El déficit de genialidad en los circuitos del mundo del Arte




Todo comienza con un gazpacho. Un plato popular infiltrado en la Alta cocina presentado con la guarnición emplatada y luego la sopa servida frente al cliente. La versión del Gazpacho de Bogavante de 1989 abrió el camino. Los Salmonetes Gaudí, inspirados en las baldosas-mosaico del arquitecto catalán, ya habían develado su pasión por el gran Arte. Pero la experimentación de sensaciones a través de creaciones originales e innovadoras estaría por realizarse a plenitud con su Menestra de verduras en texturas de 1994, y luego con el primer plato que despierta el deseo de comer aire, su Espuma de judías blancas con erizos. Con su Pollo al curry de 1995 se terminan de dislocar los códigos establecidos, enseñando cómo deconstruir un plato fuerte bajo forma de polvos y líquidos que sólo reconstruyen su sabor una vez se encuentran en la boca. De allí en adelante, la creatividad no ha dejado de desbordarse, desde el Sorbete de roquefort con gelatina caliente de manzana al limón de 1998 hasta su Deshielo de 2005, la cocina de El Bulli a través de las creaciones de Ferran Adrià nunca cesó de producir lo bello y lo sublime a través de creaciones culinarias más plásticas que la mayoría de obras de Arte contemporáneo. Entonces, llega el 2006, en el cual Ferran Adrià es invitado a participar en la Documenta 12 de Kassel que estaría por celebrarse un año más tarde. En ese momento el arte culinario de El Bulli cruza un umbral insospechado: la invitación a Kassel legitima y certifica su entrada al mundo del Arte.

Finalmente, tras años de alusiones, comparaciones y relacionamientos con el mundo del Arte, la cocina experimental del Bulli es considerada oficialmente como Arte. ¿Cómo adquiere el estatus de Arte una labor culinaria? Con el aval y el reconocimiento de una institución del mundo del Arte, sobre todo, con una tan prestigiosa como la Documenta de Kassel, la exhibición de Arte más exclusiva del planeta, celebrada durante cuatro meses una vez cada cinco años. Durante el tiempo que dura la exhibición el Bulli se traslada a uno de los pabellones de Documenta, y desde allí se ofrece su experiencia diariamente a unos pocos, escogidos selectivamente por el evento. La polémica generada por la participación de un chef de cocina en la Documenta 12 termina por eclipsar el evento: la discusión acerca de si merece o no ser parte de la exhibición se vuelve más relevante que las obras presentadas por el resto de artistas. Sin duda alguna, la participación del chef catalán constituye el acontecimiento de este encuentro, robándole el show hasta a los 1001 ciudadanos chinos que el artista Ai Weiwei trajo consigo para habitar los espacios de Kassel, y a los cientos de pinturas, esculturas, performances e instalaciones presentadas en aquél verano. A partir del 2007 la cocina de El Bulli y más específicamente la labor de Ferran Adrià, quien fue el directamente invitado, no sólo pertenecen al mundo de la gastronomía sino también al mundo del Arte. No importa que decenas de críticos de Arte y de artistas hayan protestado o hayan sentado su desacuerdo con respecto a esa valoración; el sólo hecho de que se abra la discusión acerca de si su cocina es o no es Arte ayuda a legitimar su entrada al mundo del Arte. En realidad ya no hay marcha atrás: el arte de la cocina de Ferran Adrià se convirtió en gran Arte. La gran pregunta que queda por hacer es: ¿por qué necesita el mundo del Arte a El Bulli y a Ferran Adrià?

