La concepción, la sensibilidad, la relación y el uso que hacemos del arte cambian en el siglo XXI como respuesta a los problemas históricos de nuestro tiempo. Desde una dimensión básica, el problema histórico al que atiende la concepción más actual del arte es la del exceso de institucionalización y la creciente corporativización de las fuerzas del arte. Desde una segunda dimensión más amplia, el problema histórico resulta mayor: las condiciones de posibilidad de la emergencia de otra concepción del arte conciernen a las transformaciones medioambientales terrestres, los retos y desafíos que el planeta plantea para todas las formas de vida al comenzar este milenio. El principal aliento de revitalización del arte proviene de las crisis generadas a partir del cambio en el acceso a los recursos naturales que los nuevos tiempos originan, obligando a volver a usar el arte como una estrategia para mejorar las condiciones de vida. El arte se vuelve a poner al servicio de la vida en medio de los conflictos sociales y medioambientales expandidos alrededor del planeta, aunque algunos no esperaron a que llegaran las guerras y los terremotos para salir de la burbuja de cristal del mundo del Arte y hacer del arte parte activa de nuestra vida diaria.