El arte como dominio del mundo del Arte


La concepción hegemónica del arte como dominio del mundo del Arte se despliega en la Europa de mediados del siglo XIX, cuando las instituciones del mundo del Arte empiezan a hacer su aparición. Los museos y los salones se propagan por la península al mismo tiempo que las academias se especializan. La figura del artista se profesionaliza a la vez que surgen los críticos y los mercaderes de arte profesionales, empezándose a conformar así un mercado especializado de arte. Los procesos de colonización intensificados a final de siglo por la competencia de las potencias europeas expanden los valores de La Modernidad por los cinco continentes, llevando a que todas las naciones del siglo XX establecieran autónomamente en su propia tierra el canon de valores del mundo del Arte europeo. Precisamente, el mundo del Arte se perfila como la gran red institucional capaz de darle autonomía al arte de cada pueblo, y por lo tanto, el desarrollo de sus instituciones se convierte en un requisito básico para el acceso de cualquier Estado-Nación a la experiencia de la vida moderna. Sin la autonomía del arte no habría modernidad, e incluso, sin autonomía del arte no podría hablarse propiamente de democracia. Las instituciones del mundo del Arte son las responsables de hacer del arte una realidad autónoma a escala planetaria, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando la democracia se convierte en la única forma de gobierno legítima en las sociedades capitalistas. Se diversifican las disciplinas estéticas, las galerías de arte se vuelven independientes, se expande el mercado del arte, el campo de acción de los museos cada vez deviene más autónomo, los medios de comunicación especializados se multiplican y los artistas se vuelven estrellas mediáticas. Las instituciones del mundo del Arte no sólo devienen cada vez más influyentes en la sociedad, sino que de hecho, la sociedad empieza a hablar, a nombrar, a estar conscientes de la existencia de algo conocido como mundo del Arte.

Arthur Danto esboza ese concepto en su ensayo de 1964 El mundo del Arte, justamente en la ciudad que llevó el dominio del arte a una autonomía absoluta, Nueva York. Como afirman Deleuze y Guattari, los conceptos son siempre creados, no existen silvestres en la naturaleza, y como ellos mismos explican, surgen de la necesidad de responder a unos problemas históricos. Un concepto es la abstracción de un acontecimiento, y eso hace Danto: abstrae a través de un concepto el acontecimiento que presencia aquél año, la exhibición de las Brillo Box de Andy Warhol, un movimiento telúrico en la escena artística del momento. La recreación de unas cajas de una conocida marca de esponjas de aluminio para lavar platos se roba por completo el show de la exposición The american supermarket, y detona como nunca en el nuevo mundo el debate sobre si aquello que se exhibe como arte realmente puede ser considerado arte. Con su ensayo Danto nos concientiza de lo que está empezando a pasar: para poder ver algo como arte resulta necesario hoy algo que va más allá de la experiencia perceptiva; se requiere el conocimiento de una cierta atmósfera teórica e histórica del arte, el conocimiento del mundo del Arte. Atmósfera que se viene materializando desde el siglo XIX y que para la década de 1960 ya había cuajado en un entramado institucional con vida propia en las sociedades capitalistas más avanzadas. Así, Danto inventa el concepto, pero por supuesto, no inventa el mundo del Arte; ese mundo lo viene formando el sistema de vida capitalista desde hace mucho tiempo atrás. De hecho, ni siquiera el arte Pop es el pionero en el desvelamiento del poder y la influencia del mundo del Arte. Sin duda es Duchamp, al menos desde Fuente en 1917, el que deja al descubierto las relaciones de poder que subyacen por medio de las decisiones institucionales al momento de determinar qué puede o qué no puede ser Arte. El orinal fue el terremoto originario, las cajas de Brillo son sólo la réplica del movimiento telúrico. Lo que aún no existía en la Europa de Duchamp era la palabra mundo del Arte, pues el proceso de institucionalización del arte apenas estaba a media marcha. El golpe de ingenio de Danto fue haber acuñado el término y haberlo ayudado a popularizar. El concepto de mundo del Arte no es más que la formalización de algo que ya estaba presente en el medio ambiente, en el aire de los tiempos de Nueva York de la década de 1960 y que la globalización de la cultura trasladó rápidamente al resto del planeta: una concepción del arte dependiente del criterio de “los expertos” del mundo del Arte.

