema es que no es capaz de contemplar su propia finalidad ni de soñar su propio fin. El mundo del Arte no es capaz de concebir el fin de sí mismo porque no es capaz de contemplar el fin del mega relato del Arte. No es capaz de soñar que otra historia sin el Arte como valor superior puede vivirse. Quizás, porque todos somos parte del Sistema es que resulta tan difícil llegar a imaginarse que pueden vivirse otros modos de vida. Quienes creen que la vida humana llegó a su estado definitivo, a su mejor forma de vida posible, posiblemente aún conservan una visión lineal y única de la multiplicidad de historias vividas simultáneamente, una visión de las historias sintetizadas en una sola Historia Universal. Hoy más que nunca hace falta volver a contemplar la naturaleza cíclica de las historias: todo muere y algo más nace a la vez. El mundo del Arte seguirá adelante, simulando la ilusión de que durará por siempre, aún cuando adentro del propio mundo del Arte todos saben que la ilusión del Arte murió hace mucho ya. Pero es que los horizontes de nuevas posibilidades vitales no van a provenir del mundo del Arte, ellos ya tienen suficiente con esforzarse en aparentar que el Arte sigue vivo. Los horizontes de nuevas posibilidades vitales realmente se encuentran afuera del Arte, afuera del mundo del Arte, en toda la multiplicidad de artes del siglo XXI que fluye y circula en los circuitos de las culturas glocales y en la vida cotidiana de las culturas globalizadas alrededor del planeta.

El crepúsculo del Arte no es más que el preámbulo del amanecer de un nuevo horizonte de posibilidades abiertas para el uso de las artes, por parte ya de cualquiera: otra concepción y otra afección por el arte y otras maneras de tejer la vida social a partir de sus puestas en práctica y sus puestas en común. La muerte del mega relato del Arte en el siglo XXI es el renacimiento de la concepción y el uso del arte de las sociedades premodernas alrededor del planeta. A pesar de que las nuevas tecnologías de la información hacen de este proceso histórico un pasaje inédito en todas las historias de los seres humanos sobre la Tierra, todo constituye un retorno cósmico a los tiempos más ancestrales. Tal vez por eso Baudrillard vio la historia contemporánea como una cuenta hacia atrás, regresiva. El primer álbum de Bodhisattva 13:20 se titula Excursions Through Ancient Future, dando fe de las posibilidades de este nuevo eterno retorno que viene para la vida social más allá del 2012. El uso de nuevas tecnologías para crear y tocar música que nos haga entrar en trance de la misma forma que lo hacían nuestros ancestros más primitivos es apenas la punta del iceberg de lo que emerge. Las muertes del Arte en el siglo XIX y en el Siglo XX, de las que hablan Hegel y Danto, son apenas pequeñas muertes que hacen parte de un proceso lineal en marcha que llega hasta el siglo XXI, el proceso histórico de la independencia absoluta de las actividades artísticas que impulsa el campo del Arte en busca de autonomía. La Historia lineal de Hegel se pliega sobre sí misma, a la manera del eterno retorno de Nietzsche y así, se cierra el ciclo del Arte como mega relato, el Arte como sustantivo, y se abre un nuevo ciclo, ciclo inédito pero a la vez retorno a los orígenes, los orígenes del arte: el arte como una fuerza, el arte como práctica, el arte como acción, el arte como verbo y no como sustantivo. El gran ciclo histórico por cerrarse en el siglo XXI, tras quinientos años de continua formación, es el ciclo del Arte como un mega relato encumbrado de la vida moderna. El gran ciclo histórico que se abre es el del retorno al arte como una manera de intentar las cosas, de intentar cualquier cosa, una manera de hacer y de emprender nuestros intentos de la vida diaria. El arte como parte integral de la vida diaria: las posibilidades de desarrollar un arte a partir de cualquier práctica. La serpiente del Espíritu de la Historia del Arte se muerde la cola y se forma un círculo. Un círculo con el que se deshace la Historia del Arte y el Arte como relato, abriendo otras historias y desencadenando otros espíritus. Como la serpiente enroscada en espiral del kundalini dormido, todo se duerme para despertar de nuevo, todo se pliega para volverse a desplegar. En ese momento, el flashback llegó otra vez.



Enlaces


Child of Eden – Prueba del juego por Tetsuya Mizuguchi: http://uk.xbox360.ign.com/articles/109/1098711p1.html

Child of Eden – Trailer oficial y entrevista a Tetsuya Mizuguchi: http://child-of-eden.us.ubi.com


Cristopher Lee Martin: http://christopherleemartin.com

Liquid Mind / Mentalism. Psycircle compilations: http://psycircle.com/site/content/conjugations



Jean Baudrillard, El complot del Arte:




Bibliografía


Acerca del fin del Arte y el fin de las meta narrativas en el mundo del Arte:
Arthur Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia. Paidós. Barcelona, 1999.
__________, La transfiguración del lugar común. Una filosofía del arte. Paidós Estética. Barcelona, 2002.
__________, The Philosophical Disenfranchisement of Art. Columbia University Press. 1986.
Berel Lang (Ed.), The Death of Art. Haven Publishers. New York, 1984.