Es claro que Ferran Adrià no necesita al mundo del Arte. Pero al revés tal vez no pueda decirse lo mismo. El mundo del Arte necesitaba con urgencia de un personaje como Ferran Adrià comenzando el siglo XXI. Desde las últimas décadas del siglo XX el mundo del Arte ha entrado en déficit de talentos indiscutidos, ese tipo de talento a partir del cual se puede edificar el mito de genio artístico. Concretamente, el mundo del Arte está necesitado de genios; y la figura de Adrià, gracias al talento indiscutido de su trabajo, puede explotarse como genio artístico de una manera privilegiada. El mundo del Arte no lograría sobrevivir en el nuevo milenio sin sus grandes glorias del pasado, sin los grandes maestros, sin los grandes genios cuya historia comienza a rastrearse desde el Renacimiento y se extiende hasta las últimas fronteras del Arte moderno. Pero aspirar a seguir manteniendo la misma credibilidad que antes depende de encontrar artistas del siglo XXI que puedan ser elevados a la categoría de genios, una tarea que se hace cada vez más difícil de llevar a cabo. Picasso, Kandisky, Dalí, Pollock, Warhol, la Historia del Arte iba a toda marcha en el siglo XX hasta la década de 1960, pero desde entonces, ha resultado casi imposible continuar con la lista de grandes genios artísticos. Ni Jeff Koons ni Damien Hirst ni ningún otro artista con ventas millonarias en el nuevo milenio ha podido cruzar el umbral de gloria del genio indiscutido, a pesar de todo el esfuerzo del mercado del Arte por inflar su prestigio a través de cifras llenas de ceros. Si hay algún artista que se ha llegado a considerar genial por parte de muchos tipos de públicos heterogéneos al mismo tiempo ha sido Banksy. Pero su anonimato, más su incapacidad para integrarse del todo al mundo del Arte dejan ver que el acontecimiento de Banksy rompe con la continuidad clásica de los genios artísticos y parece abrirle paso a otro tipo de historias. Ante la crisis del Arte contemporáneo, ante su déficit de genios, el mundo del Arte necesita un genio que venga a legitimar el desgastado mega relato del Arte. Cuando ya no se encuentran genios en las actividades tradicionales del Arte, ¿qué le queda por hacer al mundo del Arte?

En una época en la que el mundo del Arte se caracteriza por buscar el Arte por fuera de sus propios dominios, hasta los nuevos genios del Arte provienen de otros ámbitos profesionales y sociales. Es lo que ocurre con Philippe Starck comenzando la década del 2000, proveniente del cercano mundo del diseño. Pero el Arte cada vez más se captura desde ámbitos alejados. Hoy el Arte se halla por fuera de todo lo que alguna vez ayudó a definir y separar el Arte del resto de las experiencias de la vida social: por fuera de los medios tradicionales del Arte, por fuera del ámbito de producción de los artistas profesionales y por fuera de los límites del mercado del Arte. En el momento en el que el mundo del Arte ya se ha vuelto lo suficientemente flexible aparece la figura de Ferran Adrià, y así se logra instituir de nuevo un genio artístico lo suficientemente poderoso para capitalizarse a máximo nivel. Por supuesto, El Bulli no puede reducirse a Ferran Adrià; igual que cualquier gran artista del Renacimiento, detrás de toda firma personal, detrás de todo gran nombre hay muchas manos trabajando; Miguel Ángel tenía su estudio, Ferran Adrià su equipo de trabajo. Pero los genios siempre tienen que ser autores, sujetos. Adrià ya había sido calificado genio de la cocina una década atrás, pero la Documenta de Kassel del 2007 lo certifica como un genio artístico, y desde entonces, el alcance de su juego es doble: no sólo engrasa la maquinaria del mundo de la gastronomía; ahora también ayuda a aceitar la maquinaria del mundo del Arte. Realmente no importa que él mismo niegue que su labor sea Arte, ni que tampoco se reconozca a sí mismo como un artista. El mundo del Arte ya lo ha integrado dentro de sus circuitos, dentro de sus exposiciones, dentro de sus eventos, dentro de sus publicaciones, dentro de sus debates críticos, e incluso dentro de sus programas académicos. Así el mismo Adrià no lo quisiera, lo que hace en el Bulli seguiría siendo usado por el mundo del Arte para legitimar el relato del Arte en nuestra época. Desde sus orígenes el relato del Arte ha dependido de la figura del genio. Así es formulado explícitamente por Kant cuando en la Crítica del juicio postula que el arte bello es arte del genio. Para Kant artista es el genio, y el arte mismo es cuestión de genios. Desde comienzos del siglo XIX hasta nuestros días la teoría kantiana ha sido reformada y reformulada un millón de veces, pero nunca ha sido abandonada del todo por parte de los agentes del mundo del Arte. Se han desplegado otros tipos de pensamiento, más acordes con la actualidad del siglo XXI, pero el mundo del Arte es incapaz de dejar a Kant. No puede hacerlo. Se caería el relato entero. Kant es el fundamento conceptual del mundo del Arte, el pensamiento a partir del cual se fundamenta la formalización de las fuerzas del arte en una institución social llamada Arte, una esfera autónoma separada del resto de instancias de la vida social. El mundo del Arte es kantiano por naturaleza; y por consiguiente, es dependiente de la figura del genio para justificar su perspectiva. ¿Cómo se justifica mantener una separación entre Arte y vida cotidiana? ¿Cómo se justifica mantener una separación social entre artistas y no-artistas? Desde el siglo XVIII hasta el siglo XXI se ha podido justificar de la misma manera: demostrando que lo que hacen los artistas no lo pueden hacer las personas comunes. Probando que lo que hace el artista es genial: excepcional y extraordinario.