El concepto de mundo del Arte estaría construido a partir de tres componentes: obra de Arte, instituciones del Arte y atmósfera del Arte. Las singularidades, los territorios y la atmósfera, igual que la Tierra, aunque en este caso estamos hablando de la Tierra del Arte. No se trata de una metáfora: literalmente, las tecnologías del capitalismo y los valores de la modernidad ayudan a construir un mundo autónomo, un mundo propio para el Arte, un mundo independiente, cerrado y diferenciado de otros mundos encarnados en la vida social; un planeta girando en su propia órbita. Un sistema abierto a los cambios aunque perfectamente cerrado en sí mismo, que cuenta con sus propios agentes, con sus propios códigos, con sus propias reglas. La Tierra del Arte deja correr por sus arterias las singularidades de cada obra de Arte y codifica las obras a las que se le permite el acceso a sus territorios oficiales, es decir, las instituciones del mundo del Arte. Todos los afectos y valores puestos en juego en cada experiencia oficial del mundo del Arte se elevan hasta la atmósfera del Arte, la que respira la gente común que no hace parte de la Tierra del Arte o Tierra Elegida. Para algunos, dicha atmósfera constituye una especie de cielo del mundo del Arte, el paraíso de los artistas, el firmamento en el que los artistas se convierten en estrellas por efecto de los aires de gloria artística. Para pensar conceptos hace falta pensar sus componentes y sobre todo sus zonas de indiscernibilidad, como Deleuze y Guattari en ¿Qué es la filosofía? lo explican. Son las zonas comunes que hacen inseparables los componentes de los conceptos y le dan consistencia. Las zonas de indiscernibilidad del concepto de mundo del Arte son claramente marcadas por Danto en El mundo del Arte. La primera zona de indiscernibilidad se encuentra entre obra de Arte y atmósfera del Arte, formulándose bajo esta proposición: para poder ver algo como una obra de arte resulta necesario el conocimiento de la atmósfera del Arte. En palabras del propio Danto, ver algo como arte requiere algo que el ojo no puede subestimar, la atmósfera de teoría artística y el conocimiento de la Historia del arte. La segunda zona de indiscernibilidad se ubica entre obra de Arte y e instituciones del Arte. Su proposición se formula así: no se puede separar la obra de Arte de las instituciones del mundo del Arte que la visibilizan. Según Danto no se puede separar las Cajas Brillo de la galería de Arte en la que están; afuera de la galería son meros cartones. Es decir, aquello que se hace no puede ser Arte si se encuentra por fuera de los circuitos del mundo del Arte. Este concepto plasma con tanta precisión el poder que ejerce el mundo del Arte, que inspiró toda una Teoría Institucional del Arte, como la de George Dickie: sin apelar a ningún tipo de universal ni de trascendencia, Danto logra dar cuenta de la forma en la que el Arte consiste en tiempos de hegemonía del mundo del Arte. Tan crucial es la función del mundo del Arte en la administración de las fuerzas del arte, que terminó afectando la concepción misma del arte en las sociedades contemporáneas.