Acerca del fin de la Historia del Arte:
Hans Belting, The End of the History of Art. University of Chicago Press. Chicago, 1987.

Acerca de la muerte del Arte en el siglo XIX y la Historia como meta narrativa:
G.W.F. Hegel, La fenomenología del espíritu. Madrid, 2010.

Acerca de la estetización generalizada y el fin del arte como hecho específico:
Jean Baudrillard, Transparency of evil. Verso, London, 1993.
_____________, El complot del arte. Amorrortu. Buenos Aires, 2006.
Gilles Lipovetsky, La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, Barcelona, 1986.
Jean Francois Lyotard, Moralidades posmodernas. Taurus, Madrid, 1998.
Gianni Vattimo, Muerte o Crepúsculo del Arte. En El Fin de la Modernidad. Nihilismo y hermeneútica en la Cultura Posmoderna. Gedisa. Barcelona, 1996.

Acerca del fin de la modernidad desde una persepctiva hermenéutica nihilista:
Gianni Vattimo, El Fin de la Modernidad. Nihilismo y hermeneútica en la Cultura Posmoderna. Gedisa. Barcelona, 1996.

Acerca del fin de la Historia:
Jean Baudrillard, La ilusión del fin. Anagrama. Barcelona, 1993.
____________, La ilusión vital. Siglo XXI. Madrid 2002.
Francis Fukuyama, El fin de la Historia y el último hombre. Editorial Planeta. Buenos Aires, 1992.

Acerca del fin de las meta narrativas y la condición posmoderna de las sociedades globalizadas:
Jean Francois Lyotard, La condición posmoderna. Informe sobre el saber. Cátedra, Madrid, 1992.
__________________, La posmodernidad (explicada a los niños). Gedisa. Barcelona, 1999.

Acerca del presente perpetuo en tiempos de globalización:
Fredric Jameson, Teoría de la posmodernidad. Trotta, Madrid, 1998.
_____________, Las semillas del tiempo. Trotta, Madrid, 2000.

Acerca del Imperio Global del sistema de vida capitalista:
Michael Hardt / Antonio Negri, Imperio. Desde abajo, Bogotá, 2001.

Acerca del desencantamiento del mundo:
Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Alianza. Madrid, 2002.

Acerca del reencantamiento del mundo:
Morris Berman, El reencantamiento del mundo. Editorial Cuatro Vientos. Santiago de Chile, 2004.

Acerca de lo bello y lo sublime desde la Estética como disciplina:
Immanuel Kant, Crítica del juicio. Espasa-Calpe. Madrid, 1999.

Acerca de lo sublime en el Arte y el arte más allá de lo sublime:
Jean Francois Lyotard, The Sublime and the Avant-Garde y After the Sublime, the State of Aesthetics. En The Inhuman. Stanford, Oxford, 1988.

Acerca de las formas y las fuerzas:
Gilles Deleuze, Foucault. Paidos, Barcelona, 1987.
Fritjof Capra, The tao of physics: An Exploration of the Parallels between Modern Physics and Eastern Mysticism. Shambhala Publications. 2000.

Acerca de la serpiente dormida del kundalini y el cuerpo sutil etérico (suksma-sarira):
Ajit Mookerjee, Kundalini. The arousal of the inner energy. Thames & Hudson. London, 2005.

Acerca de lo tonal y lo nagual (lo físico y lo microfísico):
Carlos Castaneda, Una realidad aparte. Fondo de Cultura Económica. México, 1971.
______________, Relatos de poder. Fondo de Cultura Económica. México, 1976.

Acerca del conocimiento de lo desconocido:
Carlos Castaneda, El fuego interno. Gaia. Madrid, 1997.
______________, El conocimiento silencioso, Emece. Buenos Aires, 1996.

Acerca del nacimiento y la muerte del hombre:
Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Siglo XXI, México, 1998.

Acerca de la microfísica del poder:
Michel Foucault, Vigilar y castigar. Siglo XXI, México, 1978.
_____________, Historia de la sexualidad volumen I: La voluntad de saber. Siglo XXI, México, 1979.
_____________, Microfísica del poder. La Piqueta. Madrid, 1993.

Acerca de la micropolítica del deseo, los isomorfismos y el constructivismo vitalista:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos, Valencia, 1992.

“El capitalismo lleva en sí mismo los gérmenes de su propia destrucción”, en:
Karl Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Alianza Editorial. Madrid, 2002.










Datos personales

Mi foto
contact blue flame: contact@overdriveelectro.net