El arte de ocupar las plazas

Foto: Juan Medina


La confrontación a la tiranía del sistema de vida global efectuada por multitudes de vidas que se toman las plazas de las ciudades españolas en el 2011 constituye un acontecimiento cuyas resonancias no paran de reverberar desde entonces, por todas partes, por mucho tiempo. La reivindicación de formas y modos de vida heterogéneos cruza un umbral de visibilidad sin precedentes hasta el momento, ayudado por el peso del descontento vital masivo de las sociedades globalizadas; ahora las perspectivas de vida minoritarias emergen impulsadas por la fuerza de transformación de las multitudes inflamadas. Pensar la vida del siglo XXI más allá de los límites impuestos en las democracias capitalistas deviene una inquietud real, práctica, pertinente, para muchos urgente. La gracia con la que los españoles logran visibilizar a la vez el desencanto por el Sistema y la pasión de luchar por nuestras vidas, ocupando las plazas de cada ciudad al mismo tiempo plasma todo el poder, no sólo de una gran tradición incubada en cada comunidad autónoma desde mucho tiempo atrás, sino también de su actualidad palpitante vivida en los márgenes de los territorios locales y regionales: el arte de ocupar. Se ocupa, se habita un espacio abandonado, pues se había abandonado la plaza como espacio de construcción política. Se traspasan los bordes entre lo legal y lo ilegal, entre lo público y lo privado, pero en realidad se le da acceso a cualquiera a un territorio cooptado por la publicidad de las corporaciones y las administraciones públicas. Ocupar es un arte: es el arte de liberar un espacio. Es una práctica que también se cultiva, que se afina con la práctica reiterada y con el esfuerzo. Ocupar, por naturaleza, es expresar mediante la acción directa; pero además, implica creatividad, gestualidad, composición, imaginación, voluntad de experimentación, y muchas otras de las fuerzas que atraviesan el arte. Ocupar se despliega a través de artes como el de acampar de noche bajo condiciones precarias, el arte de montar un campamento encima del asfalto, el arte de convocar a miles y miles de desconocidos a habitar un mismo espacio, el arte de levantar construcciones efímeras, el arte de montar asambleas para hacer oír la voz de los que quieren hablar, el arte de usar las redes sociales y los medios de comunicación alternativos para crear vínculos, el arte de escribir frases poderosas en carteles, el arte de emprender intentos colectivos. Las comunidades del territorio español son las que mejor se han tomado las plazas públicas, no por casualidad, sino por tantos años de cultivar la autogestión y el arte de ocupar los espacios y liberar fuerzas sociales por parte de sus minorías más activas. Como el amor, como la guerra, la política también es una cuestión de arte. Empoderarnos y hacernos libres también es cuestión de práctica.







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