Danto definió el concepto hegemónico de Arte en su libro de 1981 La trasfiguración del lugar común bajo la siguiente proposición: un objeto material (o artefacto) se dice obra de arte cuando así se considera desde el marco institucional del mundo del arte. El concepto de Arte de Danto es una construcción realizada a partir de tres componentes: objeto, obra de Arte y mundo del Arte. Por supuesto, cada uno de estos tres componentes a su vez presupone un concepto, como el concepto mismo de mundo del Arte inventado por Danto. Dos zonas de indiscernibilidad pueden llegar a detectarse, zonas en las que resulta imposible distinguir un componente de otro. La primera zona de indiscernibilidad se encuentra entre objeto y obra de arte, y así se formula la proposición: Arte es cualquier cosa que el mundo del Arte considere una obra de Arte. Otra zona de indiscernibilidad se halla entre obra de arte y mundo del Arte, y puede formularse así: sólo el marco institucional del mundo del Arte transfigura el objeto común en obra de Arte. Son esas dos zonas indecidibles las que proporcionan la consistencia suficiente al concepto de Arte de Danto, cuya filosofía se erige como una especie de paradigma en el mundo del Arte contemporáneo, a veces incluso sin que la propia gente involucrada con el mundo del Arte lo note. El concepto de Arte de Danto, más allá de su propia intención o de los gustos filosóficos de los expertos, ha sido efectivamente el concepto hegemónico durante mucho tiempo, por su capacidad de resonar con las relaciones de poder que se establecen a partir de las últimas décadas del siglo XX, las cuales determinan el campo de acción y las posibilidades materiales del quehacer artístico en tiempos de globalización. Arte sólo es lo que el mundo del Arte considere que es Arte: esa es la realidad vivida en el sistema de vida global, inclusive la realidad subyacente misma de cualquier estética relacional altermoderna. Bourriaud sólo ayuda a renovar y optimizar la concepción del arte como dominio del mundo del Arte en el siglo XXI, una concepción que hace efectiva el sistema de vida mismo, pues esa concepción es precisamente la manera en que consiste el Arte para el sistema capitalista global, un juego cuyas reglas Danto ayudó a dejar claras por escrito.

La clave de la resonancia del pensamiento de Danto con el funcionamiento del sistema de vida global radica en la zona de indiscernibilidad que establece entre la obra de Arte y mundo del Arte. La trasfiguración del lugar común en obra de Arte, en propias palabras de Danto, la trasfiguración de un nivel ontológicamente inferior hacia una categoría ontológicamente superior, sólo se realiza en el momento en el que las instituciones del mundo del Arte dejan que las cosas entren a sus circuitos, cuando se permite que ciertas cosas penetren en el mundo del arte, y por consiguiente sean obras de arte. Justamente eso viene pasando, desde tiempos de Duchamp hasta el tiempo presente de las sociedades globalizadas. Se hace arte a diario por todas partes y cada vez más desde entonces, debido a la carrera tecnológica del siglo XX, pero sólo se llega a considerar oficialmente Arte lo que los personajes y las instituciones del mundo del Arte llegan a determinar como tal. Las sensaciones y las opiniones siguen siendo subjetivas, como lo han sido siempre, es decir, el que sienta o crea que algo es arte sencillamente lo hace y puede expresarlo libremente. Pero el mundo del Arte, según Danto, actuaría bajo una pretensión de objetividad al momento de decidir qué se considera Arte y qué no llega a serlo. Los personajes del mundo del Arte, dice Danto, esgrimirían unas razones verbalizadas en los juegos del lenguaje efectuados en los ámbitos institucionales del Arte. Danto concibe una comunidad lingüística a la que nos podamos referir como el mundo del Arte. De este modo, las decisiones acerca de lo que se llega o no se llega a considerar Arte por parte de “los expertos” del Arte serían racionales, a diferencia del gusto normal de la gente común, es decir, la gente que no hace parte del mundo del Arte. La consideración oficial como Arte por parte de los personajes del mundo del Arte posibilita efectos en las relaciones de poder que no están al alcance del gusto de la gente común. Ingresar dentro de los circuitos del mundo del Arte significa adquirir la macro visibilidad necesaria para empezar a “existir” en el panorama del momento presente, una aspiración cada vez más codiciada en las sociedades globalizadas que viven tiempos de saturación estética por efectos de la estetización generalizada del capitalismo informacional. Empezar a ser visible, de hecho, es la condición más básica para poder aspirar a la fama y al éxito comercial, los valores insignes del mundo del Arte contemporáneo y, en general, de la cultura global.

