La racionalidad (económica) del mundo del Arte


Se está adentro o afuera del mundo del Arte, y sólo si se está adentro se hace parte del mundo del Arte y, por consiguiente, del Arte. Esa es la concepción hegemónica del presente en la sociedad globalizada, esa es la manera generalizada en la que se concibe el arte, no sólo por los mismos integrantes del mundo del Arte, sino por las mismas mayorías poblacionales urbanas que reproducen los valores puestos en circulación en los medios de comunicación y las redes de información dominantes. Hacer parte de una exposición en un museo o en una galería, aparecer en medios de comunicación especializados, ser reseñado por el sector de la crítica de Arte, pero sobre todo, vender lo que se hace con los precios reconocidos como los de una obra de Arte son los hechos objetivos mediante los cuales se accede al mundo del Arte. Alguien sólo se convierte en artista si logra encontrar comprador a sus obras en el mercado del Arte o, al menos, generar capital simbólico haciéndose visible a nivel macro de la sociedad al ingresar en los circuitos de la institucionalidad reconocida.
El mundo del Arte, según Arthur Danto, actuaría bajo una pretensión de objetividad al momento de decidir qué se considera Arte y qué no se llega a considerar como tal. Los personajes del mundo del Arte, dice Danto, esgrimirían unas razones verbalizadas en los juegos del lenguaje efectuados en los ámbitos institucionales del Arte. Las razones de las que habla Danto terminan por volverse nada más que pura racionalidad económica, pues realmente el cálculo costo-beneficio aparece como el criterio máximo y en ocasiones como el criterio único para ingresar al mundo del Arte. La prioridad al nombrar algo como Arte es generar rentabilidad y la pretensión de objetividad de la que habla Danto sólo se objetiva en la vida real mediante esta racionalidad económica, razón única y suficiente por la cual se decide dejar ingresar o no algo al mundo del Arte, como lo prueban los montones de piezas diseñadas para millonarios inspiradas en el éxito comercial de Damien Hirst, obras que entran directamente a subastas como las de Sotheby’s sin haber tenido que pasar antes, ni siquiera, por una galería de Arte contemporáneo.




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