El Bulli ha dado vida en su cocina a creaciones tan geniales como las Aceitunas verdes esféricas, unas aceitunas perfectamente redondas, sin hueso, completamente llenas, como si hubieran sido genéticamente diseñadas. Aplicando una vez más su técnica de la esferificación, a partir de la cual ya había creado antes un Caviar de melón, la cocina de El Bulli logra crear unas esferas gelatinosas rellenas de líquido que se deshace en la boca, en este caso aceituna verde, que se hace líquida primero antes de volver a tomar forma de nuevo como aceitunas imposibles. No sólo es todo el ingenio detrás de la técnica que permite reinventar la naturaleza: es el golpe genial del gesto de hacer esferas para morder justo con algo tan peligrosamente tentador en la vida diaria como una aceituna, un pequeño bocado de sabor concentrado con el que usualmente hace falta tener mucho cuidado mordiendo si no se quiere terminar perdiendo un diente. Lo que el Bulli produce es increíblemente excepcional: rompe absolutamente con las experiencias de la vida diaria. Lo que el Bulli crea es absolutamente extraordinario. La cocina de El Bulli cumple con la condición más decisiva para llegar a ser justificada como Arte: consiste en un tipo de creación que no podría haber sido efectuada en cualquier cocina, por cualquier persona. Y no sólo es una cuestión de técnica. No se trata sólo de la ciencia sino, tal como demanda Kant, del gesto que se genera a partir de una capacidad espiritual innata. Precisamente, Kant define el genio como esa capacidad espiritual innata mediante la cual la naturaleza le da la regla al Arte. Golpes geniales como los del Bulli serían consecuencia de un genio, de un sujeto llamado Ferran Adrià, un genio que no sólo daría la regla en el mundo de la gastronomía, sino también en el mundo del Arte. La cocina de Ferran Adrià no es una experiencia de la vida cotidiana, pero no es sólo la experiencia de la alta cocina tampoco. Se trata de una experiencia inédita, única quizás. Y como tal ha sido capitalizada por el mundo del Arte. Como un tipo de experiencia estética del siglo XXI, como una obra de Arte, como la creación de un genio artístico. No se trata de una anécdota particular por efecto de una decisión personal simplemente. Si no hubiera sido el director artístico Roger-Martin Buergel, el directo responsable de su invitación a la Documenta 12, hubiera sido cualquier otro funcionario del mundo del Arte. La entrada de la cocina de El Bulli a los circuitos oficiales del Arte era una necesidad sistémica, un hecho que tarde o temprano iba a terminar haciéndose realidad.




Enlaces

El Bulli: http://www.elbulli.com

Documenta 12 de Kassel 2007: http://es.wikipedia.org/wiki/Documenta_12

Bibliografía

Acerca del artista como genio:
Immanuel Kant, Crítica del juicio. Espasa-Calpe. Madrid, 1999.

Acerca del mundo del Arte:
Arthur Danto, El mundo del Arte. The artworld: http://estetika.ff.cuni.cz/files/Danto.pdf

Acerca de la transfiguración del lugar común y la teoría de los indiscernibles:
Arthur Danto, La transfiguración del lugar común. Una filosofía del arte. Paidós Estética. Barcelona, 2002.











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