Se está adentro o afuera del mundo del Arte, y sólo si se está adentro se hace parte del mundo del Arte y por consiguiente del Arte. Esa es la concepción hegemónica del presente en la sociedad globalizada, esa es la manera generalizada en la que se concibe el arte, no sólo por los mismos integrantes del mundo del Arte, sino por las mismas mayorías poblacionales urbanas que reproducen los valores puestos en circulación en los medios de comunicación y las redes de información dominantes. Hacer parte de una exposición en un museo o en una galería, aparecer en medios de comunicación especializados, ser reseñado por el sector de la crítica de Arte, pero sobre todo, vender lo que se hace con los precios reconocidos como los de una obra de Arte son los hechos objetivos mediante los cuales se accede al mundo del Arte. Alguien sólo se convierte en artista si logra encontrar comprador a sus obras en el mercado del Arte o, al menos, generar capital simbólico haciéndose visible a nivel macro de la sociedad al ingresar en los circuitos de la institucionalidad reconocida. No importa cuántos años llevara ya produciendo sensaciones en las calles de Bristol o de Londres, Banksy sólo logra ser reconocido del todo como artista después de haber ingresado a escondidas una pintura en la Tate Gallery en el 2003. No importa toda la resistencia que pudo haber ejercido los sectores más tradicionales de las artes, el grafiti se ha convertido desde hace tiempo en una práctica legitimada como Arte, debido a que los sectores más liberales de los mundos institucionales del Arte comenzaron desde hace tiempo a abrirle a Banksy como a tantos otros más hacer parte de exposiciones en galerías establecidas dentro del mundo del Arte. Y, por supuesto, pasa de ser únicamente una expresión callejera a convertirse por completo en Arte cuando empiezan a venderse pintadas de grafiti con precios cercanos a los de las obras de Arte tradicional. Las razones de las que habla Danto terminan por volverse nada más que pura racionalidad económica, pues realmente el cálculo costo-beneficio aparece como el criterio máximo y en ocasiones como el criterio único para ingresar al mundo del Arte. Tantas razones hay por las cuales resulta legítimo considerar algo Arte como razones hay por las cuales resulta legítimo proponer que sea considerado arte algo que aún no se ha reconocido como tal. La pretensión de objetividad de la que habla Danto sólo se objetiva en la vida real mediante esta racionalidad económica, razón única y suficiente por la cual se decide dejar ingresar o no algo al mundo del Arte, como lo prueban los montones de piezas diseñadas para millonarios inspiradas en el éxito comercial de Damien Hirst, obras que entran directamente a subastas como las de Sotheby’s sin haber tenido que pasar antes, ni siquiera, por una galería de Arte contemporáneo.

Los directos encargados de mantener vigente la concepción hegemónica del arte como dominio del mundo del Arte son los personajes del mundo del Arte: el artista, el curador, el crítico de Arte, el mercader de Arte, el periodista especializado, el galerista, el esteta y el comisario de exposiciones. Estos roles concretos y específicos encarnados en los estados de cosas vividos en las labores de producción, comisión, preservación, promoción, crítica y venta de Arte alrededor del planeta constituyen los movimientos de territorialización del mundo del Arte sobre el resto de ámbitos sociales, es decir, la codificación que se establece generalizadamente sobre los modos de vida al momento de operar dentro o aspirar a entrar al mundo del Arte. Los códigos acerca de las formas y los modos mediante los cuales funciona el mundo del Arte (que equivaldría a decir los códigos a partir de los cuales funciona el Arte como tal) son determinados o reformados, son mantenidos o puestos en variación continuamente por los agentes del mundo del Arte, quienes constantemente actualizan la vigencia y la capacidad de alcance del sistema del Arte. Todas las territorializaciones encarnadas en vivencias marcan a la vez territorializaciones del pensamiento, por lo cual dichos agentes del mundo del Arte constituyen a la vez los personajes conceptuales del concepto de Arte hegemónico en tiempos de globalización. Los personajes conceptuales son la conexión histórica del concepto con los estados de cosas vividos. Como dejan ver Deleuze y Guattari, los personajes conceptuales tienen rasgos psicosociales de los ambientes históricos en los que nacen, aunque no se confunden con ellos. Los personajes conceptuales son los roles en su aspecto más abstracto, como puras intensidades, y se encarnan cada vez, de una manera no sólo diferente sino potencialmente única, en cada caso vivido. Pero lo que en medio de la posible singularidad de cada caso corre a través de todas las experiencias integradas al mundo del Arte es la concepción hegemónica del Arte como dominio del mundo del Arte: eso es lo que formaría la única comunidad lingüística posible como unidad objetiva. Esta concepción del Arte mantiene su vigencia en el presente del sistema de vida global porque la cosmovisión de los integrantes de la aldea global sigue estando aún fundamentada en la imagen de pensamiento de la Modernidad que el capitalismo preserva y refuerza sin cesar. El plano de inmanencia a partir del cual Danto concibe el Arte no es otro que la misma epistemología sujeto – objeto de la filosofía moderna que el pensamiento contemporáneo integrado al Sistema no ha sido capaz de abandonar. Deleuze y Guattari definen el plano de inmanencia como la imagen de pensamiento en la cual resuenan los conceptos. Danto sigue pensando el arte en términos de Artista y de obra de Arte, de sujeto y de objeto, porque esa es la imagen de pensamiento que subyace no sólo al conocimiento científico que funda las bases del pensamiento moderno sino también y sobre todo a los modos de vida y la ética de la cultura capitalista, basada en una distinción tajante entre “Yo” y lo que me rodea.

Es por eso que la concepción hegemónica del mundo del Arte, incluso ya en tiempos de un capitalismo global, continúa siendo aún en el fondo kantiana. No es de extrañar que en pleno siglo XXI los estetas siguen recurriendo una y otra vez a Kant para explicar lo que pasa; después de todo, Kant es el pensador del Sistema, incluyendo por supuesto el sistema del arte, porque es a partir de su pensamiento que se construyen todos los valores del mundo del Arte, basados en la premisa fundamental de que el arte constituye un ámbito elevado, específico y diferenciado del resto de ámbitos ordinarios de la vida social. El primer pensador del mundo del Arte es Immanuel Kant. El mundo del Arte autónomo y soberano se construye inspirado en su manera de concebir la vida. Danto se esfuerza por dejar en claro la distancia que toma de Kant en su libro Después del fin del arte, al afirmar que hoy desaparece cualquier posibilidad de un sensus communis a la manera de la universalidad subjetiva kantiana. Sin embargo, el trabajo de Danto no constituye un plano de inmanencia nuevo ni un concepto de arte heterogéneo; Danto mantiene el concepto de Arte de Kant, sólo lo reactualiza para el siglo XXI, de la misma manera que Clement Greenberg constituye la reactualización de la visión kantiana para el siglo XX. El concepto de arte como Arte autónomo y separado del resto de la vida social, y el plano de inmanencia de la epistemología sujeto - objeto continúan absolutamente vivos en Danto. De hecho, la proposición se dice obra de arte cuando así se considera desde el marco institucional del mundo del arte desvela la visión kantiana del filósofo como instancia de Verdad a partir de la razón. Como muestran Deleuze y Guattari, Kant convierte al filósofo en Juez al mismo tiempo que la razón como forma de tribunal. El caos de pasiones encontradas que genera el arte se vuelve una atmósfera fría, como la de un juzgado, con la racionalidad del poder de decisión de las autoridades del mundo del Arte. Puede que los procesos de subjetivación involucrados en las decisiones que toman las autoridades del mundo del Arte varíen siempre por naturaleza según las circunstancias, pero el campo de acción de cada caso particular, ineludiblemente, se halla de antemano precondicionado y precodificado por los valores del mundo del Arte que encarnan, encarnaciones de los personajes conceptuales correspondientes al concepto de arte como dominio del mundo del Arte. Y al compartir la misma concepción se comparte necesariamente la misma imagen de pensamiento, la del hilo tensado entre un sujeto y un objeto, reduciendo las sensaciones infinitas del arte a la racionalidad de las relaciones entre en el Yo y la obra de Arte, entre el Yo y el Mundo, el mundo del Arte. Por eso, el arte posthistórico que Danto diagnostica, por más rupturas que plantee, sigue manteniendo una continuidad fundamental, que se remonta incluso antes que la emergencia de la Modernidad, con el apogeo de El Renacimiento en Europa: la del arte como una expresión elevada y superior. Las reglas del mundo del Arte en las sociedades contemporáneas que hace visibles Danto son sólo una nueva manera de legitimar el ascenso a esa categoría ontológica superior llamada Arte. Las instituciones del mundo del Arte son los tribunales, los agentes del mundo del Arte son los jueces y el arte es el único sospechoso. Danto recibe la antorcha de la distinción del Arte con respecto a la vida cotidiana de manos de Greenberg, a pesar de todo. A través de Danto se racionaliza y se legitima la separación entre Arte y vida que Kant diseña para el siglo XIX y Greenberg actualiza en el siglo XX como distinción entre Arte y Cultura. Danto es la reactualización en el siglo XXI de esos mismos valores, sólo que en una época saturada de expresiones artísticas. Pero incluso en tiempos de estetización generalizada, o quizás más que nunca, el crítico de Arte y el funcionario en general del mundo del Arte se ve obligado a devenir juez. Como Greenberg afirma en nombre del mundo del Arte, el experto en arte guía a la sociedad a determinar el gusto sobre lo que es y no es buen arte. La gente común se atendrá a cumplir el veredicto de cada sentencia.

Según Greenberg, sólo hay un valor en el arte: ser buen arte. El mundo del Arte dentro del sistema de vida global intenta mantener su legitimidad con base en la anterior premisa, pues ya no resulta posible determinar formas apropiadas y formas incorrectas de hacer arte; ahora, tal como dice Danto, todo vale. Sin embargo, a pesar de que su legitimidad se mantiene respaldada por toda la institucionalidad del sistema de vida global, la credibilidad del mundo del Arte dentro de las percepciones de las multitudes alrededor del planeta es mínima, y cada vez es menor. La gente sigue pagando las entradas y asistiendo a las exposiciones, pero cada vez se generaliza más el desarraigo del Arte contemporáneo en los nuevos modos de vida. El Arte contemporáneo es una experiencia cada vez más alejada de las sensibilidades de la gente; ya lo anticipaba en la década de 1960 Danto al afirmar que para aquellos poco familiarizados con la matriz del mundo del Arte es difícil, tal vez imposible, reconocer ciertas posiciones ocupadas por las obras de Arte. La realidad vivida aparece marcada y llena de insatisfacciones en medio de las experiencias de Artes contemporáneo. No sólo es que la realidad diversa del sistema global dificulta cualquier unanimidad en torno a una producción artística. Es que, de hecho, cada vez escasean más y se echan de menos las sensaciones de estar presenciando algo bueno o enriquecedor al momento de hacer parte de las experiencias del mundo del Arte. La selección de las obras y los artistas es cada vez más discutida. Las razones del mundo del Arte son cada vez más cuestionable. Y así, lo único que se delata es la racionalidad económica que subyace y gobierna las decisiones que las instituciones toman. El Arte se convirtió en un negocio, el mundo del Arte es su administrador y el capital global su dueño. Cualquier arqueología sobre el arte a la manera de Foucault podría mostrar cómo las problematizaciones acerca de lo que puede y no puede ser arte responden a la necesidad de racionalizar el mercado del Arte en medio del exceso de demanda de producción artística contemporánea. Una genealogía del mundo del Arte permite ver que el Arte mismo se ha convertido en un dispositivo del sistema de vida capitalista y en un mecanismo esencial para el mantenimiento del statu quo.

Lo que finalmente ha sucedido es que la zona de indiscernibilidad intrínseca al concepto hegemónico de Arte ha terminado por extrapolarse de la concepción del arte hasta el resto de las dimensiones de la cultura globalizada. Hoy, mayoritariamente, no se discierne entre el arte y el mundo del Arte. Se confunde arte con mundo del Arte, cuando no son lo mismo. Pero así se han acostumbrado las mayorías, a seguirle el juego al mundo del Arte: bueno o malo, incluso siendo habitualmente malo según nuestro gusto, si el mundo del Arte dice que algo es Arte… pues Arte debe ser (o al menos se supone que es). Una minoría gigantesca va creciendo inconforme con esta realidad conforme el siglo XXI se desborda. Otra concepción se engendra en medio de las entrañas del sistema de vida global. Pero el poder del mundo del Arte sigue siendo hegemónico y su concepción del arte como Arte seguirá siendo dominante durante el mismo tiempo que siga siendo hegemónico el capitalismo en las formaciones sociales. El poder del mundo del Arte sigue siendo inmenso mientras tanto. El mundo del Arte detenta, siguiendo al propio Danto, el poder de transfiguración del lugar común en objeto artístico. Ellos y sólo ellos, los agentes del mundo del Arte, detentan el poder de elevar la mera expresión común al firmamento del mundo del Arte, el mundo de las estrellas del Arte y de los precios millonarios pagados por las obras de Arte. Es la atmósfera del mundo del Arte de la que habla Danto, en uno de esos casos en los que filósofos lógicos terminan hablando de atmósferas y ambientes, a falta de otra cosa, a falta de algo (según ellos) más empíricamente verificable. Pero nada más empírico que el campo de fuerzas del que habla Danto: la atmósfera del mundo del Arte, más allá de estar constituida de conceptos, ideas, funciones, sentidos o valores, está hecha de afectos, y sobre todo, de fuerzas, por consiguiente, de relaciones de poder. Nada más empírico que las fuerzas, como las fuerzas de la luna afectan las mareas, como las fuerzas del arte llegan a empoderarnos. Nada menos fácil de ocultar que el exceso de poder, como las relaciones de control y de dominio que hoy se ejercen en la sociedad a través del Arte, aunque tantos insistan aún en pensar el arte sin sus relaciones de poder.



Bibliografía y enlaces


Acerca del concepto de mundo del Arte:

Arthur Danto, El mundo del Arte. The artworld: http://estetika.ff.cuni.cz/files/Danto.pdf

Acerca del concepto de Arte según el mundo del Arte:
Arthur Danto, La transfiguración del lugar común. Una filosofía del arte. Paidós Estética. Barcelona, 2002.

Acerca de que hoy cualquier cosa puede ser Arte:
Arthur Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia. Paidós. Barcelona, 1999.

Acerca de la teoría institucional del Arte:
George Dickie, El círculo del arte. Una teoría del arte. Paidos. Barcelona, 2005.

Acerca de los fundamentos del concepto de Arte según el mundo del Arte:
Immanuel Kant, Crítica del juicio. Espasa-Calpe. Madrid, 1999.

Acerca de la distinción entre Arte y Cultura:
Clement Greenberg, Arte y Cultura. Paidós Ibérica. Barcelona, 2002.
________________,The collected essays and criticism Volume 4: Modernism with a vengeance.
University of Chicago Press, Chicago, 1993.

Acerca de la formación histórica de la autonomía del Arte:
Arnold Hauser, Historia social de la literatura y el arte. Tres Tomos. Debate, Madrid, 1998.

Acerca de la estética relacional:
Nicolas Bourriaud, Estética relacional. Adriana Hidalgo Editoria. Buenos Aires, 2007.

Acerca de la diferencia entre el presente y la actualidad:
Michel Foucault, La arqueología del saber. Siglo XXI, México, 1996.
Gilles Deleuze, “Qué es un dispositivo”. En Michel Foucault, filósofo. E. Balbier, G. Deleuze, H. L. Dreyfus y otros. Gedisa, Barcelona, 1990.

Acerca de cómo se construye un concepto:
Gilles Deleuze / Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía? Anagrama, Barcelona, 1993.



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